El siglo XX trajo consigo dos enfermedades al mundo: el individualismo y el colectivismo. ¿Qué quiere decir cada una de ellas? Por un lado, tenemos una visión que promueve exclusivamente lo individual, lo que importa al yo y su circunstancia. Por el contrario, el colectivismo apunta a poner por encima de todo el bienestar del colectivo. Empero, en este artículo, nos centraremos en el individualismo. Esta manera de ver el mundo desplaza lo colectivo, lo que incumbe al grupo y sus interacciones. Pensemos en alguien a quién le importa un bledo lo que piensen, necesiten, requieran los demás. Lo que importa y quién importa es solo él o ella y sus propios intereses.
Ahora, ¿qué daño hace el individualismo a la sociedad?Adam Smith, creador de la teoría económica moderna, propone que el motor de la riqueza es el interés personal. Es gracias a este que llega comida a nuestras mesas y podemos disfrutar de los bienes que disfrutamos. En este sentido, podemos decir que este interés personal fomenta algo positivo: la riqueza. Sin embargo, el individualismo es algo distinto. Cuando hablamos de individualismo hablamos de una exageración, no de la justa proporción del interés personal.
El economista americano Paul Krugman nos comenta en su libro, Introducción a la Economía, que el mercado posee fallos. En líneas generales, el mercado funciona en base a los intereses individuales de sus actores. No obstante, hay veces en que esta lógica no se da del todo. Hay momentos en que el interés individual no favorece el equilibrio general del mercado. Krugman nos da un ejemplo con el tráfico. Cada vez que uno sale de casa hacia el trabajo con su automóvil genera retrasos para los demás, quienes también se dirigen al trabajo, por el simple hecho de sacar su propio vehículo. Cuando todos deciden sacar sus vehículos, porque les es más cómodo, la totalidad de habitantes de un lugar termina perjudicada.
Pero ¿dónde se encuentra claramente la exageración del individualismo? Esta se encuentra en sobredimensionar lo que compete únicamente al individuo. Una expresión de esto es la manía contemporánea por los pronombres de género. Detrás de esto, se encuentra un deseo inapropiado de controlar cómo los demás nos perciben. No es un derecho obligar a los demás a percibirme y nombrarme de una manera determinada que sea de mi gusto. Sobre este punto, hay una exageración de lo individual en detrimento del bienestar social general.
El individualismo impide el desarrollo de la sociedad en tanto que lanza demandas imposibles e inapropiadas. Aunque parezca contradictorio, detrás de muchas de las demandas en nombre de la igualdad podemos ver demandas en nombre del interés personal. Cuando ciertas personas piden que exista la maternidad subrogada, lo están haciendo a raíz de un interés personal, no del interés general. Cuando, se pide que los transexuales puedan ser operados con dinero estatal, se está pidiendo algo que solo incumbe a un pequeño sector de la sociedad.
El desarrollo de una sociedad depende de que esta sea capaz de encauzar un rumbo sólido de políticas que beneficien a la sociedad en su conjunto. El individualismo es una enfermedad que va corroyendo las estructuras sanas de la sociedad, a la vez que genera disputas y conflictos superfluos. La solución no está en eliminar el interés personal que es lo que mueve la economía y le da vigor, sino en eliminar el individualismo que es solo una manifestación exagerada.
Por último, quiero agregar que la corriente conocida como liberalismo no promueve el individualismo, sino solo la libre expresión del interés personal. Una cosa es tener la libertad política de decidir sobre la vida propia, aún si esto no es del gusto de los demás. Otra cosa es defender el interés propio más allá de límites evidentes. Está claro que el experimento social que es el liberalismo tiene y ha tenido expresiones negativas. Eso no quiere decir que el liberalismo sea, en esencia, esas expresiones. Recordemos que el socialismo ya probó su ineficacia, el liberalismo, solo su eficacia hasta en los momentos más difíciles.