La tentación de Jesucristo forma parte de uno de los episodios vividos y narrados en tres de los evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. La singularidad de este episodio tiene consideraciones, no solo teológicas y espirituales para la vida de fe, sino que se puede atribuir o designar una resignificación de los símbolos expuestos. Se le puede dar un sentido filosófico sobre el ser, su actuar y el mal. El hombre frente al mal del mundo. El hombre frente al dolor. El hombre y la voluntad de obrar bien.
El evangelio de Mateo expondrá las tres tentaciones que padece Jesús. Tres situaciones en las que el Hijo de Dios tendrá que demostrar que Él es quien dice ser. Será puesta a prueba su integridad y vida de virtud. Las vicisitudes de la vida hacen exactamente lo mismo en el hombre, son pruebas de fe. La exposición al mundo -de las tentaciones- es una forma continua de demostración de carácter, ética y virtud. En Aristóteles encontramos que la virtud es el camino de la excelencia humana. Sabiduría práctica, dirá.
“La virtud del hombre será también el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el que realiza bien su función propia”, Ética a Nicómaco.
Para el estagirita, el hombre se hace bueno conforme actúa en bien. Por ello, la virtud es un hábito y el virtuoso encuentra su determinación en su voluntad, en su carácter. Ser es hacer.
Las tentaciones tienen este orden. Primera tentación: convertir las piedras en pan. Segunda tentación: Si eres el hijo de Dios, lánzate. Tercera tentación: Te daré todo esto, si te postras y me adoras. Me centraré en la primera.
La personificación del mal, Satanás, le dice en el capítulo 4 versículo 3: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús es llevado al desierto, es decir, es expuesto a la realidad del mundo. Tendrá que aprender a negociar consigo mismo. A elegir. “¿En quién me debo de convertir?” Es una confrontación provocada adrede por su Padre, por Dios. Es la prueba de virtud y de entereza lo que se pretende. ¿Está Jesús preparado para afrontar el desafío de vencerse a sí mismo y al mal?
Jesús está en la potestad de usar su poder para alimentarse después de días sin alimento (ayuno de 40 días). Imperante necesidad. ÉL puede. La pregunta es si él debe. Hacerlo reafirmaría su autoridad, pero para él importa más el cómo, la forma, la ética. Hacer uso de un poder o fuerza, es criterio moral. La decisión de operar para beneficio propio en detrimento de otros, es criterio moral. Elegir servirse de los demás o no, es criterio moral.
El poder de Jesús está, precisamente, en no usarlo. Porque optar por él implica corromperse, traicionarse. Traicionar al Padre. Su misión es la entereza, el sacrificio, la conquista del mal. Y su fuerza radica en su carácter. El Hijo de Dios elige ser en su actuar. “Yo soy”. Es el arquetipo de hombre para Carl Jung, “el humano más humano”.
Su fuerza está en el amor y en la vida que se ha propuesto. Si Jesús no llega a corromperse, entonces es confiable. No se traicionó a sí mismo; no es traidor para con los demás. Así se vence el mal del mundo.
“El hombre virtuoso es aquel que sabe con toda su alma en dónde radica el verdadero bien, con sus buenos hábitos que sin duda alguna perfeccionarán las virtudes para formar su carácter, así como sus acciones son motivadas por la recta razón que debe tener un hombre prudente”, Luis Fernando Garcés.