No debemos darle tanto énfasis a la lucha contra el progresismo, hay cosas más importantes. Siempre me he considerado un ávido opositor al progresismo mundial, a la banderita de colores, el lenguaje inclusivo, el aborto, y demás aspectos de la agenda progresista mundial que vive esparciéndose en el mundo desde hace años. En diversas columnas he manifestado mi opinión en contra del aborto, del movimiento arcoíris y de quienes lo representan alrededor del mundo, como pueden ser personajes como Justin Trudeau, Irene Montero, Pablo Iglesias, Joe Biden o la misma Sigrid Bazán o Susel Paredes aquí en el Perú. Considero que son actores de una carga ideológica represiva, digna de 1984, que mediante el arribismo moral y su altanería manifiesta su amor por la tolerancia y toda la perorata farsa a la que estamos acostumbrados.
No obstante, si bien creo válido y correcto que exista una lucha contra esta corriente de colores, que ciertamente busca meter sus ideas a todos por donde sea, incluso mediante la malla curricular, creo que la batalla principal para el país no puede darse ahí.
Considero que, en países primermundistas, que desconocen los niveles de pobreza, criminalidad, inseguridad de los países latinoamericanos como el Perú, sí puede, si quieren, darse una lucha mucho más enfática contra este movimiento. Aun cuando estos países también tienen grandes problemas como los okupas en España o los homeless en Estados Unidos o la migración en Italia, al igual que en gran parte de Europa y en el país central norteamericano.
Honestamente, es un lujo poder dar esa batalla.
Un lujo porque significa que no tienes que invertir tus recursos en otras problemáticas que aquí en el Perú se viven a diario. Y pondré un ejemplo simple para precisar mejor el contexto.
Mientras aquí en el Perú, el Congreso centró gran parte de su insistencia, en la ley que elimina el incorrecto uso de textos escolares y documentos públicos, de forma tal que a ningún niño le digan que diga “elle”, el Ministerio de Educación evidenció esta semana a 85 profesores condenados por terrorismo, homicidio, violación y otros delitos que se encontraban en las aulas escolares. ¿Esto por qué? Porque hace unas semanas se reveló, no gracias al Estado, que un Colegio en la capital, ubicado en el distrito de Magdalena, llamado “Atusparia” albergaba a miembros del Movadef, el brazo político de Sendero Luminoso, y que en clases reivindicaban el movimiento Gonzalo en vez de enseñar el Quijote.
¿Entienden por dónde voy?
Pongo otro ejemplo para ser aún más claro. En el último año, se han aprobado diversas normas que “reconocen el derecho a la vida del concebido”. Situación que, en lo personal, me parece un gran acto de indiferencia a nuestra realidad. No porque me parezca erróneo, sino porque es completamente innecesario. Esto debido a que si agarran una Constitución, podrán ver en el artículo 2 numeral 1 que el concebido es un sujeto de derecho en todo cuanto le favorece. Es decir, que nuestra Carta Magna reconoce los derechos del concebido en cuanto le favorezcan, y por ende le reconocen el derecho a la vida -derecho a que no me maten arbitrariamente-, razón por la cual el aborto en el Perú es imposible.
Sin embargo, las nuevas leyes se prestan a generar una ambigüedad jurídica. Imaginemos que, si tenemos la mala suerte de que el próximo Congreso tenga mayoría zurda en ambas cámaras, podrían derogar dicha ley y luego cuestionar si es que de verdad se le reconocen los derechos al concebido. Sí, estará la Constitución como último bastión, pero están dando pie a una situación poco favorable, cuando no había necesidad.
El constitucionalista Ernesto Blume en su última entrevista con El Reporte, me dijo una gran verdad, que “algunos miran al congresista por la cantidad de proyectos que ha presentado. Como si fuera una carrera de presentación de proyectos y el que presenta más proyectos de ley gana”. Nuestros legisladores proponen proyecto en proyecto para decir después todo lo que hicieron, por más que en muchos casos, sus proyectos sean ineficientes.
Sin embargo, mientras en el Congreso promueven leyes que solo reafirman la Constitución, “para combatir al progresismo”, proyectos importantes quedan soslayados. Como el proyecto de ley para inhabilitar a condenados por delitos graves, como homicidio o terrorismo a ser candidatos a las próximas elecciones.
Porque en el Perú, un asesino, como Antauro Humala, puede ser el próximo presidente, o un terrorista, como Víctor Polay Campos, si saliendo libre quisiera postular.
Esos son los proyectos, que hoy en día necesitamos.
El combate contra el progresismo está bien, es importante, pero es un lujo que en nuestro país todavía no nos podemos dar. Porque no tenemos orden, a la gente la matan en la calle, a las mujeres las violan, a los niños los raptan o los adoctrinan para ser pro-Sendero Luminoso. Miles de peruanos no tienen recursos, no tienen como pasar el frío del invierno, no tienen que comer y los servicios alimentarios como Qali Warma que ofrece el Estado muchas veces no solo no abastecen, sino que enferman.
Si nos preocupamos más por el lenguaje inclusivo en las escuelas, en vez de enfocarnos en como el senderismo se está apoderando de ellas, estamos haciendo algo mal. Nuestra agenda debe ser otra. Debemos arreglar el país y enfocarnos en los grandes problemas que vivimos en el día a día. El resto es solo un lujo.