Hace un par de semanas, el presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, dio a conocer una carta en la declaraba que tomaría unos días para decidir su futuro. Diversos analistas de Latinoamérica me preguntaron sobre la verosimilitud de una hipotética dimisión del premier español, trasladándose a todos ellos que no veía plausible esa posibilidad. También indiqué que me sorprendía la “ingenuidad” (permítame el lector las comillas para no señalar otro calificativo) de la oposición española que, rápidamente, jaleó esta carta como el aviso de la dimisión de Sánchez, sin realizar un análisis algo más profundo y sensato.
Cabe destacar que algunos periodistas, como Lorenzo Ramírez (@LorenzoRamirez_), advirtieron que este movimiento de Pedro Sánchez recordaba mucho a lo que en 1946 realizó Perón para aunar a sus seguidores, apelando a la conspiración y a una ofensiva antidemocrática de las fuerzas reaccionarias, en un ambiente guerracivilista que ocultaría la pésima gestión de Sánchez y sus dificultades con su coalición de gobierno. Todo ello, además, sin olvidar las presuntas irregularidades que rodean al círculo político de confianza y a la esposa de Sánchez.
Es un error (que desde algunos partidos españoles de oposición se azuza) considerar que España se está convirtiendo en Venezuela. La ofensiva del Presidente Sánchez contra quienes no aceptan el discurso oficial, no es una excentricidad del premier español, mas al contrario, está en la línea de censura y persecución al disidente que la Unión Europea ha puesto en marcha. Este intento de laminar la escasa libertad de opinión y prensa en España, no es ajeno a la crisis del pacto de las élites españolas con poderes extranjeros para dirigir el país vigente desde la muerte de Franco, comúnmente denominado “régimen del 78” (por la Constitución aprobada ese año del pasado siglo), y que ha sumido a instituciones y partidos políticos en una creciente crisis de credibilidad.
Pedro Sánchez es el dirigente que con más entusiasmo ha apoyado las políticas de Washington y a los burócratas de la Unión Europea en todo el Viejo Continente. Esa sumisión, por ejemplo, le ha llevado a incumplir los pactos internacionales de España cediendo la soberanía del Sahara a Marruecos, así como aceptar sin queja maniobras militares de ese país en aguas cercanas a las Islas Canarias. Estas concesiones, además, han creado una gravísima crisis con Argelia, poniendo en peligro el futuro del suministro del gas natural que tanto necesita España.
Para finalizar, esta crisis terminal del “régimen del 78” va a venir acompañada de una mayor sumisión del denominado poder judicial a las directrices gubernamentales. Esta sumisión ya existe de facto, pero en esta ofensiva de restricciones de libertades y sometimiento a poderes extranjeros, Sánchez ha detectado una oportunidad para obtener una salida política y personal, consciente de que la oposición política parece incapaz de articular una propuesta creíble en tan graves momentos.