“Dios está muerto”, proclama Nietzsche. Este debe ser uno de lo aforismos más famosos en la historia de la filosofía. A su vez, una de las frases menos comprendidas.
"¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos?... Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternam deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: "Pues, ¿qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?", La Gaya Ciencia.
Muerto Dios, desenmascarada la idea platónica del más allá. Para Nietzsche la idea del Dios cristiano no es en sí una idea teológica, ateísta, sino una aplicación del platonismo en su idea filosófica traducida para la sociedad en cristianismo. Esta metafísica, explica el alemán, prioriza el mundo de las ideas (Platón), dejando de lado el mundo material, sensible (nuestro mundo). ¿Qué significa esto? Que el mundo de las ideas presupone ser el mundo celestial, mientras que el terrenal es el pecaminoso.
Nietzsche comprende que esta idea emerge en Saulo de Tarso, Pablo. La división de los mundos implica una representación de la vida disponiendo todo el énfasis en el más allá, olvidando la realidad. Este mundo, el terrenal, es solo una preparación para el más allá. Entenderá, además, que Dios encarna el odio hacia la vida humana, terrenal, por ello inventamos una en el cielo; por rechazo al cuerpo, nos inventamos el espíritu. En síntesis, Dios es la negación de la vida del hombre.
Filosóficamente Nietzsche anula la posibilidad del dualismo platónico, pero también quiebra las ideas de Descartes (dualismo cartesiano), Kant (imperativo categórico) y a Hegel (idealismo).
La frase del alemán es un revuelo cultural, social, filosófico. La muerte de Dios es entonces el despertar del hombre, pero el precio es la realidad luego del desengaño. Todo lo antes conocido es mentira. El saber del conocimiento y de la moral se ha desplomado. La hipótesis de Dios ha sido desaprobada, suplantada por el progreso del conocimiento científico.
Al no haber Dios, borrado el horizonte del hombre, la ley moral (Kant), la trascendencia. ¿Qué queda? La ruptura genera un sinsentido. Lo sagrado ha muerto. Para Nietzsche debemos de reinventarnos, haciéndonos cada vez más conscientes de la inexistencia de Dios y superando la crisis existencial (nihilismo).
Tragedia llena de posibilidades. La ficción de Dios cayó, por lo que hay que asumir la vida y su sufrimiento. Esta es la revelación nueva del hombre: es posible vivir sin Dios. Ha muerto Dios, pero no el hombre, cree Nietzsche.
Para el pensamiento moderno, Dios no ha sido capaz de actuar como fuente del código moral y teológica. La comprensión natural y su orden han colapsado, se ha invisibilizado la verdad y se propone una individualización extrema del ser humano. El superhombre en la superación del hombre; lo que podríamos llegar a ser. El superhombre es el nuevo Dios, el nuevo ideal. El centro de la vida.
¿Quién es el hombre sin Dios? Veamos los resultados más próximos.
«Son tres regímenes los que fueron los principales criminales del siglo XX: el soviético durante la época de José Stalin, el nacionalsocialista de Adolfo Hitler y el comunista chino en el periodo de Mao Tse Tung.
Estos hombres, que prometieron la creación de una nueva sociedad, supuestamente superior, asesinaron en su camino a más de cien millones de inocentes que no comulgaban con sus ideas, que tenían otra religión, que eran discapacitados o que simplemente no entraban en los planes de la construcción de un “hombre nuevo”», Leo Zuckermanm.