En el mes de marzo del 2024 hemos tenido el peor déficit fiscal desde la pandemia: 3.3% del PBI. A muchos esto les preocupa de sobremanera y han propuesto una serie de medidas desesperadas para reducir el déficit fiscal como sea. No obstante, fallan en reconocer el verdadero problema y fallan en entender el contexto peruano en el que se reporta este dato. Aun así, debería quedar claro que el ministro de economía tiene mucho qué decir con respecto a esto en especial y no puede hacerse el sueco.
En el 2023 ya habíamos incumplido la regla fiscal con la que nos comprometimos de no salirnos del 2% del PBI en déficit fiscal. En esa ocasión llegamos al 2.8%. Por esto, incumplir un segundo año sería bastante preocupante. No solamente estamos dando una señal de alerta a los mercados internacionales sobre una degradación de los fundamentos macroeconómicos peruanos, sino que además estamos complicando más la solución de ese mismo problema. En cuanto más esperamos para volver a la buena senda, más costoso será.
El ministro de economía Arista, en vez de tomar esto con la seriedad que corresponde, parece haber tirado la toalla, anunciando que ni modo, habría sido bonito mantenernos en el rango meta, pero qué se va a hacer. Esto no debería sorprender, considerando que su primera medida al asumir el cargo fue financiar el hoyo negro de Petroperú sin pedir nada a cambio, excepto unos nombramientos que hasta ahora no están traduciéndose en ningún cambio real en el manejo de esa empresa pública. Esos millones de nuestro dinero que usó en rescatar a Petroperú solo traerán más rescates en el futuro.
Ni qué decir del hecho de que recientemente aprobó brindar beneficios tributarios a varias actividades económicas. En cierta medida puede sonar como buena idea, porque así se estaría estimulando a la recuperación. Sin embargo, esto afecta a la recaudación y nos aleja del rango meta. Es más, al crear regímenes especiales, hace más complicado el sistema tributario en general, lo que a su vez brinda mayor oportunidad para la evasión tributaria y la elusión. Por último, según el Consejo Fiscal, estos beneficios tributarios ni siquiera cuentan con un sustento técnico adecuado. Es un retroceso a la situación que teníamos en los años ochenta, antes de las reformas económicas de Fujimori, cuando todo era un desastre y un caos inexplicable. Esto brindaba un escenario ideal para la corrupción. La teoría económica dice que lo ideal es tener un sistema tributario simple, sin excepciones. Una vez más, nosotros los peruanos nos creemos especiales, pero en realidad terminaremos siendo, como de costumbre, un caso de estudio de por qué sí había que hacer caso a las advertencias.
Entonces, comencemos por reconocer que Arista es más de lo mismo. Que haya retomado la propuesta de Pedro Francke de poner un impuesto a Netflix ya debería borrarlo de todas las listas de aliados de los empresarios peruanos. Rescató a Petroperú sin poner condiciones. Y hace poco anunció que ya ni modo, no llegaremos al 2% este año. Pero cuando el Consejo Fiscal le advierte de las consecuencias y le recuerda que hay mucho que podemos hacer aún, el Ejecutivo reacciona deshaciéndose del presidente de esa entidad pública creada justamente para alertar de estas cosas cuando hace falta.
Varios indicadores muestran que bien podríamos estar comenzando a recuperar la economía peruana. ¿En serio queremos poner eso en riesgo para evitar que se estrese un ministro que aparentemente nunca estuvo a la altura del reto que le asignaron? Hay otros que estarían dispuestos a intentarlo, siempre y cuando tengan el respaldo del Poder Ejecutivo. Ya le dimos sus meses a Arista. Comencemos a pensar con quién lo podemos reemplazar, porque este señor no está rindiendo.