Es difícil para alguien que ama la familia ponerla en un contexto hostil. Pero también es irresponsable no ser conscientes de que la familia, como se le ha entendido en la cultura occidental por lo menos en los últimos 2000 años, viene estando en la mira de no pocas arremetidas que buscan destruirla en su composición y misión esencial. Son evidentes los ataques, o poca defensa, en diversos espacios de la sociedad. No es difícil encontrar ejemplos en el ámbito político, empresarial, educativo, eclesial, por mencionar algunos.
En un contexto de batalla cultural la familia, como institución natural estructurante de una sociedad saludable, pienso que tiene la vocación y las características necesarias no solo para ser defendida, sino para considerarla un agente fundamental de una ofensiva. En este caso pasar a la ofensiva no implica principalmente atacar, sino simplemente ser y parecer. Es tal el poder transformador de una familia cuando se despliega y dinamiza con espontaneidad, naturalidad y libertad, que no hay cáncer social que se le resista.
Como todo grupo humano, principalmente este que es la célula básica de la sociedad, requiere de un cierto orden en el que sus miembros respondan a la naturaleza de su rol. Se trata de ser, en lo que su naturaleza exige, padre y madre, hijo e hija. Serlo y parecerlo, con los aciertos y desaciertos propios de cualquier persona, pero sabiendo que, en la medida que uno sea fiel a su identidad personal y familiar, ya está ganando terreno en la batalla cultural que le toca dar.
Es en el día a día de la dinámica familiar y de la relación con el entorno donde se dan cientos de situaciones que desafían a cada persona y a la familia como grupo humano. En esa cotidianidad podemos ser coherentes con nuestros valores y tradiciones o podemos ceder a las propuestas del progresismo, dejándonos llevar por una aparente —pero efímera— modernidad.
Dice el autor español Álex Rosal en su libro Despierta y combate a los bárbaros que arruinan tu vida que el progresismo ha avanzado casi sin resistencia por las micro cobardías de la gente de a pie que no plantó batalla. La esperanza está, compartiendo el pensamiento de Rosal, en que se fomenten micro valentías y no hay mejor lugar para hacerlo que la familia. Micro valentías de los hijos en ser hijos y de los padres en ser padres; micro valentías en promover valores y en denunciar engaños.
En el día internacional de la Familia vale la pena recordar no solo la importancia fundamental que tiene como institución en el tejido social, sino también el rol clave que tiene cada familia en la batalla cultural que se libra día a día, donde toda micro valentía puede hacer la diferencia.
Feliz día internacional de la Familia.