OpiniónDomingo, 14 de abril de 2024
Las biografías en la República, por Fernán Altuve-Febres*
Fernán Altuve
Abogado y analista político

En 1859, el joven historiador y literato José Antonio Lavalle y Arias Saavedra (1833-1893) publicó Don Pablo de Olavide, apuntes sobre su vida y sus obras la cual podríamos considerar como la primera biografía peruana moderna y, como bien dice Lohmann, donde:

En esta biografía, mejor que ninguna de sus obras - anteriores ni posteriores- dejó Lavalle traslucir con tanta exactitud sus ideas religiosas y, muy en particular, sus opiniones sobre la Compañía de Jesús [1]

La obra, en junio de aquel año, causó una dura polémica periodística con un librepensador José Casimiro Ulloa (1829-1891) en la que el joven biógrafo saldría vencedor. Su apuesta por la biografía se manifestó en varios trabajos en la Revista de Lima (1859-1863) y en la Revista del Ateneo como las que dedicó al jurista Vicente Morales Duarez o el Virrey Abascal. Guillermo Lohmann nos recuerda que:

Dedicó sus últimas energías espirituales a la redacción de los tres libros cuya publicación se hizo por entregas y que venían a satisfacer un anhelo que ya había expresado en 1860, … de publicar una colección de semblanzas de todos los gobernantes del Perú -civiles y eclesiásticos- con sus respectivos retratos y firmas. [2]

Estos libros, lujosamente empastados, los trabajó con la ayuda de Domingo Vivero (1853-1901) y se titularon Galería gobernadores y virreyes (1891), Galería de retratos de los arzobispos (1892) y Galería de gobernantes del Perú (1893). Las “galerías” eran una variante temática de los diccionarios biográficos que tanta influencia tuvieron a lo largo del siglo XIX como herederos de la erudición ilustrada que a partir del siglo XVIII estaba dedicada a la búsqueda de un saber enciclopédico.

En esta tradición se puede enmarcar la monumental obra del general Manuel de Mendiburu (1805-1885), el Jenofonte peruano, autor de los ocho tomos del Diccionario histórico biográfico del Perú (1874-1890). En la reedición de 1935 el historiador Evaristo San Cristóbal (1894-1968) agregó un tomo complementario. En 1891 el historiador José Toribio Polo (1841-1918) formulo una aguda critica a este diccionario. También son de gran importancia en la obra de Mendiburu sus biografías de generales republicanos sin olvidar la notable autobiografía de este notable historiador y protagonista de la política peruana y que aún sigue inédita.

En 1945, Olivia Ojeda[3] pudo observar que hasta esa fecha la tradición peruana del repertorio biográfico se mantenía y nos señala destacados ejemplos que siguieron a la obra de Mendiburu.

En primer lugar tenemos los repertorios generales como Biógrafo Americano (1901) de Buenaventura Seoane, las dos ediciones de Diccionario de peruanos contemporáneos de Juan Pedro Paz Soldán 1917 y 1921 o la muy importante Enciclopedia ilustrada del Perú de Alberto Tauro del pino (1914-1994).

En segundo lugar, tenemos los repertorios biográficos específicos por región, oficio o función. Así podemos destacar las obras sobre vidas de eclesiásticos donde resalta Enrique Torres Saldamando y su obra Los antiguos jesuitas del Perú (1888). También está Biografías y apuntes para su historia (1882) de Santiago Martínez. Este mismo autor escribió Gobernadores Arequipa colonial o Catedral de Arequipa y sus capitulares (1931) y Arequipeños ilustres (1938).

El diccionario militar ilustrado de 1918 escrito por Augusto Bedoya reúne un conjunto de biografías de oficiales y héroes, pero lamentablemente la obra quedó inconclusa. Por otra parte, Martin Dulanto, fue autor de un Diccionario de los miembros de los institutos armados del Perú (1938), en tanto que Armando Guimet de Mendiburu publicó Los grandes del Perú.índice heroico (1937).

