OpiniónMartes, 20 de febrero de 2024
Filosofando, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi
Congresista de la República.

Unos pantallazos de supuestos chats del “filósofo” -que no pueden ser verificados porque no existe el teléfono desde el que se emitieron-, con un interlocutor desconocido, convenientemente difundidos por la prensa caviar, fueron suficientes para que en pocas horas la Junta Nacional de Justicia (JNJ) abriera investigación y de inmediato suspendiera a la fiscal de la Nación Patricia Benavides.

Ahora que el mismo “filósofo” ha revelado la oscura manipulación de ONG, periodistas y fiscales para perseguir arbitrariamente a sus adversarios políticos y proteger a sus amigos, la JNJ y el nuevo fiscal de la Nación marchan a paso de tortuga.

Pareciera que se toman su tiempo para filosofar sobre las profundidades ontológicas del ser.
Y solo han reaccionado luego que el escándalo fuera ya imposible de ocultar, incluso por la propia prensa caviar, que al principio no se dio por enterada.

En verdad, el “filósofo” ha confirmado con detalles interesantes, lo que se sabía o sospechaba. Por ejemplo, ha declarado que Romina Mella, adjunta de Gustavo Gorriti, tenía un escritorio en la oficina del fiscal José Pérez, donde revisaba carpetas fiscales supuestamente reservadas. Esa irregular situación no sorprende.

Hace 5 años revelé un incidente ocurrido cuando Pablo Sánchez era fiscal de la Nación. Él había ordenado al entonces fiscal de Lava Jato, Hamilton Castro, que se reuniera, en la sala adjunta a su despacho, con Gorriti y Mella, donde lo interrogaban y deslizaban orientaciones. Cuando Castro se dio cuenta que Gorriti lo grababa clandestinamente, abandonó la reunión. Sánchez lo sacó del caso. (“Desacuerdo con Odebrecht”, El Comercio, 9/2/19).

El punto es que el fiscal Castro no era maleable y no estaba dispuesto dejarse manipular.

Este y otros episodios destapados por la prensa independiente, no caviarizada, en estos años, mostraban esa impropia relación entre los fiscales, ONG, estudios de abogados, periodistas y políticos, todos asociados con el entonces presidente Martín Vizcarra -la coalición vizcarrista-, para controlar ilegalmente la fiscalía de la Nación y usarla como un arma contra sus adversarios, como Alan García y el Apra, y Keiko Fujimori y Fuerza Popular.

A los fiscales de la Nación que no se prestaban a su juego, los liquidaron, con una perversa mezcla de falsas acusaciones, campañas mediáticas de la poderosa prensa caviar y usando ilegítimamente el poder en instituciones del Estado. Así cayeron Pedro Chávarry y Patricia Benavides.

La mafia caviar ha usado ONG, universidades y sus contactos internacionales para, a través de cursos, postgrados, becas y viajes, penetrar el sistema judicial, la Policía Nacional y otras instituciones. (Ver el excelente artículo de Ernesto Álvarez, “El poder oculto al descubierto”, Expreso, 13/2/24).

Desmontar esa bien aceitada y financiada maquinaria no será fácil. Tienen inmensos recursos, carecen de escrúpulos y son perversos. Ahora que se han descubierto algunas de sus tropelías, están movilizando todo su capital humano, político y mediático para controlar los daños.

Hay que impedir que escondan otra vez sus siniestros tentáculos y que recuperen el poder que tan destructivamente han utilizado antes.

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/3SBSj3v

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu