Cada año se reúnen en Davos, Suiza, las luminarias de nuestro planeta, los integrantes de una supuesta élite mundial, en el llamado Foro Económico Mundial, WEF, por sus siglas en inglés.El WEF es la criatura del ejecutivo alemán Klaus Schwab que, con inmensa habilidad, ideó una especie de CADE mundial, haciéndose inmensamente rico en el camino.
El señor Schwab es proponente de una particular filosofía económica y empresarial, cuya consistencia con el capitalismo liberal y democrático es harto discutible. La gran mayoría de asistentes no se detienen a reflexionar sobre este punto, interesándoles sólo la oportunidad para mejorar sus relaciones públicas personales y codearse al más alto nivel.
¡Si llegas a Davos lo has logrado!
Pues bien, ¿cuál es esa filosofía incompatible con el capitalismo liberal y democrático?
Se trata del llamado capitalismo de Stakeholders, término popularizado en todos los idiomas y que se traduce al español como “partes interesadas”.
Pero ¿quiénes son esas “partes interesadas” y que a se refieren con “partes interesadas”?
Partes interesadas son todas aquellas personas y entidades que tienen algún “interés” en las actividades de una empresa o en el desarrollo de un proyecto. Hasta aquí todo suena muy bonito, moderno, incluyente y democrático, pero no lo es.
El capitalismo se basa en el respeto a la propiedad privada y este sistema de partes interesadas relega a los accionistas de las empresas, es decir, sus propietarios, a una posición indistinta de la de cualquier otra persona. Hay que preguntarle a la “comunidad”, por ejemplo, o a la ONG que de conformidad a su estatuto defiende a los consumidores o a la universidad que queda en la zona. El Estado, por medio de sus autoridades competentes, también queda disminuido, pues le tiene que preguntar qué piensan, qué opinan, a todas estas partes interesadas, independientemente de lo que la ley diga.
¿Esto que les cuento, amigos lectores, les suena familiar?Obviamente que sí y justamente esta “filosofía” es la que está destruyendo la posibilidad de desarrollar emprendimientos privados en el Perú, por ahora principalmente en minería, pero eventualmente en todos los sectores.
Viendo las cosas de este modo, entonces, ¿porque tanto ejecutivo concurre gustoso a estos conclaves que promueven ideas incompatibles con la libertad económica? La respuesta, respecto de los que entienden lo que pasa, es sencilla, pues lo que se logra con estas ideas es que el poder económico pase de los dueños de las empresas a sus empleados, que lentamente se convierten en castas que se autoperpetúan y capturan las entidades para las que trabajan.
Parece una forma sutil de marxismo. ¿Para que recurrir a la violencia brutal de expropiar todos los medios de producción económica cuando, simplemente, lenta y sigilosamente, te apropias de su gestión, así, como quien no quiere la cosa?
Este es el verdadero contexto del brillante discurso del presidente argentino Javier Milei brindado durante su participación en el WEF, cuyas palabras iniciales fueron las siguientes:
“Buenas tardes, muchas gracias: Hoy estoy acá para decirles que Occidente está en peligro, está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente, se encuentran cooptados por una visión del mundo que – inexorablemente – conduce al socialismo, en consecuencia, a la pobreza. Lamentablemente, en las últimas décadas, motivados por algunos deseos bien pensantes de querer ayudar al prójimo y otros por el deseo de querer pertenecer a una casta privilegiada, los principales lideres del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad por distintas versiones de lo que llamamos colectivismo. (…)”
Sólo cito sus palabras iniciales porque resumen de lo que tratan las pláticas, las conversaciones en Davos. La gente que ha escalado a los más elevados peldaños en status y riqueza gracias al capitalismo liberal y democrático promueven ideas que, conforme se implementan, lo irán destruyendo.
Además, las demostraciones de frivolidad y mediocridad intelectual que el famoso foro emite son cada vez más escandalosas. Por ejemplo, el agosto que hacen los tratantes de prostitutas durante estas reuniones – ¿por qué no unas orgías mientras salvamos al mundo con señoritas de 2100 euros la noche?
Quizá este ejemplo no sea el mejor pues se trata de la más antigua profesión del mundo, pero el espectáculo penoso de una supuesta bruja, hechicera o sabe Dios qué, emitiendo sonidos y escupitajos sobre los rostros de unos panelistas, es decididamente patético. No puedo concebir como una persona que tiene alguna noción de auto respeto tolere ser parte de una payasada de ese calibre.
¿Puede acaso reconocérsele seriedad a personas que participan gustosos y aplaudiendo tamañas farsas?¿No tienen vergüenza? ¿Es que la necesidad de pertenencia a la gente cool del planeta es tan potente? ¿Es que lo cool, lo sofisticado es ahora inevitablemente ridículo y vergonzoso?
Razón tiene Milei: quienes deben defender el capitalismo democrático son los que lo están sepultando, en la mayoría de los casos, por pura frivolidad.