El principio de subsidiariedad está reconocido en nuestra Constitución Política, específicamente en el artículo 60, dentro del título referido al régimen económico. Según este principio, la iniciativa privada podría actuar en aquellas áreas económicas donde sería más eficiente que el Estado, permitiendo que este último actúe solo en campos en los que el sector privado no esté presente y la intervención estatal sea necesaria.
En ciertas ocasiones, se han presentado ideas e iniciativas legislativas que han intentado, por cuestiones ideológicas o por desconocimiento, ir en contra de este principio constitucional. Hemos observado propuestas para crear más empresas estatales en áreas donde no serían necesarias, ya que el sector privado ya las ha cubierto con su actividad comercial.
Muchos defensores de este principio fundamentan su postura en que, gracias a la subsidiariedad, se permite al sector privado actuar de manera más eficiente, lo que, a su vez, beneficia más a los ciudadanos. Es decir, para muchos, la subsidiariedad se asocia con la eficiencia. Si bien esto es relativamente cierto y se puede demostrar en ciertos casos con datos e información, no se debería defender este principio únicamente en base a la eficiencia.
Deberíamos considerar también que la subsidiariedad pone en primer plano la libertad y la responsabilidad personal, valores fundamentales que deben servir como base para el desarrollo de la sociedad. Actuar con libertad implica actuar con responsabilidad, asumiendo las consecuencias de nuestros actos.
Martín Rhonheimer ha señalado que el principio de subsidiariedad "no pretende de modo inmediato una mayor eficiencia, sino el respeto, e incluso fomento, de la libertad y responsabilidad personales". Continúa diciendo que "se trata de un principio de filosofía social que presupone una imagen del ser humano, es decir, que tiene raíces antropológicas. Esas raíces consisten en una visión del ser humano como individuo responsable, que vive en relación con otros seres humanos, que tiene necesidad de ellos y que, por medio de una mutua colaboración, consigue superar las limitaciones de su naturaleza y satisfacer sus necesidades".
Por lo tanto, a través del principio de subsidiariedad, si bien se puede lograr eficiencia, esta sería la consecuencia de actuar en libertad y asumir la responsabilidad que nos compete como individuos dentro de una sociedad. Sería oportuno y necesario defender este principio fundamentalmente basado en sus valores esenciales y luego abordar sus resultados eficientes.