OpiniónDomingo, 21 de enero de 2024
El Extranjero, por Juan Carlos Lynch
Juan Carlos Lynch
Comunicador y redactor

Hola, crisis existencial. “El Extranjero” es una obra publicada en 1942 por el escritor francés Albert Camus. En ella, Camus narra y entreteje una historia sobre la filosofía de lo absurdo. El francés era un existencialista, quien comprendía el devenir del hombre: lo que puede llegar a ser en el desarrollo de su existir (sus actividades, costumbres, decisiones).

Su obra está contextualizada en finales de la Segunda Guerra Mundial, donde permanece una atmósfera de desesperanza y frustración en Europa; un sinsentido. Y aquí nace el personaje principal del libro. Un alma con indiferencia, apatía, inescrupulosa. Meursault, el narrador y protagonista, es preso de la rutina y mecánica de la vida (¿te parece familiar?). En la vorágine de las costumbres del hombre moderno, el individuo y su significado han sido devorados por la repetición sin propósito.

Al final, descubre que la vida es un sinsentido y que, frente a la práctica diaria sin estímulos, el placer cobra mayor sentido de bienestar, pero todo placer el finito. Hay que repetir para sentir. Pero es agotador. El personaje ha sido sumergido en apatía. Camus explicaba que el hombre lucha con un vacío (confrontación entre los deseos y la irracionalidad del mundo), por lo cual cada uno debe buscarle un sentido a su vida, pero que esta búsqueda solía ser insignificante, sucedida de repeticiones inútiles.

Meursault también se muestra indiferente hacia las normas sociales convencionales. Es por ello por lo que el clímax de la historia narra cómo al cometer un asesinato, no es nunca poseído por la razón, el remordimiento o la empatía. Carece en todo momento de reflexión sobre el aprecio a la vida. Todo parece simplemente ser absorbido por la inminente muerte.

“Ni siquiera tenía la certeza de estar vivo porque vivía como un muerto”.

Frente al quiebre del sentido de la vida, la debacle moral es el siguiente resultado. Sin una orientación, el hombre no mantiene congruencia y reposo entre sus pensamientos y acciones. Es preso del oportunismo o de los deseos, de sus pasiones y vicios.

Meursault parece indolente hasta de su propia existencia, ajeno a los valores y la moral establecida, un hombre que ha comprendido el sinsentido de la vida y que no busca hallar significado a algo que no lo tiene.

En su proceso de condena, Camus magnifica este carácter de insatisfacción por el vivir, o la apatía frente a la existencia. Si la muerte es la única realidad, ¿de qué me sirve ser bueno, malo, correcto o incorrecto?

El extraño (en la etimología “extranjero” deriva del francés antiguo “estrangier”, que significa extraño y del latín extraneus), aquel que no solo es ajeno a las directrices de la sociedad, sino ajeno a su ser, extraño de sí mismo, sin conocerse, sin reconocer sus virtudes o la posibilidad de ellas. Un extraño que no busca su propio significado será siempre un alma que deambula.

Frente a un mundo en el que la operatividad “hace al ser”, es decir, eres lo que haces. En la repetición uno encuentra -o cree encontrarla- su identidad. ¿Y si no? Y si Camus tenía razón. Quizás Meursault es el antagonista a la materialización de la vida. Es una ironía que muestra lo insatisfactorio que es el mundo para el hombre. ¿Hay más Meursaults en el mundo? ¿Cuántos han vendido su alma a la modernidad del trabajo inacabable?

Tal vez para Camus el ver la conmoción de la Guerra, el apremiante poder de la industrialización, la disolución del individuo, la desvalorización de la moral y el insignificante valor humano que proviene de miles de muertes en el siglo XX, llevo a considerar que nada tiene por qué tener sentido. No vale la pena buscar algo que no existe.

Y tú, ¿por qué haces lo que haces?

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