OpiniónJueves, 2 de mayo de 2024
¿Feliz día del trabajo? ¿Realmente eres feliz?, por Jorge Palomino
Jorge Palomino
Médico Cirujano

En este Día del Trabajo, la mayoría contempla una pausa, un respiro del incesante martilleo del deber. Sin embargo, para aquellos de nosotros en el campo de la medicina, el concepto de trabajo adquiere una dimensión completamente distinta. No veo mi día a día como un mero cumplimiento de tareas ni como una obligación penosa, sino como una oportunidad genuina para realizar mi vocación: una fuente inagotable de alegría y satisfacción personal.

Friedrich Nietzsche articuló una vez que aquel que tiene un porqué para vivir, puede enfrentarse a todos los "cómos". En la práctica médica, mi "porqué" se revela cada vez que interactúo con un paciente, cada vez que un rostro surcado por el dolor esboza una sonrisa de alivio, cada vez que la angustia se transforma en esperanza. Este es el motivo que me impulsa, que transforma mi "trabajo" en una extensión de mi ser y no en una carga externa.

Es precisamente este sentido de propósito el que hace que el Día del Trabajo sea para mí una ocasión de reflexión más que de celebración tradicional. Reflexiono sobre el privilegio de ejercer una profesión que se siente menos como un empleo y más como una parte integral de mi identidad. Es un día para valorar no sólo mi propia experiencia, sino también para reconocer y agradecer a aquellos que encuentran en su labor diaria una vocación similar.

La sociedad a menudo ensalza el trabajo arduo y las largas horas como méritos en sí mismos, pero rara vez se detiene a ponderar la calidad de la conexión entre la labor y el amor por ella. Asumimos que el trabajo debe ser arduo y que debe sentirse como un sacrificio; sin embargo, ¿no sería más enriquecedor aspirar a que cada individuo encontrara en su trabajo una fuente de realización personal y de contribución al bienestar común?

En mi caso, la interacción con los pacientes no se limita a un intercambio clínico; se convierte en un encuentro humano profundo que trasciende el mero acto médico. Cada diagnóstico y cada tratamiento lleva consigo una historia, un contexto y, a menudo, un desafío emocional tanto para el paciente como para mí. Estos momentos son los que infunden a mi práctica médica un significado que va más allá de los límites tradicionales de "trabajo".

Por tanto, este Día del Trabajo, mientras algunos celebran el descanso merecido del obrero, yo celebro la continuidad de mi pasión. Este día me recuerda que, aunque es esencial luchar por condiciones laborales justas y equitativas, también es crucial buscar una armonía entre nuestra labor y nuestras pasiones. No es suficiente preguntar qué hacemos; debemos preguntarnos por qué lo hacemos y cómo nos sentimos al respecto.

La verdadera celebración del Día del Trabajo, entonces, reside no sólo en el reconocimiento de los logros laborales o en la reivindicación de derechos, sino en la capacidad de convertir cada jornada laboral en una expresión de nuestro yo más auténtico. Si podemos hacer esto, no sólo estaremos trabajando; estaremos creando, curando y, en última instancia, viviendo de manera plena y significativa.

Así, mientras muchos ven este día como una pausa en el ciclo laboral, yo lo veo como un recordatorio de que el trabajo, en su expresión más elevada, no es una carga, sino una celebración del espíritu humano y su capacidad de hacer el bien. El trabajo puede ser, y para mí lo es, una de las más grandes fuentes de felicidad. En mi práctica, cada día es una oportunidad de hacer una diferencia, una chance de curar no solo cuerpos, sino también corazones y almas. Esto es algo que vale la pena celebrar cada día, especialmente en el Día del Trabajo.

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