OpiniónViernes, 31 de mayo de 2024
Las madres y los padres en disputa cultural, por Sebastían Blanco
Sebastián Blanco
Director Ejecutivo y co-fundador de la Asociación Origen

El 17 de septiembre del año 2012 la Asamblea General de la ONU proclamó el 1 de junio como el Día Mundial de las Madres y los Padres.

Es una fecha poco conocida y, por lo tanto, sin mayor impacto en la actualidad. Esto a pesar de que sus antecedentes se remontan a 1980 cuando la ONU planteaba la necesidad de centrar más la atención en los problemas que se relacionaban con la familia. En 1983 la Comisión para el Desarrollo Social solicitó al Secretario General de dicho organismo que: “aumentara la conciencia entre los tomadores de decisiones y el público en general de los problemas y necesidades de la familia, así como de formas efectivas de satisfacer esas necesidades”. Otro antecedente significativo se da en el año 1989 cuando la Asamblea General proclamó el año 1994 como el Año Internacional de la Familia. Finalmente, en 1993 la misma Asamblea General decidió que los 15 de mayo de cada año se celebrase el Día Internacional de la Familia.

La efemérides del 1 de junio de todos los años, el Día Mundial de las Madres y los Padres, es la última de una serie de fechas designadas por la ONU para generar conciencia en torno al tema de la familia y sus integrantes. Si comparamos los recientes documentos de la ONU —particularmente los referidos a la Agenda 2030 — con los citados arriba, llama la atención cómo ha habido un cambio en la importancia e incluso en el contenido de términos como “familia”, “padre” o “madre”. Surge, entonces, una interrogante pertinente: ¿por qué si en los años ochenta y parte de los noventa había una preocupación patente por estas realidades, hoy parece que ya no son tan relevantes o el contenido de esos términos ha variado? Es interesante señalar que en documentos de la ONU relacionados con la Agenda 2030 los términos “padre” y “madre” casi no están presentes y cuando se usan se aplican análogamente a otras realidades como, por ejemplo, “madre tierra”.

En nuestra reflexión puede iluminar ver qué contenidos hay detrás de “padre” y “madre”. Si acudimos a un parámetro objetivo y normativo respecto de la lengua y su uso —el Diccionario de la Real Academia Española — para ver el significado de “madre” y “padre”, remitiéndonos a tres de las cuatro primeras acepciones, vemos que madre significa: mujer que ha concebido o parido uno o más hijos / Mujer en relación con sus hijos / Mujer que ejerce de madre. De la misma manera define la palabra padre así: varón que ha engendrado uno o más hijos / Varón en relación con sus hijos / Varón que ejerce de padre.

En las definiciones antes citadas podemos resaltar algunos elementos que dan contenido sólido a los términos celebrados. Primero: la madre es mujer y el padre es varón. Segundo: hay una relación particular con el o los hijos. Tercero: tanto la identidad de los padres como la relación con sus hijos está determinada por una dependencia biológica, sin anular una posible relación adoptiva.

Tomando en cuenta estas definiciones y elementos, volvamos al cuestionamiento antes planteado: ¿por qué si en los años ochenta y parte de los noventa había una preocupación patente por estas realidades, hoy parece que ya no son tan relevantes o el contenido de esos términos ha variado? Teniendo cierto conocimiento de las agendas actuales de la ONU, queda claro que se ha producido un cambio ideológico que se refleja en cómo estos términos están cada vez menos presentes y más vaciados de sus contenidos originales en los documentos y la comunicación de dicho organismo.

Sabemos que en la batalla cultural, donde la familia, la madre y el padre son campos cruciales en disputa, el lenguaje es un arma sumamente importante. Ganar terreno en esta batalla se trata, en parte, de dotar de contenidos adecuados a términos tan relevantes como los aquí tratados. Y el contenido no puede ser fruto de decisiones subjetivas, modas, autopercepción o consensos. El contenido de los términos refleja la realidad y en esa medida permite una comunicación veraz y enriquecedora. En esa línea, celebraciones como la del 1 de junio, a pesar de ser propuestas por un organismo que evidentemente hoy promueve lo contrario a lo que entendemos la mayoría de los peruanos por familia, paternidad y maternidad, pueden ser ocasión para afirmar nuestros valores, creencias y costumbres y darlas a conocer.

¡Felicitaciones a todas las madres y padres en su día!