OpiniónDomingo, 17 de marzo de 2024
¿La China avanza?, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

No me refiero a Isabel Preysler, alias la China, que con Mario, por primera vez no pudo, como atestigua Los Vientos, ese cuento corto terrible y desgarrador que nos regaló, llenando a sus lectores de angustia sobrecogedora, como una de sus últimas producciones literarias.

En esta ocasión, me refiero a la China y el Partido Comunista Chino, cuyos avances sobre el Perú deben generar preocupación, no desgarradora pero sí existencial, frente a los cuales se observa una increíble indiferencia de empresarios y de muchos preclaros burócratas.

La China no sólo acapara operadores del sistema eléctrico e infraestructura crítica, pondría también su puntería sobre el sector financiero. Todo esto mientras su gobierno se muestra cada vez más belicista, sugiriendo que el mundo marcha a trompicones a una terrible y, gracias a Dios, hasta ahora solo probable confrontación.

Recordemos que la abrumadora mayoría de las inversiones chinas se han hecho por medio de empresas estatales, controladas al nivel más alto por Comisarios Políticos del Partido Comunista; y, que las privadas, dentro de su sistema de fascismo capitalista, están subordinadas a los dictados de Xi Jinping.

Mi memoria prenatal para registrar, guardar y ordenar recuerdos, me remite a la Doctrina Calvo, tesis jurídica decimonónica, de autoría de un famoso jurisconsulto uruguayo, según la cual los inversionistas en Sudamérica no podían recurrir a la protección diplomática. Ello en una época que lo único que disuadía a su Majestad Británica, al Káiser o a la República Francesa de mandar buques a imponer sus pretensiones, era la beligerancia de los EE. UU. al respecto.

Hoy los gringos, se debaten sobre qué es una mujer, si puede haber hombres con vagina y mujeres con pene, lo que, de persistir, augura su irrelevancia futura. China observa entre complacida, atónita y divertida estos desarrollos. Su conducta predatoria sólo puede resistirse mediante la fuerza por lo que unos EE.UU. consumidos en frivolidades fortalecería su posición.

Volviendo al tema de una confrontación bélica, en estos tiempos de Marte ascendente, me viene también a la memoria el famoso libro de Samuel P. Huntington, escrito en respuesta a Fukuyama y su tesis triunfalista del Fin de la Historia. En este Huntington predecía una Guerra entre Civilizaciones desencadenada por la invasión de Taiwán.

Según Huntington, esta guerra sería la gran oportunidad de América Latina, pues al no considerarla parte de la Civilización Occidental, la observaría la guerra desde una confortable distancia.

Pues bien, Huntington se equivoca no sobre la posibilidad de una guerra, alta más no ineludible, pero sí sobre que Latinoamérica no es parte de occidente y que podría observar la guerra distante y relativamente incólume. La penetración china en nuestras costas es parte de un designio estratégico, que, ciertamente, debe contemplar escenarios bélicos.

No me explayo demasiado (en esta ocasión) sobre esa displicente argumentación de que Latinoamérica no es parte de Occidente. La Civilización Occidental tiene una vertiente Protestante y otra Católica Romana, pero el viejo odio anglo a España se infiltra en la obra de Huntington, como también el desprecio a los hispanos.En todo caso, América Latina integra la parte católica de Occidente y, en una confrontación civilizacional con China, no le conviene el triunfo de esta última.

En este contexto, la posición internacional del Perú tiene en la China uno de sus grandes desafíos. No pretendo sugerir un camino de confrontaciones, pero sí el reconocimiento de la amenaza existente.Se vincula a las economías grises y a regímenes delincuenciales como el venezolano y el del MAS en Bolivia que buscan convertir a nuestro continente en una tierra de nadie donde campee el narcotráfico y la minería ilegal, para administrar dadivas a millones de hambrientos convertidos en súbditos de tiranos.

Estemos atentos.

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