OpiniónMartes, 13 de febrero de 2024
La muerte de la autoridad científica, por Dante Wong
Dante Wong
Filósofo

En el artículo pasado defendí que toda autoridad se basa en un saber de carácter religioso. En este nuevo artículo quisiera clarificar cómo la autoridad de la modernidad, la autoridad científica se ha desarrollado y termina, luego, siendo desplazada por la filosofía postmoderna que no postula ninguna fuente de legitimidad más que el deseo individual.

En efecto, en plena modernidad, los conocidos como ilustrados, quienes eran racionalistas, crearon la distinción actual entre saber religioso y saber científico. Hasta entonces, la religión y la ciencia no habían tenido mayor conflicto. Ambas ocupaban espacios comunes y trataban sobre cosas parecidas. Un ejemplo es el filósofo clásico Aristóteles, quién habla sobre Dios en su libro sobre la metafísica.

Algo que caracteriza la modernidad es su suspicacia hacia la religión. La obra de Emmanuel Kant deja en claro que lo que corresponde a lo que él llama “razón pura” no es nada de tipo religioso. A partir de este momento, empieza una campaña de desprestigio hacia la religión. Los ilustrados pretenden expulsarla de la arena política, es decir, pretenden utilizar únicamente la ciencia como legitimación política.

Desde la ilustración se ha dado un intento sistemático por crear una sociedad cuyos fundamentos sean exclusivamente racionales. Una sociedad como tal no podría estar fundada en saberes de carácter religioso. El punto es el siguiente: toda sociedad necesita establecer parámetros incuestionables que sirvan de guía para las discusiones que puedan ocurrir en su seno. En la antigüedad, la autoridad de las figuras religiosas otorgaba el halo de poder necesario para generar consenso. Por el contrario, la ilustración inaugura la necesidad de clarificar racionalmente los propósitos propuestos por los ciudadanos.

Esta es una de las razones, por la cual las sociedades modernas rechazan adherirse a propósitos transcendentes: estos no tienen sustento racional, o al menos no únicamente racional. En el ejemplo de la sociedad occidental, esta deja de buscar el paraíso del evangelio (la Jerusalén Celeste) para ir únicamente en una dirección acorde a la razón de los ilustrados, los primeros progresistas. La utilidad, la riqueza, el bienestar, la igualdad se convierten en los únicos vectores de cambio.

Lo que yo llamo la autoridad de la ciencia tuvo un desempeño hasta hace poco magnifico en clarificar disputas inútiles. Este tipo de autoridad distingue entre dos accesos a la realidad: uno subjetivo (opinión) y otro objetivo (ciencia). De esta forma, existe aquello que es un hecho y, por lo tanto, no es cuestionable. Pero también existe aquello que es subjetivo, entonces, cuestionable y debatible. Esto es fácil de notar en nuestras conversaciones cotidianas, cuando hablamos de si esto es subjetivo o aquello es objetivo. Decimos, por ejemplo, que, si hace 30 grados, este valor es objetivo; pero la sensación térmica es un valor subjetivo.

El panorama actual ha cambiado casi completamente. Lo que antes era fácilmente demostrable apelando al sentido común y a la ciencia es hoy debatible. Esto se lo debemos a la filosofía postmoderna, la cual asevera que no hay verdad alguna demostrable: todo es relativo y fruto de una estructura de poder. Un ejemplo lo tenemos al escuchar que el tipo de urbanización necesita perspectiva de género o que el software de las cámaras tiene preferencias raciales.

El punto sobre el que quiero concluir busca hacer comunicable lo siguiente: el mundo occidental logró superar sus desafíos apelando a la ciencia. Sin embargo, el modelo de la autoridad científica que he mostrado ha sido severamente puesto en cuestión por la filosofía postmoderna. La dificulta que atraviesa la sociedad occidental para generar consenso tiene que ver con el hundimiento de la autoridad científica. Ya no hay un criterio que pueda dar credibilidad sin fisuras. Mas que un escepticismo, hay un nihilismo en el fondo de la cultura actual que no duda inteligentemente acerca del mundo, sino niega buscando destruir. Habrá que buscar una nueva fuente de autoridad.

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