Este 3 de febrero recordamos el primer año de la triste partida de Juan Velarde Fuertes, ausencia que representa para Iberoamérica, no solo la pérdida de un invalorable erudito que dedico no pocas páginas de sus reflexiones a nuestra región sino, sobre todo, la pérdida de un amigo sincero de la idea de Hispanidad.
Desde los primeros estudios de Juan Velarde sobre la frágil constitución económica de la antigua Monarquía Hispánica se puede apreciar la importancia que tuvieron para la corona católica estos pueblos que incorporo a la cristiandad.
En ese sentido Velarde entendió que en “Las Españas”, como se conocían a esta vasta monarquía desde el barroco, era donde se debía buscar las raíces profundas de las realidades económicas de las nuevas naciones que se fueron creando como consecuencia de la secesión de aquel vasto imperio donde no se ponía el sol y del que, a pesar de los deseos del imperialismo anglosajón, nunca se alejaron completamente.
Por ello afirmaba en Iberoamérica, ultima hora (Época; 18 de octubre de 1999) que:
“La América Hispana siempre ha estado presente en el ámbito español, no solo en la etapa virreinal, sino en la que sique a la emancipación. Desde el punto de vista económico, sin embargo, las cosas cambiaron profundamente. En la primera de esas épocas, Hispanoamérica era la gran suministradora de plata, con sus ventajas para equilibrar el sector público y para salvar el déficit de la balanza comercial de España. Después se convertiría en la receptora de excedentes de mano de obra que no eran capaces de alcanzar una vida digna en nuestro país.”
Gracias a su importante libro Economía Iberoamericana como drama e Ilusión (Aranzadi; 2008), recopilación de artículos y ensayos, podemos recibir de Juan Velarde profundas y acertadas observaciones de los procesos económicos, sociales y políticos de nuestros países en las últimas décadas del siglo XX.
Indudablemente esta obra resulta ser la culminación de aquel interés por lo iberoamericano que surgió en el autor desde su juventud. El mismo nos explica que:
“Al concluir mi licenciatura en ciencias Económicas, en 1947, de pronto en ese mundo de búsquedas que existe a los veinte años, se alzó, ante mí, la existencia del mundo hispano…en los años 1947 y 1948 me convertí en uno más del grupo de la revista Alférez, y me dediqué a asistir a las reuniones que teníamos en la cervecería Grabinus. En ambos lugares había pasado a vivirse, con enorme intensidad, la realidad hispanoamericana, no solo como consecuencia de la reunión de Pax Romana en San Lorenzo del Escorial, sino por el planteamiento revolucionario del general Perón en Argentina.” (Aranzadi; 2008. p.25)
Y agrega que fue en el Colegio Mayor Hispanoamericano Nuestra Señora de Guadalupe donde:
“Tuve el primer contacto con iberoamericanos. Mucha impresión me causo una conferencia de Giraldo Sánchez, que había sido jefe Nacional sinarquista, relatándonos recuerdos del alzamiento cristero…; o al conversar con un joven, de la familia peruana Riva Agüero, que me aclaro, …, mil realidades peruanas;” (Aranzadi; 2008. p.26-27)
Explicándonos también que esta interesante reunión de textos se inició:
“A petición de Martin Santivañez, un brillante y joven profesor peruano, (y donde) he recopilado noventa y nueve últimos de estos trabajos míos. Los antecede, un artículo Dualidad peruana, publicado en Razón Española en marzo- abril de 1988, porque creo que, sin él, y que trasciende del Perú, muchas de las cuestiones tratadas quedan sin explicación.” (Aranzadi; 2008. p.26-27)
En el artículo mencionado Juan Velarde hace un brillante análisis del notable libro Desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Perú en la década de 1980 (IEP; 1984) del sociólogo José Matos Mar (1921-2015). En su análisis entiende que la nueva realidad peruana, el nuevo rosto nacido en la década de 1960, reflejo de un país fracturado entre una formalidad de minorías y una informalidad de mayorías lo que se constituye en metáfora no únicamente de solo un estado sino también de todo un continente.
A lo largo de este aleccionador libro vemos aparecer, en sus agudos análisis, a colosos económicos de la región como México y Brasil o a un simbólico Panamá, pero sobre todo se interesa y nos describe los pasos de los más importantes protagonistas de las políticas económicas del último medio siglo hispanoamericano: la heterodoxa Argentina y el ortodoxo Chile.
