Cuenta Shakespeare que cuando el emperador romano, Julio César, volvía a la ciudad de todos los caminos, un adivino le acarició una advertencia en el oído. “Cuidado con los idus de marzo”, le dijo. En el idioma original, el de Carlos, suena mejor. “Beware the ides of march”. Con el cambio de idioma, casi siempre, la belleza fonética y los significados terminan Perdidos en Tokio.
Los idus de marzo representaban una fecha. El 15 de marzo, mediados del mes o, como se dice equivocadamente, “quincena de marzo”. Esa sería la fecha en que finalmente Julio César sería traicionado y asesinado. Hace 4 años, nos hizo falta un presagiador que pudiera advertirnos de una traición colosal. ¿O sí lo hubo?
El 15 de marzo de 2020 fue un domingo. Lo recuerdo bien. Creo que muchos peruanos deben guardar ese lamentable día, sin mucho esmero, en el archivo de su memoria, junto con el también 15, pero de agosto de 2007 o la mañana después del 17 de diciembre de 1996. Martín Vizcarra, entonces presidente de la República, anunció lo que sería la cuarentena peor manejada del mundo, la cual dejaría un saldo de más de 200 mil peruanos.
Lo aplaudieron, lo mimaron y hasta le cantaron happy birthday. Incluso, hasta ahora, sobran los caviares que se hacen de la vista gorda con su pésima gestión y con las millonarias acusaciones de corrupción que tiene, el Lagarto, en su haber desde que fuera Gobernador de Martingrado. Siguen alzándolo en brazos por haber cerrado inconstitucionalmente el Congreso y se vanaglorian de haber salido a marchar luego de su justa vacancia. Son incapaces de ver el puñal en sus espaldas para alzar la voz: “¡¿Et tu, Brute?!”.
Algunos avances ha habido en los últimos 4 años para tratar de llevar a Vizcarra al patíbulo civil, pero son viscosos y escurridizos los reptiles intocables. Recién irá a juicio por presuntas coimas cuando era gobernador. No veo las horas de poder prescindir de ese “presuntas” cuando me refiera a quien tiene 16 denuncias constitucionales en trámite en el Congreso.
Tiene también, el bebito fiu fiu, dos inhabilitaciones para ejercer cargo público que van hasta los 10 años, pero el señor cuenta con un partido y hace proselitismo sin remordimiento. Trata de mostrar empatía con el pueblo peruano, en sus redes sociales muy activas. Pueblo al que dio la espalda con vacuna puesta, mostrando sus lágrimas de cocodrilo.
¿Hasta cuándo este señor que ahora también se apropia de ratones americanos va a ser visto como un paladín contra la corrupción? Lamentable como en el Perú es más atractiva la mentira que verdad