Las guerras en Oriente Medio y Europa Oriental son el centro de la atención mundial por su complejidad y devastador impacto en la población civil. Tanto los enfrentamientos entre Rusia y Ucrania, o entre Israel y Hamas en Gaza son irresueltas disputas de larga data, conflictos que no solo generan pérdidas humanas y sufrimiento, revelan cuestionables dinámicas políticas y contradicciones internacionales.
Las tensiones entre Rusia y Ucrania no cesan desde la anexión de Crimea en 2014, desencadenando una guerra que cobra miles de vidas y una región sumida en la desolación. Cifras reportadas hasta agosto de 2023 registraban 70 mil muertes y 120 mil heridos en Ucrania; sin embargo, Rusia refirió unas 383 mil bajas ucranianas, además de miles de civiles fallecidos. Sin importar las discrepancias, ello refleja la intensidad y gravedad del conflicto.
Moscú fue sacudida por un atentado terrorista en el Teatro Crocus City Hall con casi 140 víctimas inocentes. Este acto de barbarie, que el grupo terrorista ISIS se atribuye, desencadenó una enérgica respuesta por parte del presidente Vladimir Putin, castigando brutalmente a los responsables. Acusó a Ucrania de estar detrás del ataque, reflejando la desconfianza entre ambos países; pero nos recuerda las prácticas del Kremlin buscando culpar a los Estados Unidos por cada manifestación separatista en tiempos de la disolución de la Unión Soviética.
En Oriente Medio, el interminable conflicto entre Israel y Palestina escala con una guerra declarada ante el ataque terrorista perpetrado por Hamas –con 1,250 civiles asesinados, 200 rehenes y 3 mil misiles lanzados contra Israel–. La violenta represalia de Israel ha provocado la muerte de más de 32 mil personas, principalmente civiles según los informes del Ministerio de Salud de Gaza, desencadenando una crisis humanitaria sin precedentes.
Las declaraciones de líderes políticos involucrados muestran cómo perciben y abordan el terrorismo dependiendo de donde provenga. Putin condenó el ataque en Moscú, amenazando con venganzas contra los responsables. Sin embargo, su postura sobre los ataques terroristas perpetrados por Hamas se tradujo en un preocupante mutismo. Esta ambigüedad refleja la polarización en las relaciones internacionales.
Por su parte, líderes israelíes subrayaron su derecho a protegerse, advirtiendo sobre las graves consecuencias humanitarias de una ofensiva en Gaza. Pero la represalia contra esos ataques terroristas sigue causando muerte y destrucción, con consecuencias devastadoras para los civiles atrapados en el conflicto.
Mientras Putin condena el ataque en Moscú, no muestra la misma firmeza contra el terrorismo de Hamas. Ello destaca una disparidad al no reprobar toda ofensiva terrorista. La falta de coherencia en las posturas ante el terrorismo enfatiza la necesidad de respuestas contundentes especialmente por parte de las organizaciones internacionales.
Esta actitud no solo debe involucrar la posición internacional sobre el terrorismo –condenándolo sin atenuantes–; sino también las decisiones de las organizaciones internacionales sobre las guerras en curso. La posición de Vladimir Putin amenazando con el posible uso de armas nucleares son graves declaraciones ante un peligro que creíamos superado y debería generar el rechazo mundial.
Los conflictos Rusia-Ucrania e Israel-Gaza reflejan la inestabilidad global, con graves riesgos geopolíticos. Es necesario censurar las guerras que producen muerte y desolación; condenando firmemente todo acto terrorista también. Ambas prácticas deben ser reprobadas por la comunidad internacional sin justificaciones. Un ataque terrorista crea terror, sin importar dónde se perpetúe y quiénes sean las víctimas; lo mismo producen las guerras. Necesitamos respuestas políticas coherentes, condena unánime contra todo grupo terrorista y compromiso para preservar la paz y estabilidad mundial.