La mentalidad peruana actual es víctima de un pensamiento mutante, concretamente, en las mutaciones de los ideales revolucionarios del maoísmo, del marxismo y del leninismo. Estas nuevas armas mentales son hasta mucho más peligrosas que las dinamitas, bombas o perdigones, pues su radio de destrucción es más amplio.
Los ideales revolucionarios mencionados, tienen como uno de sus objetivos el destruir el Estado para reformarlo a su medida. Durante los años 80´s e inicios de los 90´s, la fuerza bruta era la herramienta para conseguirlo, pero ahora son las ideas.
Si prestamos atención a nuestra realidad política actual, nos daremos cuenta de que vivimos en medio de un caos y con una presencia importante de los herederos de estos ideales revolucionarios y que son el mejor exponente de esa mutación, la cual se refleja en los estandartes de los derechos humanos, la justicia social, el ecologismo y algunas causas progresistas. Estos herederos, también han adquirido un gusto especial por los lujos. Basta con buscar cómo es el estilo de vida de los líderes de izquierda internacionales para entenderlo.
En Perú, un buen ejemplo es Dina Boluarte, quien pregonaba a diestra y siniestra sobre la lucha de clases, el campo contra la capitalista Lima e incluso llegó a decir que la “clase media dejará de serlo”. Aquella “luchadora social”, que solía cantar canciones sobre un país donde “no hay ricos ni pobres”, y que después la callaron, luce joyas de marcas de alto lujo como Cartier y relojes de alta gama como los Rolex. Si realmente quisiera que no hubieran ni ricos ni pobres, pues todos los peruanos deberíamos tener mínimo un accesorio Cartier o Rolex. Así no habría nadie en situación de desigualdad.
Dejando a un lado la cuestión de si las joyas fueron un regalo o una compra, una integrante de un partido que profesa el marxismo, leninismo y mariateguismo, Perú Libre, se ha convertido en una de las muchos militantes que son seducidos por las bondades del capitalismo que tanto critican.
Sin embargo, estos nuevos gustos de Dina son el ingrediente perfecto para generar el caos político y destruir al Estado para crear uno nuevo, con propuestas como una nueva Constitución. Todo comienza con algo muy sencillo: la credibilidad. Según una encuesta reciente de Datum, la mandataria solo tiene un 7% de aprobación. Esto significa que el país no confía en ella y siente una gran incertidumbre, lo cual puede afectar a los cimientos de la república y hacia sus líderes. Algo que ya se ha gestado hace años en la opinión pública en la típica frase: “Todos los políticos son corruptos”.
Pero, la sociedad peruana vive añorando a su mesías, así como los fremen de Dune, para que la guíe con la famosa “mano dura” hacia un futuro próspero y ordenado.
Por otro lado, la destrucción de el Estado no solo está centrada en la presidencia, sino en los ministerios, pues la proliferación de los izquierdistas, y los caviares como aliados circunstanciales, están acabando con todos los valores cívicos e imponen una narrativa marxista en todas las escuelas, sin importar su estatus. Los estudiantes no aprenden a tener un pensamiento crítico respecto a la política y a la sociedad. Son muy pocos los que “despiertan” y suelen ser atacados por pensar distinto.
Así, tenemos una generación del bicentenario que está completamente idiotizada y es manipulable para los propósitos políticos de los herederos de la revolución con un pensamiento mutado que se encarga de lograr una influencia fácil y rápida en la mente de los ciudadanos por medio de la manipulación de emociones y repetición de consignas utilizando los medios de comunicación, artistas y otros opinólogos.
Lamentablemente, si uno tiene un pueblo ignorante y con una educación pobre, será fácil manipularlo y utilizarlo en medio de una situación caótica para que ceda ante un nuevo poder.
Esperemos que ese no termine convirtiéndose en el destino de Perú. No podemos ser víctimas de un pensamiento mutante.