OpiniónMartes, 30 de enero de 2024
La actual crisis de autoridad, por Dante Wong
Dante Wong
Filósofo

Nos podemos preguntar: ¿qué hace que podamos vivir en comunidad? ¿Cuáles son las razones que nos permiten mantener una convivencia pacífica? En el Perú, ya hace un tiempo que vivimos preocupados de la delincuencia y la criminalidad. Se apela por un lado a la mano y dura y, por otro, a la mejora de las condiciones de vida de la población con el fin de así eliminar los motivos que llevan a delinquir. Sin embargo, sería preciso pensar cuáles son los motivos detrás del respeto a las leyes que permiten la convivencia.

Es preciso, por lo tanto, cavilar acerca de un término que hace tiempo ronda el debate público: a saber, la autoridad. Las personas comúnmente obedecemos las leyes no únicamente porque percibamos que de esa manera vayamos a vivir en paz. Tampoco se respeta la ley simplemente porque sintamos caridad hacia el otro. Lo hacemos porque adjudicamos autoridad a las leyes. Una de las acepciones del término autoridad refiere al prestigio y crédito que posee una persona o institución. Este prestigio tiene como fundamento un saber o conocimiento legítimo.

Este punto resulta controvertido, puesto que la tradición política que nos viene de Thomas Hobbes establece que la fuente de la ley es el poder mismo, eliminando así la autoridad como yo la estoy definiendo. No obstante, prosigo con la definición anterior. El poder no está legitimado simplemente por él mismo, sino por un saber. Antiguamente, el saber en cuestión era de origen religioso. Eran comúnmente las personas a quienes se le adjudicaba un poder y sabiduría de origen divino, quienes otorgaban legitimidad al poder político. La tradición occidental cristiana asumía que el poder venía de Dios para ser depositado en el monarca. Igualmente, el rey tenía que ser un buen cristiano para ser considero verdadero rey. Desde otro lado del mundo, en el Japón imperial, se creía que el Emperador era divino, porque había descendido del cielo. Algo parecido tenemos en la China imperial, dónde el emperador era considerado hijo del cielo.

Asimismo, toda sociedad requiere de algún tipo de fe para poder asumir el reto que representa el futuro y su incertidumbre. Los griegos acudían al oráculo de Delfos para que se les vaticinara el futuro. Los pobladores de la costa y sierra peruana acudían al oráculo de Pachacamac de manera similar. La fe, en la tradición judeocristiana, es un saber acerca de las realidades divinas. Estoy utilizando el termino de fe tanto en su acepción más general, como creencia en una realidad no visible, así como en su acepción propiamente cristiana, es decir, un saber revelado por Dios. Dicho en breve, el saber religioso en general establece parámetros, sobre los cuales se afirma la capacidad de una sociedad para afrontar los retos de la vida. Por esta razón, el origen de la sociedad es religioso.

La idea que trato de avanzar es la siguiente: la religión es la fuente de autoridad de una sociedad, es aquello que une a la sociedad y permite que familias e individuos tan diversos puedan concurrir en una misma estructura social. Asimismo, la religión es la fuente de la justicia, puesto que toda justicia presupone una serie de creencia de carácter religioso. Cuando una sociedad vive constantemente en el caos y el desorden quiere decir que se está dando una convivencia no pacífica entre diversas creencias y religiones que, a su vez, suponen fuentes de autoridad distintas.

En el Perú nunca se ha logrado un sistema que permita hacer convivir a las diferentes creencias religiosas. Es probable que un tal sistema no exista y no exista nunca. Sin embargo, la necesidad de uno se hace cada vez más necesario. Es interesante ver cómo los problemas que están naciendo en la Europa actual: de crisis de la migración y problemas relacionados con el auge del islam, muestran cada vez más como en el momento en que la base religiosa de la sociedad desaparece empiezan rápidamente a surgir problemas de autoridad.

La obediencia a la ley es una forma de piedad a algún dios. Cuando no se sigue adorándolo, la piedad desaparece; y con ella, el respeto por la ley. Precisamente, la modernidad europea quiso refundar la autoridad, ya no sobre un saber religioso, sino sobre uno estrictamente racional. Parece que la posmodernidad es la muerte de la autoridad fundada sobre la sola razón. La explosión de fanatismo que ha aparecido en occidente parece ser prueba de ello. Por último, no quiero decir que debamos volver al pasado, solo tener en cuenta sin autoridad no hay orden y sin orden no hay sociedad.

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