OpiniónMartes, 30 de abril de 2024
El miedo a los grandes líderes, por Dante Wong
Dante Wong
Filósofo

Lo que caracteriza el mundo actual es la ausencia de grandes liderazgos. Si estos existieran, la cotidianidad internacional se vería gravemente trastocada en sus operaciones más habituales. Lo que quiero decir es que el comercio internacional es el actual principio de gobierno de las naciones. Su flujo continuo requiere un cierto adormecimiento de los grandes ideales que normalmente vigorizan los espíritus y los pueblos. El miedo a la guerra y los conflictos cultiva un tipo de actitud hostil a la afirmación de grandes verdades. Se prefiere la apatía y el consumismo que, convenientemente, permiten el flujo invertebrado de bienes y servicios. 

Sin embargo, el trabajo y el esfuerzo requieren de un norte para concretarse. ¿Por qué esforzarse si nada merece la pena ser conseguido o conquistado? Recordemos que afirmar es precedido siempre por algún tipo de juicio de valor, y no hay nada que se valore más que aquello que se valora absolutamente. El Perú, un país aún infante o a lo mucho adolescente, necesita de grandes esfuerzos para salir adelante. Sin estos, seguiremos en el laberinto característico de aquellos que solo se pierden en un circular infinito frente a problemas que siempre se asoman, una vez más, cada cierto tiempo: la pobreza, el desgobierno, la corrupción.

Lo cierto es que el mundo no puede continuar como lo está haciendo. Al parecer, el mundo clama liderazgos y estos cambian, de nuevo, la faz de la tierra. Asimismo, hay un claro temor legítimo a los grandes liderazgos. Estos siempre son presididos por personas que son limitadas tanto intelectualmente como espiritualmente. Me refiero a que muchos líderes, sino todos, carecen de la humildad y la inteligencia que podría permitir a la humanidad esquivar guerras y grandes tragedias. Sin embargo, un líder es algo necesario y ningún sistema –por más que esté provisto de la mejor de las técnicas– podrá superar la necesidad de grandes líderes. Esto parece ser un principio universal. El movimiento afirmativo de las naciones se debe a un gran liderazgo. De lo contrario, no se activan las fuerzas naturales de las naciones.

El mundo necesita una regeneración de sus estructuras y de su mentalidad. La palabra regeneración refiera a generar, es decir, hacer volver a nacer. Esto requiere de un principio de generación, normalmente, una figura como una madre o un padre. Por esto mismo, los grandes líderes asocian su figura a un padre o una madre. De esta forma, vuelven a dar vida a las estructuras sociales y permiten el fortalecimiento de las instituciones. Lo que planteo es que las instituciones necesitan que alguien, un líder, imprima su energía y su personalidad para que las instituciones sean respetadas por todos. La pura formalidad no existe. La gente respeta a alguien, no a algo. 

Se teme una nueva dictadura, y esto es naturalmente legítimo. Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿Puede el Perú cambiar para mejor sin un gran líder? Habrá que responder a esta pregunta. El mundo está cambiando y mucho. Se acerca un panorama internacional dónde este fenómeno será la norma. Putin, Trump, Bukele son solo la antesala de lo que vendrá.

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