El caso de Jeffrey Epstein, lejos de ser una representación del liberalismo, ilustra precisamente lo contrario: una flagrante violación de sus principios fundamentales. El liberalismo, a menudo malinterpretado, no es una licencia para hacer lo que uno quiera con poder y dinero; es, en su núcleo, un compromiso con la libertad individual y la responsabilidad personal. Estas ideas sostienen que la verdadera libertad no puede existir sin un sentido de responsabilidad, no solo hacia uno mismo, sino también hacia los demás y la sociedad en general.
La libertad, en el sentido liberal, no es simplemente la ausencia de coacción o la habilidad de actuar según los propios deseos. Es, más bien, la capacidad de vivir de una manera que respeta la dignidad y los derechos de todos los individuos. En este marco, los actos de Epstein son una perversión de la libertad; son ejemplos de cómo el poder y la riqueza pueden ser mal utilizados para subyugar y explotar, en lugar de empoderar y liberar.
En un mundo verdaderamente liberal, las acciones de cada individuo están enmarcadas no solo por sus deseos personales sino también por una consideración consciente del bienestar y los derechos de los demás. El respeto por la autonomía personal va de la mano con un reconocimiento de que nuestras acciones tienen consecuencias que se extienden más allá de nosotros mismos. El liberalismo, por lo tanto, implica una responsabilidad ética: la de actuar de manera que se fomente la libertad y la dignidad de todos.
En ese contexto, es importante abordar la carencia actual de anclajes sociales y morales sólidos. Bauman sugiere que en una sociedad donde las estructuras son fluidas, los actos de Epstein pueden haber sido facilitados por la falta de estructuras fijas y la erosión de los controles sociales. Estos anclajes incluyen principios éticos compartidos, normas culturales, leyes e instituciones educativas y religiosas, y otras estructuras sociales que colectivamente forman la base de una sociedad ordenada y coherente. Cuando estos anclajes son fuertes, proporcionan un sentido de continuidad, identidad y responsabilidad compartida.
Žižek podría argumentar que la cultura mediática y las percepciones públicas a menudo crean un velo de espectáculo y superficialidad, detrás del cual se ocultan realidades perturbadoras como las reveladas en este caso. Esto subraya la importancia de la transparencia, la rendición de cuentas y un estado de derecho que aplique equitativamente a todos, independientemente de su estatus o riqueza.
En este sentido, el liberalismo no se trata de permitir la libertad sin restricciones, sino de crear un entorno donde la libertad de cada individuo se nutra y proteja a través de la responsabilidad y el respeto mutuo. La tragedia del caso Epstein debe servir como un recordatorio de lo que puede suceder cuando se pierde de vista este equilibrio fundamental entre libertad y responsabilidad.