La reciente denuncia contra la fiscal Patricia Benavides demuestra, una vez más, que la caviarada no solo actúa en bloque, sino que nunca se le debe dar por muerta o vencida. Los avances que la derecha había logrado ahora podrán verse obstaculizados por este nuevo ataque. Lo cierto es que la denuncia no tiene ni pies ni cabeza; no se muestra nada realmente que pudiera incriminar a la fiscal. Pero claro, esto se hace para derribar a la portadora del cargo y generar todo tipo de presiones para frenar las investigaciones reales.
Por otra parte, esto demuestra que nuestro país tiene una crisis enorme en el ejecutivo. Van varios años sin consolidar un ejecutivo firme con una visión y dirección acorde a las verdaderas demandas sociales. Hemos pasado de cargos presidenciales que llegaron de la nada, como Vizcarra o Sagasti, a personajes nefastos e ignorantes como Pedro Castillo. Por supuesto, ahora volvemos a disfrutar de una presidencia tibia que nuevamente llegó al cargo por defecto.
Un ejecutivo fuerte puede marcar ciertas directrices y mostrarse erguido, e incluso, apaciguar a la opinión pública. Sin embargo, vemos que en estos últimos ocho años nadie con la banda presidencial ha tratado realmente de poner orden institucional; por el contrario, han hecho lo que han querido con nuestras normativas y han roto casi por completo la tan importante separación de poderes.
A su vez, esto demuestra que en la derecha no hay un líder lo suficientemente carismático y a la vez tenaz para poder ganar votos y mantener la sensatez en el gobierno. Desde el legislativo se ha intentado avanzar con asuntos importantes respecto a la reorganización institucional, pero ha habido confrontaciones en el llamado bloque democrático desde la caída de Pedro Castillo.
El fujimorismo, por una parte, se ha mostrado como un camaleón cuando más se ha necesitado unidad. En ese sentido, Renovación Popular brilla actualmente por su ausencia, más aún teniendo al alcalde de la capital. En vez de generar más poder y fuerza, esto ha sido una carta de validez para la caviarada, que se burla de López Aliaga, con bastante fundamento.
Hay, entonces, cartas quemadas, bancadas que han decepcionado y personalidades que posiblemente estén muertas políticamente. La actual embestida caviar nuevamente afecta a la derecha, pues han estado viviendo de una pronta pero endeble victoria. La verdad es que no hay líderes en un futuro próximo capaces de dar una batalla con fuerza y, sobre todo, con apoyo popular.
La caída del comunista Pedro Castillo, en vez de posibilitar una fuerza reaccionaria de la derecha, está abriendo puertas para que los reptiles lagartianos puedan volver al poder. En efecto, en la política el poder existe y nunca deja de existir; cuando no se hace uno con él o no lo ejerce, lo único que posibilita es que otro lo haga. Entender la política, a diferencia de la economía, como un juego de suma cero, es bastante racional. Esos huecos de poder y peleas superficiales han hecho que en menos de un año la izquierda se reagrupe.
Veremos cómo procede este armado caviar. Los objetivos son claros, pero sin una fuerza unida capaz de desmentir y recibir suficientes golpes, podríamos vernos nuevamente como los eternos perdedores.
Lo peor es que, sin poder resolver nuevamente nuestras crisis políticas, ahora se avecinan nuevos problemas sumamente fuertes. Tanto en materia económica como en seguridad, los problemas cada día van creciendo, y ahora, con el foco en la matriz política, se vuelven a alejar las promesas para desarrollar una verdadera solución. ¿Qué haremos con las mafias que están acechando el país? ¿Qué pasará con la economía que no encuentra rumbo y no se levanta?
Lamentablemente, mientras se lucha por no perder los avances en materia política, los bolsillos de las personas comunes se ven afectados, y el miedo por transitar libremente se agiganta.