OpiniónViernes, 5 de abril de 2024
El poderío del poder, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

A raíz de las recientes investigaciones a la mandataria, Dina Boluarte y la apertura de una moción de vacancia para esta, una vez más nos encontramos en un capítulo de Juego de Tronos. En efecto, el poder político no es usado casi nunca como una herramienta por el aparente bien común, sino como un recurso para lograr obtener poder. ¿Pero qué es realmente el poder y como se relaciona con el accionar político?

No solo en nuestro país existen las pugnas y riñas dentro del espacio político. Podemos hablar de como en Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, existen enormes disputas de poder día a día, de la misma forma que las hubo en los años previos a la creación de las repúblicas. Las monarquías, al igual que las repúblicas, tienen un sello común: la búsqueda y mantención del poder.

Sin embargo, dicha búsqueda de poder, centrada en, como diría Carl Schmitt, “la distinción del amigo y enemigo” no debería angustiarnos ni sorprendernos. Es nuestro deber como ciudadanos comprender que la política es esencialmente una guerra sin sangre, como en algún momento adjudico el dictador Mao Zedong. Únicamente comprendiendo esta premisa es que podremos encontrarle más sentido a muchas de las acciones tanto de la izquierda como de la derecha.

En primer lugar, para clarificar la cancha, debemos concebir a la política -a diferencia de la economía- como un juego de suma cero. Es decir, el poder que este suscita no es como el económico, en donde la riqueza genera más riqueza y en donde si uno gana más no quiere decir que otro posee menos. En el caso político, pasa todo lo contrario. Si una bancada gana poder es a costa de poderes perdidos por otras agrupaciones políticas y si es que un poder político cae o está en franco deterioro, quiere decir que rápidamente otro poder político, por lo general adverso, se hará cargo de ese espacio.

Por estas razones es que la política es un eterno conflicto. Poder que pierdes, poder que otra gana. Entendiendo esta naturaleza, podemos afirmar que el conflicto es vital para la política. Si el poder es finito bajo un determinado contexto y quien lo pierde automáticamente lo regala al otro, el conflicto es lo único que hará que todas las posiciones o representaciones políticas (no siempre en democracia) jueguen un papel activo. El conflicto entonces se compone como el móvil, la dinámica necesaria para que el poder se disipe y no se mantenga estático.

Suponer un poder político sin conflicto alguno es pensar en la inacción total. Está lo único que generaría es un disgusto social, pues si hay una total hegemonía en el poder político en todas sus filas, gran parte de la población estaría en desacuerdo, dado que es casi imposible que el gobierno vele por las ideas, urgencias y preferencias de todos los ciudadanos de forma equitativa en todo momento.

En todo caso, sí es que nos ponemos algo soñadores, como Marx, quien creía que ciertos comportamientos podían ser despojados de la naturaleza humana. Nos veríamos en una sociedad totalmente uniforme, al igual que su poder político. No obstante, dicha uniformidad en la vida social, haría que el espacio político no solo pierda fuerza, sino que desaparezca. ¿Qué necesidad de política habría en un mundo donde todos piensen igual? No habría diferencia con las agrupaciones de un mamífero o las relaciones de campo botánico.

La política es en esencia el canalizador de todas nuestras opiniones, deseos, urgencias, necesidades y posturas en un espacio en donde precisamente el conflicto es la razón de su existencia. El escenario político brinda al ciudadano común un tiempo de pausa para sus quejas y urgencias diarias, con el fin de, a cambio de dicho tiempo libre, le concedamos el poder sobre las soluciones a dichas quejas y urgencias.

En otras palabras, la política es, en todo caso, una sinergia entre la población y el poder coercitivo. Poder que no se gana si es que otro no lo pierde y espacio político que hace que dichas pérdidas y ganancias no se vean adjudicadas a la cotidianidad de la vida. Aunque existen, naturalmente, muchos otros poderes (de índole privados) que contienen dinámicas similares.

Cabe recalcar, que algo de verdad tenía Hobbes cuando interpreto al ser humano como caótico y al poder político como precisamente ese canalizador del caos, que, para bien o para mal, ordena. Esto no es una validación de las acciones políticas recientes o de la política en general, sino, creo yo, una forma de entenderla correctamente. Que cuya negación o indiferencia podría volvernos improductivos a la hora de querer mejorarla.

“La base de todas las sociedades grandes y duraderas ha consistido, no en la mutua voluntad que los hombres se tenían, sino en el recíproco temor” - Thomas Hobbes

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