Nunca imaginó Giovanni Sartori, cuando en 1997 publicó su obra “Homo videns - La sociedad teledirigida”, que la situación que describe en la referida obra sería una patética realidad en unos pocos años. Sartori anunció que el homo sapiens –producto de la cultura escrita- sería desplazado por el homo videns –producto de la cultura de la imagen. Efectivamente, hoy todo ha acabado siendo “visualizable”, pero ¿Qué sucede con lo “no visualizable”, lo que es la mayor parte? Ya no es un tema de quién controla los medios de comunicación. Hoy es el instrumento en sí mismo y la tecnología la que se ha escapado de las manos. A diario vemos pasar por las calles, personas encerradas en sí mismas – especialmente jóvenes- caminado, arrastrando los pies para ser más exactos, con audífonos en las orejas y mirando embobados su celular, totalmente concentrados –atontados- sin importarles el mundo exterior. Parecieran personajes salidos de la serie de TV “The walking dead”, esto es, zombies. Estos autómatas también deambulan en la oficina, en la empresa, en el colegio, en la universidad, en las reuniones sociales, en la política y- lo más triste de todo- al interior de las familias.
¿Qué está sucediendo? Una gran paradoja: nunca en la historia de la humanidad, las comunicaciones han desarrollado tanto como hoy -especialmente gracias al internet-, pero nunca como ahora, el ser humano vive tan atontado e incomunicado. Hoy el ser humano desde niño se va convirtiendo en un homo videns, lo cual se ve luego reflejado en su bajo rendimiento escolar y más aún en la universidad. Se va perdiendo la capacidad de reflexión, análisis y crítica. Hoy se lee poco o nada. El universitario no sabe redactar porque no lee y, por tanto, no tiene vocabulario. Escribe como habla y viceversa. Pocas son las excepciones. Todo ello va formando una sociedad zombie de autómatas, no pensantes, fácil de manipular y utilizar hasta políticamente. Por ello, no llama la atención que muchos líderes y agrupaciones políticas, incluyendo los mismos gobiernos, se aprovechen de esta sociedad zombie, irreflexiva, que no analiza ni reflexiona ni cuestiona, especialmente en el caso de los jóvenes. En el Perú mismo hemos tenido el caso de las diversas marchas manipuladas de protesta, de los denominados “pulpines” o “cojudignos” como se les bautizó en los medios.
Este fenómeno de la sociedad zombie se ha visto incrementado en gran medida pasada la pandemia del covid19. Al vernos obligados a recurrir al internet -nadie duda que es una maravillosa herramienta, pero solo eso, una herramienta- para la continuación de las clases escolares y universitarias, nuestra sociedad se vio sumergida en un mundo online impersonal, volviéndose más dependiente de la tecnología digital –lo cual estuvo muy bien para dicha situación de emergencia- pero una vez terminada la pandemia, la sociedad se ha como amodorrado o aburguesado, se ha acostumbrado a la “vida digital”, esto es, a vivir pendiente del celular y, en el caso de los estudiantes, ha “asistir” a clases vía online desde casa, cómodamente echado en la cama, en pijama o descansando mientras se come, juega con el celular o revisa los correos o inclusive viendo la TV. En el Perú, en la gran mayoría de colegios y universidades, las clases ya son presenciales. Sin embargo, en algunas universidades, por ejemplo, se continúa con las clases no presenciales o, en todo caso, se le da a escoger al alumno lo que éste prefiera, incluyendo escuelas de postgrado. Obviamente, la gran mayoría elige continuar con sus clases online, prefiriendo ver las clases desde sus hogares, cómodamente instalados. Si bien es cierto, la mayoría de universidades invirtieron miles de dólares en la instalación de las denominadas “aulas híbridas”, con el objetivo de que un grupo de alumnos asistan a clase de manera presencial y otro grupo de manera virtual, la realidad es que la gran mayoría de alumnos no asisten a clase de manera presencial, prefiriendo “asistir” de manera virtual y, las verdades sean dichas, la muchos se conectan a clase pero no prenden la cámara por más que se les pide que lo hagan, por la sencilla razón de que solo se conectan para que se registre su asistencia, pero la realidad es que el alumno se va a hacer otras cosas (comer, dormir, hacer ejercicios, que no lo vean en pijamas o en ropa de casa, etc.) mientras en la computadora la clase “continua” y el profesor -que sí asiste al aula de manera presencial- expone su clase ante un salón vacío o casi vacío con uno o dos alumnos.
¿Cuál es el resultado de ello? El poco o bajo rendimiento académico de los alumnos que no asisten a clase, o asistiendo de manera virtual, se distraen fácilmente en sus casas, y, lo más grave, ya acostumbrados a rendir sus evaluaciones o exámenes online en casa, con todos los materiales a la mano (apuntes, presentaciones, WhatsApp, correos, etc.), suelen obtener una nota alta, pero en realidad ficticia, más por lo que se copia que por lo que se aprende, por más que en algunas universidades implementen el programa “Proctorizer” para evitar el copiado. En consecuencia, no se puede negar la superioridad de las clases presenciales frente a las virtuales. La virtualidad es muy útil en estudiantes fuera del país o en provincias, que no pueden asistir a clases en Lima, pero carece de sentido aplicarla a personas que perfectamente pueden asistir a clases presenciales.
Hoy en muchas empresas, en las entrevistas a candidatos a un puesto de trabajo, se le pregunta de arranque al candidato si su carrera la estudió de manera virtual o presencial, descartando de inmediato al candidato que estudió de manera virtual, prefiriéndose al que estudió de manera presencial. Todo este “sistema” o antisistema "educativo” conlleva a la existencia cada vez mayor de una sociedad zombie plagada de homo videns, como diría Sartori, personas irreflexivas que, ante una pregunta o cuestionamiento de una idea o concepto, no reflexionan, piensan o analizan, o les cuesta mucho esto, puesto que en esta sociedad de la imagen y lo digital, la mente se ha vuelto básicamente pasiva -no activa-, una especie de “mentalidad zapping”, esto es, el acto de saltar programación o canales en la TV, buscando lo que entretenga, lo divertido, lo fácil, lo que no exija pensar o reflexionar, imposibilitando a las personas analizar conceptos o ideas, limitándose a solo lo objetivo o lo que se puede ver y es atractivo a la vista, esto es, la imagen. De allí que estemos ante un homo videns. Y cuidado, que a este homo videns lo estamos “formando” hoy desde los niños mas pequeños, que ya cuentan con celulares y ipads, los cuales, siendo unas maravillosas herramientas, y repito, solo herramientas, va fomentando en los niños unas mentalidades pasivas, -conozco casos de niños de 7 u 8 años que no saben escribir ni las letras, pero manejan muy bien el Ipad-, niños dependientes de la imagen, evitándoles desarrollar la reflexión y el pensamiento crítico. Los resultados de todo ello ya los podemos apreciar hoy en las universidades.
En conclusión, ante una sociedad zombie que no reacciona y que vive aletargada, amodorrada, atontada -cada vez más dependiente de la virtualidad-, ante un ser humano convertido en un mero homo videns no pensante, sólo nos queda hacer que dicha sociedad y especialmente las familias, despierten de su atontamiento tecnológico y comiencen a mirar a su alrededor y a percatarse de la realidad que les rodea y descubrir que… ésta no es virtual sino muy real, por lo que debemos enseñar a nuestros niños y jóvenes a pensar, a reflexionar y analizar, esto es, a tener pensamiento crítico. El mundo no necesita homo videns, no queremos una sociedad zombie, pues de zombies… ya tenemos bastantes.