China sigue ascendiendo como potencia global, bajo el liderazgo de Xi Jinping, a pesar de la ralentización en el crecimiento de esta economía que se ha multiplicado doce veces en los últimos 20 años. Pero la lucha por la hegemonía sigue desafiando los valores democráticos occidentales, planteando preocupaciones con sus políticas internas y también con la comunidad internacional.
El "sueño chino" de Jinping, centrado en la revitalización nacional, se ha convertido en el eje de su política, generando inquietudes.Su gobierno busca mantener la filosofía confuciana que aboga por el respeto, virtud personal y responsabilidad, con raíces en una burocracia imperial que fue evolucionando; persistiendo las jerarquías verticales características de los gobiernos chinos. Las nuevas políticas de Xi Jinping fusionan elementos confucianos con el marxismo europeo; los desafíos radicales de Mao con el renacer de Deng Xiaoping manteniendo las principales reformas económicas. Pero el autoritarismo, cada vez más radical, representa un peligro para el orden interno y relaciones internacionales.
China dice promover los "Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica" en su política exterior, establecidos por Zhou Enlai en 1950; sin embargo, en la práctica, busca consolidar su influencia global mediante una combinación de poder económico, influencia cultural y diplomacia. Pero la política exterior ha ido variando, aumentando las ambiciones geopolíticas, transformando el principio de no intervención en asuntos internos y coexistencia pacífica en una retórica con la que busca atraer a otros países autoritarios que se sienten identificados con los valores de la “Civilización Universal”.
Una de las características de la nueva estrategia China es la política del “soft power”, por medio de la diplomacia cultural, cooperación económica y promoción de su modelo de desarrollo para consolidar su influencia global. Sin embargo, surge la preocupación de la "trampa de la deuda" por medio de la cual China busca desarrollar una dependencia en los países receptores del financiamiento, que deben enfrentar duras condiciones contractuales. Estas condiciones muchas veces están sujetas al apoyo a China frente a organizaciones internacionales para favorecer su influencia hegemónica, buscando el respaldo a favor de los intereses de China en temas como la causa contra Taiwán.
Una contradicción es la política de no violencia y agresión, con la que en teoría rechaza la confrontación militar directa; pero en el tiempo ha desarrollado preocupantes capacidades militares y nucleares especialmente frente a las amenazas latentes contra Taiwán. La fórmula de "un país, dos sistemas" propuesta por Jinping para la reunificación con Taiwán genera escepticismo y temores, luego de los desafíos experimentados en Hong Kong.
Pero la principal preocupación se relaciona con la cercanía con regímenes autoritarios y la aparición de populismos, donde China respalda un modelo que coloca la responsabilidad sobre la libertad, el deber sobre los derechos, el grupo social sobre el individuo y teóricamente la armonía sobre el conflicto. Este enfoque desafía los valores democráticos occidentales y plantea una preocupante alternativa ideológica donde Xi Jinping afirma desconfiar de la democracia.
La ambición hegemónica de China, combinando poder económico, influencia cultural y diplomacia, plantea desafíos críticos para los valores democráticos. La visión de Xi Jinping, con su modelo autoritario, no solo amenaza la estabilidad; sino que propicia la proliferación de regímenes antidemocráticos en un mundo que enfrenta nuevamente una paz inestable. La comunidad internacional debe abordar esa realidad donde China continúa propiciando peligrosas alianzas.