La escalada del dengue en Perú, con más de un cuarto de millón de afectados en el último año, es un síntoma de una enfermedad más profunda que aqueja a nuestra sociedad y a nuestro Estado. Este desafío sanitario, exacerbado por el cambio climático y la pobreza, es el resultado de años de negligencia, falta de planificación y una alarmante desconexión entre las políticas públicas y las necesidades reales de la población.
El cambio climático es un factor que no podemos seguir ignorando. La falta de políticas ambientales efectivas y la persistente degradación de nuestros ecosistemas han creado las condiciones perfectas para la proliferación del mosquito Aedes aegypti. Sin embargo, la respuesta del Estado ha sido, en el mejor de los casos, tibia y descoordinada, sin una visión a largo plazo que aborde las raíces del problema.
La pobreza y la desigualdad, por otro lado, son el caldo de cultivo ideal para el dengue. Las comunidades más vulnerables, aquellas sin acceso a servicios básicos como agua potable y saneamiento, son las más afectadas. La falta de inversión en infraestructura y la ausencia de políticas sociales inclusivas han perpetuado un ciclo de pobreza y enfermedad que parece no tener fin.
La educación y la concienciación pública son fundamentales en la lucha contra el dengue, pero aquí también fallamos. Las campañas de prevención son esporádicas y a menudo no llegan a las comunidades más necesitadas. La falta de una estrategia de comunicación efectiva y de un enfoque basado en la comunidad ha limitado seriamente nuestro alcance y nuestra eficacia.
El sistema de salud, por su parte, está desbordado y mal equipado para enfrentar esta crisis. La detección temprana y el tratamiento oportuno de los casos de dengue son una utopía en muchas áreas del país. La falta de recursos, la burocracia y la desorganización han convertido a nuestro sistema de salud en un gigante ineficaz que no puede proteger a la población de esta amenaza.
La investigación científica es otro frente en el que estamos perdiendo la batalla. La falta de inversión en investigación y desarrollo ha dejado a Perú a la zaga en la carrera por encontrar soluciones efectivas para prevenir y tratar el dengue. Sin una base sólida de conocimiento científico, estamos condenados a seguir luchando contra esta enfermedad con las manos atadas.
La cooperación internacional es una luz de esperanza en esta oscura realidad. Sin embargo, la dependencia de la ayuda externa para enfrentar un problema tan grave es un claro indicador de nuestras propias deficiencias. Es hora de que Perú asuma la responsabilidad de su futuro y trabaje de manera proactiva para construir alianzas internacionales basadas en el respeto mutuo y la cooperación.
En resumen, la crisis del dengue en Perú es un llamado de atención para todos nosotros. Es el momento de que el gobierno, la sociedad civil y el sector privado se unan para enfrentar esta amenaza con seriedad, responsabilidad y un compromiso real con el bienestar de la población. Solo así podremos esperar construir un futuro más saludable y equitativo para todos los peruanos.