En ese contraste entre “el drama” y “la ilusión” logra observar a una tercera vía y en Nacionalismo iberoamericanos (Veintiuno. Revista de pensamiento y cultura; N. 57, 2003), toma como excusa las interesantes memorias de un amigo, el intelectual argentino Marcelo Sánchez Sorondo (1912-2012), para retratar una opción media que zozobró en el mundo de la bipolaridad.
También fue argentino otro gran amigo de Velarde Fuertes; Raúl Prebisch (1901-1986), secretario general de la CEPAL institución donde se gestó el “estructuralismo económico latinoamericano” al que el sabio asturiano califica como: “ideología” y “ultimo de los retoños… del ya añoso árbol del historicismo económico” (Aranzadi; 2008. p.157).
Para Velarde existieron tres Prebish; el joven estudiante nacionalista clásico, el teórico desarrollista y, por último, el pensador autocritico tras la crisis de la deuda.Este, el menos conocido, le parecía el más interesante. Pero más allá de las diferencias académicas, el espíritu generoso de don Juan propuso a la Academia Sueca el nombre del economista argentino como candidato al Premio Nobel (Aranzadi; 2008. p. 28). Es indudable que Prebisch fue una figura determinante de la Argentina y, en realidad, el verdadero arquitecto de la tragedia económica de esa nación desde 1930. Su mayor éxito parece haber sido endosar al peronismo sus graves responsabilidades al grado que hasta hoy en día se culpa a Perón (derrocado en 1955) de los males económicos que existían en 1973, cuando hubo 18 años de gobiernos seguidores de las políticas de la CEPAL.
Por contraste con el anterior, más afortunado ha sido otro amigo de Juan Velarde; Enrique Iglesias, personalidad que lideró la transición económica de la región de las políticas cepalinas hacia el orden y la estabilidad y, por ello, le hacia un reconocimiento en 2006 puntualizando que:
“Todo lo corono al ponerse al frente del Banco Interamericano de Desarrollo, etapa que mucho contribuyo a que, … apreciemos un despegue nada desdeñable en la economía iberoamericana” (Aranzadi; 2008. p. 443).
Ahora bien, sin duda alguna el amigo iberoamericano más cercano de Velarde fue Juan Vicente Ugarte del Pino (1923-2015) a quien había conocido entre los becarios del Colegio Mayor Guadalupe en 1948. Fue una amistad entrañable y cómplice. Cuando se reencontraban todos los presentes sentíamos que estos sabios maestros retrocedían en el tiempo, a sus años universitarios, y por ellos sus conversaciones entretejían la sabiduría de la edad con la vitalidad juvenil de quienes se conocen y aprecian toda una vida.
Compartió esta profunda amistad, otro amigo común, Antonio Lago Carvallo (1924-2013), también animador de la revista Alférez y de quien Juan Velarde, en sentido homenaje póstumo, se confiesa gran deudor en lo que a su relación con Iberoamérica se refiere. (Antonio Lago Carvallo. Un hombre de la concordia; 2019. p. 195).
Muy importante fue el decidido apoyo que Antonio Lago brindó a Juan Velarde cuando este fue elegido Rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida en 1974, como sucesor del célebre historiador y peruanista Vicente Rodríguez Casado (1918-1990). Por aquel entonces, Velarde conoció y trabó amistad con un joven estudiante que hizo el curso de verano de 1975, se llamaba Alan García (1949-2019), había llegado a España recomendado por su maestro Ugarte del Pino para estudiar con Antonio Lago y, años después, sería presidente del Perú.
Poco conocido es el magnífico libro que Lago Carvallo le dedico a Xenius, su maestro, titulado:Eugenio D´Ors. Anécdota y categoría (Pons, 2004) donde Lago recoge una idea profunda de Pedro Laín Entralgo (1908-2001):
“La anécdota pertenece constitutivamente a la fama del hombre egregio. Sin anécdotas es concebible una “obra”; no lo es una “fama”.
Y es que, al hacer una semblanza de un famoso como Juan Velarde, galardonado con el premio príncipe de Asturias (1992), esta idea es esencial pues él fue un gran protagonista de múltiples anécdotas, basta para ello leer el magnífico libro Testigo del gran cambio (Encuentro, 2016), pero, además, también fue un cazador de anécdotas que recopilaba incansablemente en unas celebres libretitas.
