El mito de la caverna de Platón es una de las alegorías más representativas del mundo de la filosofía, dejando su sello en las culturas occidentales. Esta parábola se encuentra en el libro VII de La República y la inquietud que motiva al griego a describir este escenario era la educación.
Platón es conocido por ser el filósofo de “las ideas”, es decir, que él creía que existían entes absolutos, inmateriales, inmutables, ideas. Por ejemplo, la justica, el amor, la felicidad, la bondad o la virtud. Estas ideas universales se trasladan al plano físico y se reflejan en actos.
Lo que buscará Platón en el mito era dar a entender que uno es prisionero en cuanto es “atrapado” por el mundo sensible, preso de sus opiniones, dejando de lado las verdades. Es una representación sobre la valoración de conocimiento, pero no necesariamente del verdadero conocimiento. La liberación se da, entonces, al encontrar lo absoluto, las ideas; el bien.
La caverna, entonces, es la prisión de la apariencia. Y, los prisioneros se encuentran en el fondo, encadenados, donde no se les permite ver hacia otro lado, solo hacia la pared. Dentro de la caverna hay una fogata encendida y, gracias a la luz del fuego, en la pared se proyectan sombras, que reflejan lo que existe en su mundo; es decir, que esas sombras representan su realidad, son la realidad para ellos.
El prisionero es preso por no conocer la verdad, la realidad. Vive en la caverna, se alimenta de ella. La libertad está del otro lado. Salir y avanzar hacia el bien es lo hace a uno libre. Una vez que el prisionero puede darse vuelta y ver el fuego, se da cuenta de que su realidad es simulada. No es orgánica. Es un supuesto. Por ende, se interroga y decide buscar lo verdadero.
El individuo emprende el camino hacia fuera de la caverna. Un camino de liberación. Una vez llega al exterior se vislumbra una nueva vida. Y el hombre encuentra, además, una misión: el exprisionero desciende de nuevo hasta el interior de la caverna para liberar al resto de los prisioneros. Es así como Platón explica su idea de que el hombre es prisionero mientras vive en el mundo sensible y sus valores. Su liberación es descubrir el mundo de las ideas.
-Posmodernidad, posverdad-
¿Será posible que hoy, en la época del posmodernismo, hemos vuelto a la caverna y hemos evitado ser iluminados por la verdad? Hoy vivimos en la posverdad: nada es absoluto. Todo es “lo que sientas, lo que tú decides sobre la realidad”. No hay una orientación hacia la verdad que ilumine, sino hacia la verdad que es condescendiente.
La vida líquida se caracteriza, según Bauman, por ser una “cultura del desenganche, de la discontinuidad, del olvido”; una cultura que no educa en la reflexión en profundidad, ni en la actitud de búsqueda, sino en la ojeada fugaz.
Platón, haciendo énfasis en la que el hombre, para educarse, debe de estar en búsqueda de la verdad, en camino del bien y prestos para “salir de nuestra realidad”. Quizás, hoy hemos vuelto a la caverna. ¿Podremos salir?