OpiniónJueves, 4 de abril de 2024
Programados para conformarse con poco, por María Ximena Rondón
María Ximena Rondón
Periodista de El Reporte

En una larga jornada para obtener la confianza de su gabinete ministerial, el premier Gustavo Adrianzén realizó una exposición de temas e hizo promesas que demuestran el conformismo y mediocridad de las políticas públicas, pues estas solo se quedan en el terreno de lo básico y no suelen expandirse en grandeza y desarrollo.

Este mismo patrón de mentalidad se dilucida en cada campaña electoral. Si uno las compara con otros países del llamado “primer mundo”, muchas de las propuestas, sin importar la posición ideológica, resultan básicas, mediocres y denotan un gran retraso social, económico, cultural, mental y de infraestructura.

Por ejemplo: muchos prometen que implementarán luz y agua en ciertos pueblos, cuando estos son servicios básicos que deben tener todos los rincones del país.

Es increíble que las grandes infraestructuras, como escuelas, universidades u hospitales, sean promesas de campaña, cuando deberían construirse pensando en el bien común independiente de las elecciones.

Retomando la intervención de Adrianzén en el Congreso, dos puntos me llamaron la atención: la seguridad y la austeridad. Es increíble que un país esté sumido en un gran nivel de delincuencia cuando el Estado debe estar preparado y equipado material y humanamente para contrarrestar las amenazas. Incluso, debería ser capaz de desarrollar una tecnología militar original. Por ejemplo, Israel desarrolló la Cúpula de Fuego, un sistema de defensa usando misiles que interceptan el fuego enemigo.

Si los peruanos utilizaran la creatividad de la que tanto se jactan para desarrollar tecnología militar y estrategias eficientes, otra sería nuestra situación. Pero, a través de ciertos sectores ideológicos, pareciera que impera un miedo al desarrollo. Teniendo profesionales capaces y una cultura de ingenio, podríamos desarrollar tecnologías y métodos increíbles.

Respecto al tema de la austeridad, parece que nuestros políticos han olvidado el verdadero sentido de su labor, la cual es servir al bien común y potenciar el desarrollo de su nación. Si partimos por el hecho de que la presidenta posee joyas y accesorios lujosos de dudosa procedencia, los ciudadanos tienen como ejemplo a una mandataria que no es honesta, no tienen un motivante para serlo.

Salvo unos cuantos políticos, tenemos una clase política que hunde al país a través de la corrupción y se enfoca en objetivos mediocres y de beneficio propio. Los mejores ejemplos son los gobiernos regionales. Si uno viaja a la selva o a pueblos de la sierra, notará en algunos sitios que no hay ni un solo hospital o una escuela decente. Más bien, pareciera que la gente sobrevive y su potencial de lograr grandes cosas y trascender se desvanece con los años. No se estimula el desarrollo. No hay grandes ciudades además de la capital, como las tienen algunos países latinoamericanos como Brasil, Argentina o México. A veces parece que una parte del Perú se ha quedado estancada y no hay un interés por sacarla adelante.

A menos que a ciertas personas con poder les convenga mantener a un país ignorante y mediocre. Sí, somos un país mediocre, que promete servicios básicos en una campaña o en un discurso cuando debería garantizarlos por sentido común y deseo de desarrollo.

Prometer seguridad y austeridad no debería ser algo extraordinario ni digno de un titular, es algo que debe ser y avanzar hacia el desarrollo. Debería hacerse por “default”.

Esta mentalidad programada debe cambiarse, tenemos que dejar de conformarnos con poco. Necesitamos ser un país de visionarios.

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