OpiniónViernes, 22 de marzo de 2024
Bicameralidad en el Perú: ¿Beneficiosa o perjudicial?, por Ignacio Urquiaga

El último 20 de marzo se publicó en el diario El Peruano la modificación de los artículos de la Constitución vinculados a la restitución del Senado y por tanto del sistema bicameral en el Perú. El proyecto que fue presentado por Martha Moyano fue aprobado en el Parlamento con 93 votos en total el último 6 de marzo. Debemos recordar que el Senado debería traer distintos beneficios, por lo menos a nivel teórico hay un desarrollo académico bastante complejo que permite comprender porque es necesario tener una segunda cámara. Sin embargo, esta teoría, principalmente de corriente anglosajona, debe ser aterrizada al contexto peruano y debemos aplicarla a nuestra precaria realidad política.

John Stuart Mill fue un liberal inglés del siglo XIX, quien escribió un libro titulado “Consideraciones Sobre el Gobierno Representativo”. En dicho texto plantea por qué es más conveniente un parlamento bicameral y los beneficios que el mismo trae para un régimen de democracia representativa. La doble cámara, constituida por una cámara de diputados y senadores, genera que exista un control mucho más efectivo de los poderes dentro del Parlamento, asimismo balancea y desconcentra el marco de acción que pueda tener solo una cámara. Es vital que el grupo de personas encargado de legislar no solo tome en cuenta su propia opinión o intereses individuales, sino que tenga una segunda opinión y grupo que pueda limitar el poder de estos. En este sentido se evita caer en el poder absoluto, que, como dijo Lord Acton, siempre termina corrompiendo absolutamente.

Por otra parte, la bicameralidad también fortalece el equilibrio de poderes, principio planteado en un inicio por John Locke y Montesquieu. Especialmente en el caso peruano en donde constantemente vivimos la situación desestabilizadora en la cual el presidente tiende a amenazar al Congreso con cerrarlo o disolverlo, tal como se vio durante el 2019 cuando Martín Vizcarra disolvió el parlamento en aquel momento o de forma más reciente pero fallida con Pedro Castillo. El presidencialismo peruano puede mejorarse definitivamente al garantizar un equilibrio de poderes en el cual el presidente no podría disolver la cámara de senadores, y también tomando en cuenta que el Parlamento se autorregularía y sería mucho más responsable a través del debate e intercambio reflexivo entre ambas cámaras.

Toda esta primera argumentación a nivel teórica sin embargo solo se sostiene cuando los senadores tienen algunas características básicas. Por ejemplo, los senadores deben ser personas que tengan un conocimiento de lo legal superior al de los diputados, asimismo deben tener más experiencia a nivel profesional y por supuesto no tener antecedentes penales. Se supone que si son la cámara reflexiva por la que se filtran las leyes deben ser personas lo más preparadas, profesionales y probas posibles.

Pero la ley actual que ha sido aprobada por el Congreso peruano plantea entre otras cosas que quienes han sido parlamentarios puedan postular al Senado sin pasar por el requisito de la edad mínima de 45 años. Asimismo, no hay requisitos mínimos profesionales o laborales para postular al Senado. En un contexto como el peruano esto es abrir las puertas para que personajes como “Chabelita” o Guido Bellido postulen y si consiguen los votos, entren al Senado. Ciertamente el poco o nulo conocimiento de estos sobre la legislación peruana sería perjudicial a la hora de deliberar y debatir sobre leyes complejas. Literalmente no tenemos ninguna garantía de que nuestro futuro Senado realmente cumplirá el objetivo de ser una “cámara reflexiva” ni mucho menos un buen filtro a la hora de pasar las leyes. Por lo menos sabemos que si se intenta cerrar el Congreso el Senado permanecerá y la situación será menos dramática, pero eso no implica mayor calidad de senadores.

Solo queda intentar concientizar a la población de la importancia del Senado como institución y por qué deben votar por los candidatos más preparados y probos posibles. El elector tendrá la última palabra. Como bien dijo Martha Hildebrandt en una entrevista con Jaime Bayly: “Tenemos un Congreso que no sirve para nada, pero lo eligió un pueblo que no sirve para nada”.

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