OpiniónJueves, 29 de febrero de 2024
Contrataque, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

La derecha no se queda de brazos cruzados. La semana pasada tuvo lugar la gran cumbre conservadora en Estados Unidos, aprovechando la campaña electoral de Donald Trump para unas elecciones que no están tan lejanas. La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) reunió por primera vez a los grandes representantes de la llamada derecha alternativa. En este gran evento no faltaron los rockstars latinoamericanos como Nayib Bukele, Javier Milei y el cada día más popular Eduardo Bolsonaro. Cabe resaltar también la participación de Santiago Abascal y Vox en el mitin.

Entre las muchas conferencias y momentos del evento, uno de los puntos más destacados y resonantes, sobre todo en nuestro lado del mundo, fue el abrazo fraternal entre el presidente argentino Javier Milei y el exmandatario republicano, Donald Trump. Este encuentro inesperado demostró la enorme simpatía que ambos se tienen mutuamente. Al mensaje de Trump "Make Argentina Great Again" no le faltó el grito de guerra "¡Viva la libertad, carajo!" del argentino, en un video que ha dado la vuelta al mundo.

Pero, ¿qué nos dice este amical saludo? Pues algo que muchos liberales soft y derechistas tecnocráticos han tratado de disipar o simplemente no han sabido entender del mundo geopolítico actual. ¿Cuántas veces he escuchado decir que Milei no es Trump o que incluso las alianzas conservadoras que tiene son más que nada una suerte de simbolismo político?

Ciertamente, Milei no es Trump, pero tampoco podemos decir que sea algo colosalmente opuesto, ni ser tan crédulos como para pretender que sus alianzas o acercamientos con el grupo conservador internacional, como el Foro de Madrid, sean meramente algo "simbólico". Javier Milei tiene mucho de Donald Trump: son la nueva derecha, la cual no es estrictamente conservadora, sino más bien un abanico de diferentes vertientes cuya característica es la oposición al progresismo y todas sus implicancias colectivistas.

¿Cómo se configura?

La llamada nueva derecha o derecha alternativa, a diferencia de la tradicional, se configura en base a un punto concreto que es la lucha acérrima contra el progresismo. Si tuviéramos que dibujar un diagrama, podríamos comprender que existe una intersección entre tres grandes cuerpos políticos derechistas: liberales, conservadores y nacionalistas (o patriotas).

Dicha intersección claramente es la tajante defensa de la ciudadanía ante las políticas autoritarias que desde el Estado la izquierda globalista está ejerciendo en el mundo occidental. Políticas de género, feminismo radical, inmigración descontrolada, estado de bienestar insolvente y ecologismo salvaje son las nuevas caras de una izquierda que en su reconstrucción dejó a un lado la vieja prédica socialista de proletarios vs capitalistas para adentrarse en un mundo postindustrial.

Si bien estos tres grupos tienen líneas de pensamiento muy diferentes, todas llegan a la misma conclusión, bajo sus diferentes ideales, de que en los estados modernos de la actualidad impera la izquierda. Para los libertarios, el remover al Estado de la política ha sido siempre su fundamental lucha, pero en estos tiempos dicha lucha se ha hecho más visible en la manera en que las políticas progresistas han comenzado a ganar más poder y a someter con mayor fuerza, pero menos visibilidad, a la población. Para los conservadores, el progresismo es una amenaza a la cultura y la familia; para estos, que la política comience a dinamitar el orden social judeocristiano que ha permitido las bases morales occidentales es, desde luego, una amenaza radical a sus principios. Por último, el nacionalismo, bajo la idea de salvaguardar la nación y a sus participantes, se ha visto totalmente atacado por las nuevas injerencias relativistas que abogan por la indeterminación nacional, separatismos y oleadas migratorias sin precedentes.

Por ende, ya sea que cada uno de estos grupos contenga en sí mismo sus razones para luchar contra la izquierda progresista, al final todos concluyen en que el Estado debe sacar las garras del ciudadano común, dejarlo vivir respecto a sus principios y trabajar en orden de la realidad social, no de la ideología de moda. En suma, liberales, conservadores y nacionalistas están de acuerdo en algo muy puntual: solo achicando el Estado es que dichos programas comienzan a temblar y la injerencia progresista podrá cesar.

De momento, liberales como Milei, conservadores como Trump y patriotas tradicionalistas como Santiago Abascal comulgan en un mismo objetivo: quitarle la navaja al mono progresista y limpiar la política de toda la telaraña progresista, que en estos años, a punta de nuevas leyes y burocracia, ha conquistado la mayor parte de Occidente, de manera lenta y sin mucho ruido. Actualmente, la nueva derecha no sigue los comportamientos de sus antepasados, por el contrario, une fuerzas alternativas, se dan la mano y juegan en equipo. Es la única forma.

“Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, sólo algo vivo puede ir contracorriente” – G.K Chesterton.

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