Sobre académicos peruanos Juan Antonio Ribeyro había publicado su Galería Universitaria desde 1878, en tanto que Alberto Salomón realizó la Galería de rectores y antiguos catedráticos (1916). En 1924, Elvira García y García dio a la imprenta en dos tomos su notable Mujeres peruanasa través de los siglos.

Los políticos tuvieron la atención de Pedro N. Vidaurre en su Relación cronológica de alcaldesde Lima (1889), en tanto que los parlamentarios fueron realzados por José Varela y Orbegoso en Los presidentes de la H. cámara de diputados (1916) y en Oradores parlamentarios del Perú (1921). Los líderes partidarios de la Patria Nueva recibieron la atención de José Reaño García en Historia del leguiismo y sus hombres (1928).

Para tratar de englobar todas las variantes biográficas que se empezaron a realizar desde mediados del siglo XIX vamos a usar la expresión “narrativa biográfica” independientemente de las adscripciones metodológicas de sus autores. Ahora bien, en esa centuria los estilos biográficos más importantes fueron la romántica y la historicista.

La biografía romántica lleva la influencia de Thomas Carlyle (1795-1881) y se presentó por primera vez en el Perú en la obra Historia del Jeneral Salaverry (1853) del chileno Manuel Bilbao (1828-1895), probablemente es el mejor exponente de este estilo y a partir de la cual se funda toda la historiografía criolla contraria la Confederación Perú-Boliviana. A esta vertiente también pertenecieron los primeros textos de José Antonio Lavalle y algunas semblanzas periodísticas de Modesto Basadre (1816-1905).

La biografía historicista se inspiró en las obras de von Ranke autor de la Historia de los Papas. Esta visión ve al biógrafo como un árbitro de los hechos del biografiado, los cuales deben ser explicados, justificados o criticados a partir de un sólido aparato de fuentes documentales para garantizar el sentido científico de la investigación. Para este estilo, los detalles íntimos eran poco importantes. Una obra se enmarca en el estilo es los Apuntes biográficos sobre Don Toribio Rodríguez de Mendoza (1864), escrita por entregas en el diario El Tiempo, siendo su autor José Toribio Polo (1841-1918). Probablemente la última biografía importante bajo este modelo erudito fue la Vida del arzobispo Goyeneche publicada en 1917 por Pedro José de Rada y Gamio (1873-1938).

La generación del 900 fue una generación historiográfica por ello hizo uso del método biográfico en sus ensayos, pero no se dedicó a la biografía como género propiamente. En las obras de José de la Riva Agüero y Osma (1885-1944), El carácter de la literatura del Perú independiente (1905) La Historia en el Perú (1910) y el Elogio del Inca Garcilaso de La Vega. (1916) se aprecia un uso de la biografía para la confirmación de una interpretación cultural. Eran aproximaciones biográficas puntuales, pero no exhaustivas, a la manera del retrato impresionista donde no se interesaba tanto por el detalle sino por los grandes rasgos del carácter y de la época.

Entre los exponentes de aquella generación hicieron mayor uso de la biografía encontramos al Padre Rubén Vargas Ugarte (1886-1972), al jurista Luis Alayza y Paz Soldán (1884-1976), al médico Enrique Paz Soldán (1885-1972) y al diplomático Felipe Barreda Laos (1886-1973).

Una nueva generación intelectual hizo su aparición al aproximarse en 1919, durante el aniversario del primer siglo de vida independiente, los “centenaristas” o del centenario que tuvieron entre sus integrantes a un muy selecto grupo de jóvenes historiadores entre los que destacaron a Jorge Guillermo Leguía (1897-1934), Raúl Porras Barrenechea (1897-1961), Luis Alberto Sánchez (1900-1994), Juan B. Lastres (1902-1960), Jorge Basadre (1903-1980) o Jorge Dulanto Pinillos (1904-1983).

Esta generación se destacó por el desarrollo de los estudios biográficos desde muy diversas ópticas. Leguía se ocupó de los próceres independentistas y doctrinarios de la república. Porras en su juventud estudió a los ideólogos de la emancipación y luego escribió su monumental biografía de Pizarro, probablemente la figura peruana más biografiada. A Luis Alberto Sánchez se le deben las primeras biografías literarias sobre todo de Garcilaso, Peralta y Barnuevo, Santos Chocano y Abraham Valdelomar. Así mismo y, hacia el final de su vida, la primera biografía intelectual que la dedicó a José de la Riva Agüero y Osma.

