El expresidente Martín Vizcarra se encuentra arrinconado por la justicia peruana, al verse involucrado en una contundente investigación fiscal, que presuntamente lo involucraría como el líder de una organización criminal, conformada por su propia esposa y sus asesores más cercanos, respecto a los delitos de colusión agravada y lavado de activos, en relación con una serie de licitaciones de obras públicas viales.
Fuera de que ya existían abundantes sospechas y rumores no comprobados de que Martín Vizcarra había estado involucrado en este tipo de actos delictivos desde que estaba a cargo del Gobierno Regional de Moquegua, hasta el momento no se habían presentado pruebas tan contundentes como hasta ahora.
El Ministerio Público ha presentado varios testigos que señalan que se le habría entregado dinero en efectivo a Martín Vizcarra en maletines deportivos y en portaplanos, para lo cual se solicitaba que se apaguen las cámaras de Palacio de Gobierno, hecho que ha sido corroborado por el efectivo policial a cargo.
De esta manera, esperamos que se siga el trámite de acorde a ley en el presente caso, y se puede llegar a desenmascarar la verdad para que se haga justicia.
Sin embargo, la presente investigación genera una pizca de esperanza, fuera de cuál sea su resultado legal, esta puede marcar el final de la carrera política de uno de los personajes más oscuros de la historia reciente del Perú.
¿Cómo podemos olvidar que Martín Vizcarra llegó a la presidencia traicionando y complotando contra PPK?
¿Cómo podemos olvidar que Martín Vizcarra uso su poder para pintarse como un paladín de la lucha contra la corrupción, llevando a la detención y persecución de sus más grandes adversarios políticos, incluyendo a PPK, Keiko Fujimori, Alan García, entre otros?
¿Cómo podemos olvidar que Martín Vizcarra busco un baño de popularidad en un absurdo referéndum que término aprobando medidas extremadamente dañinas o innecesarias para el país, como la prohibición de la reelección de los congresistas, la introducción de una reforma electoral, incluyendo la figura de las PASO, que ya han sido derogadas, y cambiando solo en nombre del Consejo Nacional de Magistratura por una Junta Nacional de Justicia que le sea leal a sus intereses políticos?
¿Cómo podemos olvidar que Martín Vizcarra fue el primero que introdujo el cuento del adelanto de elecciones, medida que la izquierda mantiene hasta el día de hoy como una propuesta para desestabilizar a todo el país?
¿Cómo podemos olvidar que Martín Vizcarra quebranto el Estado de Derecho y cometió un Golpe de Estado al cerrar el Congreso de la República de manera completamente ilegal, hecho reconocido por el Tribunal Constitucional, forzando una figura legal de interpretación auténtica de la denegación fáctica, y dejando la cancha libre para que el golpista de Castillo intente replicar la misma jugada un par de años después?
¿Cómo podemos olvidar que después de haber cerrado el Congreso de la República, y gobernar por Decreto a gusto por meses, Vizcarra no se vio satisfecho y volvió a antagonizar a los nuevos parlamentarios, demostrando un completo irrespeto por el Poder Legislativo?
¿Cómo podemos olvidar que la gestión de Vizcarra durante la pandemia fue una de las más desastrosas en todo el mundo, presuntamente llevando a la muerte de cientos de miles de personas por la falta de oxígeno y capacidad del Estado de adquirir vacunas, donde se demostró que a este presidente le interesaba más vacunarse él mismo en las sombras, que ayudar al resto de peruanos?
¿Cómo podemos olvidar que las medidas optadas por Vizcarra durante la pandemia fueron tan drásticas que se terminó destruyendo el avance de casi 30 años de progreso económico, dejando en la pobreza a millones de peruanos y obligando a una generación entera de jóvenes a tener que abandonar el país?
En ningún país del mundo se utilizó la excusa de la pandemia para paralizar por completo la economía, como se hizo acá, cerrando restaurantes, hoteles, centros comerciales, negocios, entre otros, y hasta el día de hoy se pueden sentir las repercusiones de esta decisión.
Finalmente, ¿cómo podemos olvidar que incluso cuando fue correctamente vacado por el Congreso de la República, movió todo su aparato político para forzar violentas movilizaciones masivas en todo el país, que trajo la caída de Manuel Merino a menos de cinco días de que ocupe el cargo y la muerte de dos jóvenes?
Ya basta de querer endiosar caudillos que terminan volviéndose populares por quebrantar el Estado de Derecho e iniciar falsas cazas de brujas para perseguir a sus adversarios políticos.
Es innegable que sin Vizcarra habría sido muy difícil tener un Castillo, dado que, al erosionar las instituciones de nuestro país, los socialistas vieron una ventana perfecta para instalarse en el poder. Esta amenaza sigue latente hasta el día de hoy.
Sin duda, el Perú de hoy es un país mucho más pobre, fragmentado, inestable que el que Martín Vizcarra recibió cuando asumió la Presidencia de la República.
Corresponde a aquellos que defendemos la democracia no olvidar el gran daño que le ha hecho este oscuro personaje a nuestro país para que toda la sociedad civil se dé cuenta de que ya llegó el fin de Martín Vizcarra y que este debe pasar a los libros de nuestra historia como un error.