El último fin de semana, pasé por uno de los famosos peajes de Rutas de Lima, con tan mala suerte, que en ese momento no traía conmigo efectivo necesario para pagar los famosos S/7.50. Ante ello, recordando haber cancelado otros peajes a través de un P.O.S., intenté pagar con tarjeta de débito u otra aplicación; pero todo fue inútil, pues para variar, los derechos de paso de carretera en el Perú, se siguen pagando en efectivo, con los mismos métodos de mediados del siglo 20. Afortunadamente, en ese momento se me entregó un boleto de reconocimiento de deuda que pude cancelar el mismo día al pagar el peaje de regreso (Luego de sacar dinero de un cajero).
Este hecho me hizo reflexionar, es decir, cuántos servicios equivalentes continúan siendo igual de arcaicos, pese a corresponder a servicios que cuentan con una supuesta imagen o referencia de modernidad. Así, pude recordar que el pago de las tarjetas del “metropolitano” en las máquinas para la recarga de tarjetas únicamente funcionan de manera presencial, y por su puesto en efectivo.
Lo mismo pasa en con las tarjetas del tren eléctrico donde solo las ventanillas atienden el pago de recargas con tarjetas de débito, lo que constituye dinámicas absolutamente retrógradas o irracionales, si tenemos en cuenta la cantidad de aplicaciones en los celulares que fácilmente podrían hacer una interfaz con los sistemas de pago de cualquier a de las concesiones antes mencionadas y con ello no solo ahorrar tiempo a los usuarios, sino además reducir el riesgo de fraudes en las correspondientes transacciones.
¿Qué sentido tiene comparar una tarjeta con un código único de identificación, el cual no sirve más que para colocar dinero en efectivo por parte del emisor de la tarjeta?; peor aún, ¿cuál es la razón para que una tarjeta de débito de uso exclusivo para un servicio, no pueda ser desactivada en caso de robo o pérdida, para la correspondiente salvaguarda de los saldos restantes de quienes son sus usuarios? Es más, el hecho de que la tarjeta sea para el uso exclusivo de estos servicios no pueda ser objeto de cancelación y/o protección como un chip de celular genera la suficiente desconfianza en sus usuarios para que solamente coloquen en las mismas, montos menores que se transforman en la innecesaria generación de colas diarias para las recargas constantes.
El caso de los peajes es aún peor, si no acaso ridículo (más si vas de paso por Lima); pues si los conductores quisieran “evitar la cola” de pago en cada concesión, tendrían que adquirir un chip de identificación con la correspondiente modalidad de pago (recarga, crédito directo contra una tarjeta bancaria o crédito liquidable cada 7 días), para distintos sistemas o aplicativos; así por ejemplo para pasar desde Puente Piedra hasta Mala -sin perjuicio de los precios abusivos de los peajes- están 2 pagos para rutas de lima con “e-pass”, un pago a Línea Amarilla con “Pex” -en medio de las 2 de Rutas de Lima y un tercero con “EasyWay” para la concesionaria CoviPerú en Chilca. Es decir, una incoherencia absoluta, por no decir que es un imposible de gestionar.
Así, la pregunta cae por su propio peso; ¿Cuál es el criterio utilizado por nuestras autoridades para generar tantas barreras burocráticas? Es decir, ¿por qué no podemos simplemente consolidar sistema de recaudación o identificación de usuarios y agilizar los mecanismos de cobro como en otras partes del mundo, donde estos procesos están prácticamente automatizados? ¿Es que somos fanáticos, adictos o entusiastas de hacer colas? Una sola tarjeta con recarga directa desde las aplicaciones bancarias es suficiente para el transporte público. Igual en el caso de los peajes, un sistema automático para el cobro por paso de autos también es suficiente, que sean el crédito de cada conductor/propietario de vehículo él pague a cada concesión. El primer gobierno de Alan G. debería habernos curado permanentemente de estas contingencias innecesarias.
Se entiende que no hay mejor ingreso que el dinero en efectivo, pero siendo que en la actualidad hasta los puestos del mercado permiten pago por aplicación, no nos podemos permitir el lujo de perder el tiempo para recargar antes de subir al bus, o peor aún gastar combustible y contaminar con autos haciendo colas para pagar con sencillo a contra entrega de un recibo que bien puede enviarse por correo electrónico.
Volviendo a nuestra frustrada modernización, creo que ya es tiempo de que el Estado y sus servicios vayan acomodándose a estos tiempos, pues la única entidad que parece manejarse en concordancia con estos tiempos es la Sunarp (Registros Públicos), porque hasta para la declaración de impuestos ante SUNAT, existe un sistema poco amigable si no hasta confuso para los contribuyentes.