A Dulanto Pinillos se le puede considerar el iniciador de la biografía política o biografía presidencial que podría considerarse como una única tradición biográfica consistente a lo largo de toda la historiografía republicana.

Caso interesante fue el de Juan B. Lastres y Quiñonez, fundador junto con Enrique Paz Soldán de la Sociedad Peruana de Historia de la Medicina (1939) y autor de varias biografías sicológicas como las que dedico a Francisca Gamarra, La Mariscala y a Lope de Aguirre. También resalta el caso de una biógrafa peruana Rosa Arciniegas (1909-1999) autora de cuatro biografías del tiempo de la conquista, sobre Pizarro, Sarmiento de Gamboa, Lope de Aguirre y Pedro de Valdivia.

Para finalizar este acápite mencionaremos que las autobiografías, diarios y epistolarios peruanos no han sido muy abundantes. En primer lugar, mencionaremos a los epistolarios que si bien han sido los más abundantes no han gozado del interés de lectores y/o editores habiéndose perdido muchos a lo largo del tiempo o permaneciendo en archivos del extranjero. Los diarios han sido muy escasos sobresaliendo el del comerciante y cónsul danés Heinrich Witt (1799-1892) escrito en inglés a lo largo de varios tomos.

En cuanto a las Autobiografías, podemos constatar que estas han sido muy escasas. La mayoría de los presidentes casi no han escrito sus memorias salvo José Rufino Echenique (1808-1885) o Andrés Avelino Cáceres (1836-1923). Recientemente solo se han publicado Metamemorias del Alan García (2020) y La palabra del Chino (2021) de Alberto Fujimori. Caso extraño es el del presidente José Pardo que habiendo muerto en 1947 y existiendo sus memorias la familia se ha resistido a publicarlas hasta la fecha. En ese mismo sentido también son pocos los políticos que han escrito sus autobiografías o memorias como es el caso de Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio, Luis Bedoya Reyes, Felipe Osterling o Fernando de Traziegnies.

En lo que respecta a la autobiografía de intelectuales, podemos indicar que estas tienen su primera referencia con el magnífico texto de Ricardo Palma titulado La bohemia de mi tiempo (1899), que reconstruye el ambiente de la generación romántica hacia 1860. A él le sigue el texto de Los bohemios de 1886 de Manuel Moncloa y Covarrubias. En cuanto a la generación de 900 Trayectoria y Destino de Víctor Andrés Belaunde ocupan un lugar destacado mientras que en la generación centenarista resaltan tres textos autobiográficos, La monumental obra en 6 tomos Testimonio personal (1969) de Luis Alberto Sánchez, la Vida y la historia (1975) de Jorge Basadre y las Memorias (1981) de Luis E. Valcárcel. Completa este cuadro, que demuestra que en el Perú ya se ha hecho una tradición; la biografía generacional, el caso del notable texto Desde el jazmín del filósofo Alberto Wagner de Reina.

Las autobiografías femeninas han sido escasas, pero no han carecido de ingenio, Grimanesa Montero publicó Una peruana en las cortes europeas (1939), la escritora Catalina Recavarren de Zizols fue autora de Memorias de una desmemoriada (1976) y la viuda Teresa Moreyra Vda. de Belaunde dejó unas memorias que permanecen inéditas.

[1] Lohmann, Guillermo. José Antonio de Lavalle y Arias Saavedra. En: Revista U. C. Lima, 1935. p. 738

[2] Lohmann, Guillermo. José Antonio de Lavalle y Arias Saavedra. En: Revista U. C. Lima, 1935. p. 762

[3] Ojeda, Olivia. Iniciación de una bibliografía biográfica del Perú. En: Boletín BNP. Fénix N. 2. Lima, 1945.

*Esta es la última entrega de ocho del autor sobre el género biográfico.

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