Cuenta el evangelista y apóstol San Mateo que habrían pasado cerca de un año o dos a lo más del nacimiento de Jesús, que vinieron de oriente tres reyes también llamados “magos” los cuales buscaban al “rey de los judíos”, esto es a Jesús, para adorarle. Estos magos se guiaban por una extraña estrella —hoy se cree que podría haber sido un cometa— que los guiaba al lugar exacto de ubicación del niño Jesús. El rey Herodes I el Grande, tetrarca de Judea y otras tres regiones, muy preocupado por el nacimiento de este supuesto, “rey de los judíos”, averiguó gracias a los sumos sacerdotes y escribas, que dicho rey, esto es, el mesías, nacería en Belén de Judea. Llamó a los tres magos y les ordenó que tan pronto encontrasen al niño, le avisasen para él también ir a adorarlo. Guiándose por la estrella, los magos encontraron la casa en Belén, en donde vieron a María, a José y al niño, ofreciéndoles regalos dignos de un rey como oro, incienso y mirra. Una vez terminada la visita, fueron avisados en sueños que no regresasen a Jerusalén a informar a Herodes, sino que regresaran a su tierra en oriente, por otro camino, evitando ver a Herodes.
Una vez que se marcharon los magos a su tierra, un ángel avisó en sueños a José que de inmediato tomara al niño y a María, y huyeran a Egipto. Que se quedasen allí hasta que el ángel les avise. La razón de ello era que Herodes iba a buscar al niño para matarlo. Herodes no quería que alguien le quitara el trono -trono que por cierto era permitido con la anuencia de Roma- por lo que quería asesinar al niño. José mostrando una gran fe y confianza en Dios, preparó las cosas para el viaje y esa misma noche salió de Belén camino a Egipto. Como bien se podrán imaginar, se trataba de un viaje a lomo de mula, con un bebe de año y meses en brazos, que, desde Belén hasta llegar a las tierras de Egipto, significaba un viaje de varias semanas por fríos caminos agrestes y montañosos, para luego llegar a un gran desierto, cruzar la península del Sinaí, y finalmente llegar a las tierras del Nilo. Una distancia total de unos 800 kilómetros aproximadamente.
Mientras tanto Herodes, cansado de esperar el regreso de los magos y percatándose que éstos le habían engañado y no regresarían a verlo, se enfureció al sentirse burlado y dio la orden de matar a todos los niños de Belén y sus alrededores, que tuviesen dos años o menos, calculando de acuerdo a lo que le habían dicho los magos, que el mesías tendría unos dos años o poco menos. La matanza como se imaginarán fue espantosa. Muriendo decenas de niños menores de dos años, incluyendo bebes recién nacidos. Cabe mencionar que esta matanza concuerda con la personalidad cruel y ambiciosa de poder, de Herodes tal como lo narra el historiador Flavio Josefo. Este hecho trágico ha quedado registrado por San Mateo (3, 16-18), y la Iglesia Católica lo conmemora todos los 28 de noviembre de cada año, como el día de los Santos Inocentes. De allí que en ese día se reza por los santos inocentes fallecidos en aquel entonces, por orden de Herodes.
Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: ¿este lamentable hecho constituye un trágico acontecimiento que solo forma parte del pasado y nada más? Actualmente, hoy, en pleno siglo XXI ¿No se está repitiendo a diario el asesinato de santos inocentes, al realizarse cientos de miles de abortos en todo el mundo, esto es, cientos de miles de asesinatos de la manera más salvaje posible, del ser más indefenso, es decir, del niño por nacer? ¿No constituye acaso el asesinato de los santos inocentes un hecho lamentablemente muy actual que continúa ocurriendo a diario, a manos de miles de “Herodes” del siglo XXI? ¿Constituye acaso Herodes un personaje histórico del pasado o podemos afirmar que hoy en día, la figura de Herodes asesinando santos inocentes no natos, es muy actual y está muy presente en todo el mundo?
Que este 28 de diciembre, recordemos y recemos por los cientos de miles de santos inocentes abortados, esto es, asesinatos descarados, asesinatos reconocidos “legalmente” en muchas partes del mundo, asesinatos tratados cínicamente como un “derecho” al asesinato o irónicamente como un “medio terapéutico”, etc. Cientos de miles de santos inocentes asesinados a diario por una sociedad enferma en donde la “cultura de la muerte” es una realidad y un “derecho”. ¡La verdad es que Herodes no ha muerto, sigue vivo y sigue ordenando el asesinato de miles de santos inocentes! Y —¿Por qué no decirlo? — recemos también por los miles de “Herodes” que hoy siguen ordenando asesinatos (abortos) de miles de santos inocentes, para que reflexionen y dejen de matar, dejen de asesinar.
Que estas simples líneas sirvan de reflexión sobre la actualísima y lamentable realidad del día de los Santos Inocentes hoy, que al igual que hace dos mil años cientos de criaturas fueron asesinadas por orden de Herodes, hoy continúan siendo asesinadas, aunque suene duro decirlo… por orden de sus propias madres.