Perú se volvió irrespirable, incomestible, inhabitable. Podemos calzar tranquilamente con estos prismas con tan solo radiografiar el país de este cierre de año. Decadencia política, despelote social, recesión económica, terquismo ideológico y hasta regresión deportiva. Siendo un laboratorio al que le llegó su colapso, el reinicio se asoma como una urgencia, pero a la vez, partiendo de nuestra inanición representativa, como un peligro. Si no miren los paneles que se vienen distribuyendo en algunos puntos de Lima promocionando a Antauro Humala. Si no miren esa encuesta donde Aníbal Torres se volvió presidenciable. Parafraseando al escritor Ray Bradbury, es como pisar una mina todos los días cada vez que nos levantamos.
Solo esta última semana la crisis nos llegó en un paquete sin fondo. Todo arrancó con la guerra fiscal entre Marita Barreto y Liz Patricia Benavides. O de la primera contra la segunda. Este fuego cruzado se llevó de encuentro a la Defensoría del Pueblo, específicamente a su titular Josué Gutiérrez, el incondicional del fugitivo perulibrista Vladimir Cerrón. La fricción también le salpicó al desprestigiado Congreso, que ahora nos ha expuesto que ese cuadro de los Niños se habría bifurcado: hay hasta 3 grupos, según el reporte policial-fiscal Valkiria V. Incluso el mismo Ejecutivo también ha sido implicado en esta secuencia. Esto después que la fiscal Benavides denunciara constitucionalmente a la presidenta Boluarte y a varios de su comparsa ministerial, con el eterno premier Alberto Otárola en la cabeza, por las muertes en las protestas del inicio de año. Y para completar la neurosis (sobre todo del séquito antifujimorista, que se mueve en redes al ritmo de su paroxismo) hay posibilidades de que Alberto Fujimori salga en libertad. La última palabra está en un Juzgado en Ica, que paradójicamente ha sido vinculado con el Clan Paredes.
A estas alturas, ya no es posible ser indiferente a esta podredumbre, en todas sus aristas. Hasta el más apolítico debe ser consciente de que nuestras instituciones han implosionado. Sin embargo, tampoco se puede ser impasible frente a este direccionamiento que se viene movilizando en distintas plataformas. Aprovechando la crisis, un sector de la izquierda viene jalando agua para su molino tratando de llevar todo a un punto de no retorno con una manifestación. Los de siempre y como siempre. Ya hay fecha y lugar.
Este cúmulo de personajes, que torció el valor de la dignidad con su falsa carga moral y que tiene elementos orgánicos cómodos en la intermitencia como Verónika Mendoza, una vez más quiere incendiar la pradera para sacar a todos “por el pueblo y para el pueblo”. Ironía demencial. Se repite el chiste de mal gusto. Y curiosamente a poco de cumplirse el primer año del golpe de Estado de Pedro Castillo. Son tan ambivalentes y suicidas en su dinámica que a la hora de justificar esta nueva arremetida en las calles aterrizan un confesional contraste: “¿ya ven? ellos también son corruptos”.
Lamentablemente este escenario caótico debía pasar, estaba tardando. Hace rato estábamos en un piloto automático que progresivamente ha ido sacando al país de ese lugar privilegiado que teníamos en la región. Por lo tanto, sí, la profilaxis es necesaria. Sin embargo, cuidado con jugar a favor de esa izquierda sepulturera, cuidado con comprarles la pelea y una silla en su tribuna. Ya el tiempo nos ha enrostrado que los peores están ocultos bajo la careta de el falso buenismo. Ahora su consigna es evidente: quieren recuperar el poder. Y así, con la ruta de su insana unilateralidad y sus inaplicables propuestas, terminar de estocar al país.