La acumulación compulsiva no está regida únicamente por lo tangible: libros, álbumes, cuadros, bolígrafos. También puede ser inmaterial y, en simultáneo, futurista: por ejemplo, ese cúmulo de errores que se van concatenando gratuitamente y que estallarán en el mediano o largo plazo. Puede ser tranquilamente una rutina eventual de corte histórico y universal: nadie escapa de la genealogía de los desaciertos. Sin embargo, la situación se agrava cuando nuestras autoridades —un origen con mayor impacto— convierten la práctica en un régimen, con total naturalidad, como si estuvieran inmunizados contra la razón. ¿Un botón? La inscripción del movimiento político de Antauro Humala. Una negligencia con palabras mayores.
Empecé hablando de un almacenamiento de desatinos. Y sí, estos días se han venido ejecutando decisiones contranaturas desde distintos frentes. Desde el Ministerio Público —con la liberación, una vez más, de delincuentes, esta vez los del búnker de Pachacamac—, desde el Congreso —por los sueldazos que se autoasignaron mientras la pobreza sigue echando raíces—, desde el Ejecutivo —que sigue hablando tragicómicamente de un Perú perfecto que no existe—, de la Policía Nacional del Perú —que sigue siendo amagada por la delincuencia: roban en Yerbateros, secuestran a una niña, etc.— y así mucho más.
Sin embargo, esta vez me quiero referir específicamente al Jurado Nacional de Elecciones (JNE), liderado por el señor Jorge Luis Salas Arenas, quien se considera impermeable a las críticas, quien asegura que es víctima de un complot, a tal punto que llegó a ser escoltado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Bueno, desde el Registro de Organizaciones Políticas (ROP), que es parte de la institución mencionada, se dio luz vede a la inscripción como partido político del movimiento de Antauro Humala: Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros (A.N.T.A.U.R.O).
Es decir, quien quiso entrar al poder a inicios del milenio por medio de las armas con el “Andahuaylazo” —donde se asesinaron a cuatro policías; secuencia que terminó con la posterior encarcelación del etnocacerista— ahora tiene licencia para llegar al poder por las urnas. Todo esto pese a que este personaje, hermano mayor de Ollanta Humala, no ha reformado su ideario y se jacta de este cuantas veces pueda.
Solo en su última presentación en Tumbes, festejando este formalismo del JNE y después de autoidentificarse como un equivalente de Juan Velasco Alvarado, insistió en que va a “moralizar a la sociedad” fusilando a “presidentes corruptos (...) de derecha como de izquierda". También señaló que no le dará trabajo a ningún extranjero hasta que todos los peruanos tengan uno. Y, entre otros comentarios descabellados, apuntó que va a “bukelizar” el país “desde arriba hacia abajo”. “Y desde arriba se bukeliza aplicando la pena capital como extensión de la figura de traición a la patria, a la alta corrupción de los presidelincuentes”, sentenció.
El etnocacerista que no tiene ningún reparo en sentirse gratificado por haberse acribillado a quemarropa a agentes policiales en su asonada y que incluso declaró que se haría lo mismo con su hermano por venir siendo investigado por corrupción, sigue apostando por un radioactivo mensaje profiláctico, donde todos son los villanos menos él.
Este mensaje hitleriano, antisistema, para una coyuntura altamente polarizada, en la que la “mano dura” podría calar, debía ser combatido, cercenado. Pero no, en la tribuna del JNE, esquivos la realidad y centrándose en la tramitología, decidió declarar infundada la tacha contra la inscripción de este movimiento y ahora tenemos en la cola a un candidato que estuvo casi 18 años en la cárcel por los delitos de homicidio simple con dolo eventual, secuestro agravado, daños agravados, sustracción o arrebato de arma de fuego y rebelión, en agravio del Estado y un grupo de efectivos de la PNP.
Surreal. Suicida.
Perú es un experto en tocar nuevos fondos como si fuéramos una divina comedia con más de 9 infiernos.