OpiniónViernes, 24 de mayo de 2024
Eterna inestabilidad, por Sergio Alva
Sergio Alva
Periodista de El Reporte

Ya van años en los que el país se encuentra en una crisis que viene deteriorando las esperanzas de todos los peruanos. Hemos padecido gobiernos ineptos y corruptos y aun así los vemos buscando candidatear para el 2026 a personajes como Martín Vizcarra.

Pero ya hablaremos de él en otra columna, ahora quiero centrarme en la inestabilidad que existe hace ya varios años. Las autoridades que entran no buscan otra cosa que llenar sus bolsillos y favorecer a sus allegados. El más actual ejemplo es la gestión de Dina Boluarte.

Es necesario hacer énfasis en esta administración, debido a que hemos notado mejoras, pero no para el país, sino para su persona. Arreglitos estéticos, relojes caros y la ayuda para su hermano en las investigaciones que se le siguen. Esto no solo demuestra más de lo mismo en la clase política nacional.

Dina, luego del fallido golpe que perpetró Pedro Castillo, entró a gobernar la nación, enfatizando que se quedará hasta el 2026, y los cambios que hemos encontrado durante todo este tiempo son nada más que en beneficio propio. Su nivel de aprobación es bajo y ya se han presentado, hasta el momento, cinco mociones de vacancia en su contra. No obstante, no nos conviene que se vaya por el momento, porque al irse ella, entra Soto, que sería la mis cosa básicamente o, en concreto, Acuña sería, de manera indirecta, el presidente; y creo que todos los peruanos estaremos de acuerdo de que no podemos tener un presidente de esa calidad.

Por otro lado, en el Congreso de la República, quienes deberían hacer una labor fiscalizadora, han archivado todas las mociones presentadas contra Dina, pese a que se hay un sustento fuerte, pero al margen de ello, muchos parlamentarios ya están pensando en una eventual candidatura.

Es grosero ver que congresistas altamente cuestionados quieran perfilarse para ser mandatarios de este país que cada nueva gestión presidencial termina yéndose al desvío por no decir al inframundo. Sería más desgracias para la política peruana.

No podemos permitir que personajes como Guido Bellido, que siempre ha pensado en la estatización de empresas como una opción para el país y peor aún, sigue siendo defensor acérrimo de Pedro Castillo, pese a que este violó la Constitución Política y vulneró el orden democrático; pretenda ser mandatario.

Tampoco podemos aceptar que Guillermo Bermejo, un individuo que tiene serios vínculos con el terrorismo y también defiende al golpista, ahora resulta que está buscando ser jefe de Estado, es indignante y grosero para la clase democrática peruana.

Así como estos dos personajes, también tenemos a Darwin Espinoza, el acciopopulista que usa su bandera de congresista para favorecer a quien, ya se ha demostrado, es su “amiga cariñosa”, para que ella tenga un puesto dentro del Parlamento, obviamente utilizando el recurso de “amiguismo” para que pase desapercibido, algo que no le salió muy bien que digamos. Él también buscaría ser mandatario. Con todos esos anticuchos, lo quiere.

Es que parece que ser presidente de la República ya dejó de ser un cargo de representación para volverse un cargo de poder, pero no poder para ayudar al pueblo, sino poder para favorecerse a sí mismos, burlarse de los electores, y de quienes depositan su confianza en ellos.

Y es triste, porque siempre que entramos a procesos electorales; el ciudadano no se informa por quién votar, se deja manipular por dádivas que brindan varios candidatos, son atraídos por ideas y promesas falsas que incluso son imposibles de realizar; y todo esto se traduce en nuevamente lo mismo, un Pedro Castillo dentro de la casa de Pizarro, para finalmente seguir con lo que parece ser una eterna inestabilidad.

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