Gracias a don Vicente Ugarte pude conocer a Juan Velarde y Antonio Lago. Desde entonces los frecuenté cuando visitaba Madrid. También los vi en sus visitas a Lima. Don Juan lo hizo varias veces. Recuerdo un viaje en 2005 como consejero del tribunal de cuentas y luego otra visita académica en 2008 en la que estuvo acompañado de su esposa Alicia Valiente, una de sus hijas y tres de sus menores nietos y, que yo podría calificar de triunfal.
En esta visita realizada a inicios de 2008 fueron muy importantes sus conferencias en la cámara de comercio española y en la universidad donde compartió tribuna con el presidente del Banco Central Julio Velarde Flores con quien trabo inmediata amista no solo por el “parentesco” del apellido sino porque además decía que compartían las mismas iniciales “JVF”.
Pero la intervención más sonada de don Juan en el Perú fue una entrevista radial en la cadena RPP a la hora de mayor audiencia donde anunció que había que estar preparados para una crisis económica global de grandes dimensiones antes de terminar ese año.
Varios entendidos locales en temas económicos me aseguraron que había sido una exposición brillante pero muy exagerada, que las cifras mundiales eran estupendas y con esas proyecciones no había nada que temer. Hasta que llego el mes octubre de 2008 y la crisis norteamericana mostro la dimensión nefasta que Velarde Fuertes había pronosticado. Desde entonces los entendidos locales me empezaron a preguntar si había hablado con mi amigo el “profeta” español, y que le preguntase que vislumbraba en el futuro. En una conversación, tiempo después, le pregunte como había podido identificar con tanta exactitud esa crisis y me dijo que había seguido todas las estadísticas anteriores a la de 1929 y que, si bien había situaciones muy distintas, las cifras mostraban tendencias muy similares.
Gran lector, Juan Velarde siempre estaba consultando libros, en especial de temas y personajes que tuviesen alguna incidencia económica. Relativo a temas peruanos le entusiasmo mucho el libro de Guillermo Lohmann Villena (1915-2005), Plata del Perú, riqueza de Europa (FEC, 2004) y le dedicó una laudatoria recensión al libro de la economista Roxanne Cheesman titulado El Perú de Lequanda. Economía y Comercio a fines del siglo XVIII (IEP, 2011). También tuvo la generosidad de interesarse por las obras del canciller y ministro de hacienda de Simón Bolívar; José María de Pando (FEC, 2015) cuya compilación nosotros publicamos.
A finales del año 2015 recibió de Lima la noticia del fallecimiento de Vicente Ugarte y le dedico un emotivo homenaje titulado: España no puede olvidar a Ugarte del Pino. (Razón Española: N.196. Madrid, 2016. p.191) donde luego de hacer una extraordinaria semblanza del amigo desaparecido nos decía:
“La última tarea que he compartido con Vicente Ugarte del Pino, fue establecer lazos muy firmes con una de sus últimas creaciones: la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas”.
Y nada ha sido más cierto que la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas, correspondiente de la española, ha tenido en Juan Velarde Fuertes a uno de sus mayores promotores. No hay que olvidar que ella se fundó en 2008 luego de su viaje a Lima de ese año, y que su entusiasmo lo contagio a otros distinguidos académicos como Marcelino Oreja, quien viajó a Lima en 2012 para presidir la instalación oficial de las sesiones de la Academia Peruana, en una ceremonia realizada en el claustro de la Universidad de San Marcos que conto con un discurso inaugural ofrecido por José Matos Mar.
Del afecto que tuvo don Juan por la Academia Peruana, que él ayudo a crear, da cuenta una simpática anécdota ocurrida con motivo de la entrega que le íbamos hacer de su diploma y medalla como Académico de Honor. Resulto que por esos días Juan Velarde se encontraba internado en una clínica a raíz de un malestar menor. Nos preocupamos por su estado, pero no quisimos molestarlo, con su consabida energía nos insistió en que lo visitásemos para recibir de inmediato su insignia y, es así, como guardo con entrañable cariño una foto de él, en pijama, y con su medalla al cuello, muy contento de su investidura de académico peruano en el hospital.
Honda huella es la que deja este grande premio Príncipe Asturias y, porque no decirlo, un verdadero príncipe de los economistas. Y estamos seguros de que, esa huella, no se borrará, no solo de las ciencias económicas, sino tampoco de las humanidades pues, en muchos casos, para él, la economía fue casi un pretexto para tratar sobre la historia, la literatura, la sociología o las ciencias, pero sobre todo de lo hispánico sea esto en Guinea Ecuatorial o en esta Iberoamérica que no podrá olvidar a Juan Velarde Fuertes.