OpiniónDomingo, 31 de diciembre de 2023
Corramos apuestas: Pedro versus Javier, por Hans Rothgiesser
Hans Rothgiesser
Economista y periodista

En los años noventa y en la primera década del nuevo milenio, la izquierda no podía parar de comentar la situación económica y social del Perú. Constantemente salían sus usuales portavoces a brindar declaraciones con respecto a los apocalípticos efectos de un tratado de libre comercio, al incremento fantasma de la pobreza, al supuesto cierre masivo de las empresas, etc.Ellos tenían sus estadísticas, sus cifras, las cuales salían de sabe Dios dónde con sabe Dios qué proceso matemático.Quizás las más ilustrativas sean las cifras que Humberto Campodónico exhibía en su columna, con las que demostraba de manera supuestamente fehaciente que empoderar a Petroperú e invertir en la modernización de la refinería de Talara con dinero público era un excelente negocio por X, Y y Z.

Como Margaret Thatcher decía, el peor enemigo de un izquierdista no es un derechista, sino la realidad.Todas esas posiciones de esos portavoces se han ido demostrando erradas.Desde que el tratado de libre comercio con los Estados Unidos resultó ser ampliamente favorable para el Perú hasta que la pobreza sí se redujo en ese periodo.Y por supuesto, que empoderar a Petroperú y permitirle endeudarse más allá del límite que solía tener, resultó ser una terrible equivocación.Hoy en día, Petroperú es una empresa que no es rentable, más allá de todas las justificaciones que se inventen, y la multimillonaria inversión pública en la refinería de Talara resultó ser un desastre. Por supuesto que hoy sabemos lo que ya suponíamos en ese entonces: Que X, Y y Z eran mentira.Que las cifras en las que estaban basadas estaban cocinadas.

Por eso los portavoces de la izquierda ya no discuten cifras.Dicen que se vendieron las empresas públicas a muy bajo precio durante el gobierno de Fujimori, pero no mencionan las cifras.Si uno se las menciona, las niegan, por supuesto.Saben perfectamente que la data está en su contra y por eso mantienen la discusión en conceptos abstractos, como que esto no es justo, como que nos pica el ojo y esas expresiones que buscan generar sentimientos encontrados.No debe sorprender, pues, que se corran del debate con alguien que sí sepa.Porque saben que saldrán revolcados.

Se la pasan vociferando medias verdades y atacando a los que no comparten su ideología.Y están acostumbrados a salirse con la suya, por lo menos en el Perú, porque se lo hemos permitido.Se han acostumbrado a tratar con técnicos o con empresarios que le tienen horror a la controversia y que no les responden como deberían.Como antes.Por eso cuando Javier Milei —desde otro país, por supuesto— le respondió a Pedro Francke en abril del 2021, éste no supo qué responder.Para él era algo totalmente inesperado.

Algo que no había sucedido en décadas estaba sucediendo: Alguien de derecha estaba respondiendo a las difamaciones de alguien de la izquierda.Y no solo eso, sino que además lo estaba retando a un debate en tiempo real.Cara a cara, aunque seguramente a través de un zoom.Francke hizo lo único que sabemos que habría podido hacer: huir.Él sabía perfectamente que sus teorías y sus rollos no se sostienen en un debate serio.Que la data y la evidencia no están de su lado.Mucho menos el conocimiento económico vigente.Y que Milei, más bien, lo sabe.Así que fue muy gallito valiente para insultar y difamar, pero fue una gallina para dar la cara.

Preocupa, entonces, que ninguno de los que pretenden liderar a la derecha en los siguientes procesos electorales den la cara.Desde el punto de partida: Son incapaces de definirse a sí mismos como derecha, sino que se inventan nombres con cuatro a seis adjetivos y así disimular lo que pretenden o no ser.Ahí ya comienzan mal.Sean valientes y den la cara definiéndose como lo que son.En su defecto, no lo son, así que no nos hagan perder el tiempo.

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