OpiniónViernes, 7 de junio de 2024
Mes del orgullo: el peligro de las políticas identitarias, por Jorge Palomino
Jorge Palomino
Médico Cirujano

El mes de junio, consagrado como el Mes del Orgullo LGBTQ+, se ha convertido en un evento cultural de gran relevancia, adornado con desfiles vibrantes, campañas publicitarias inclusivas y una visibilidad sin precedentes para la comunidad LGBTQ+. Sin embargo, tras la fachada de alegría y color se esconde una red de políticas identitarias que merecen una crítica rigurosa, considerando sus efectos en la sociedad y en la psique humana desde diversas perspectivas, como la psicológica, la política y la psiquiátrica.

Jordan Peterson, uno de los críticos más perspicaces de las políticas identitarias, señala los peligros de basar la identidad individual en categorías colectivas. Según Peterson, esta tendencia divide a la sociedad en grupos antagonistas, fomentando una mentalidad de víctimas y opresores. En lugar de promover la unidad, estas políticas exacerban las diferencias sociales, poniendo énfasis en lo que nos separa en vez de en lo que nos une. Este fenómeno, según Peterson, debilita el tejido social al priorizar la identidad grupal sobre el mérito y las capacidades individuales.

Steven Pinker, en su obra "En defensa de la Ilustración ", destaca cómo los logros de la Ilustración, tales como el individualismo y la razón, están siendo erosionados por un enfoque desmedido en la identidad grupal. Pinker advierte que esta obsesión por la identidad puede revertir los avances en derechos humanos y civiles, creando un entorno donde la identidad colectiva predomina sobre el mérito individual y la lógica racional. Este retorno a un tribalismo moderno, argumenta Pinker, amenaza con deshacer siglos de progreso en favor de una igualdad genuina y racional.

Axel Kaiser critica la utilización de las luchas legítimas de la comunidad LGBTQ+ para fines políticos y comerciales. Según Kaiser, el orgullo ha sido transformado en una herramienta de marketing que desvirtúa la esencia de la lucha por la igualdad, convirtiéndola en un espectáculo superficial y vacío de contenido auténtico. Este fenómeno, conocido como "rainbow-washing", permite a las corporaciones capitalizar el activismo sin realizar cambios sustanciales en sus políticas internas o en su impacto social real.

Desde un punto de vista psicológico, la constante reafirmación de la identidad grupal puede tener efectos adversos en la psique individual. La teoría del etiquetado sugiere que asignar etiquetas rígidas a las personas puede limitar su desarrollo personal y su capacidad para ver más allá de esas etiquetas. La identidad, que debería ser una construcción fluida y personal, se convierte en una prisión que define a la persona de manera reduccionista. Este proceso puede fomentar una dependencia en la validación externa, minando la autoestima y la capacidad de resiliencia.

Peterson sostiene que la promoción desmesurada de políticas identitarias puede disminuir la resiliencia personal. Al fomentar una cultura de victimización, se inhibe la capacidad de los individuos para enfrentar adversidades y desarrollarse plenamente. En lugar de fortalecer la autoestima y la autonomía, se refuerza una dependencia en la validación externa y en la identidad grupal, creando una paradoja donde el empoderamiento personal es socavado por la propia narrativa que pretende promoverlo.

En el ámbito político, las políticas identitarias generan polarización. Kaiser argumenta que la fragmentación de la sociedad en grupos identitarios antagónicos dificulta la gobernabilidad y el consenso democrático. Cuando cada grupo intenta imponer su agenda basada en su identidad particular, se pierde la noción de bien común y de objetivos compartidos. Este fenómeno no solo erosiona la cohesión social, sino que también mina las bases mismas de la deliberación democrática y el pluralismo político.

Pinker advierte que este fenómeno puede debilitar las instituciones democráticas. La política basada en identidades tiende a ser emocional y visceral, lo que puede minar la deliberación racional y el debate constructivo, pilares fundamentales de la democracia liberal. Este desplazamiento de la racionalidad por la emotividad y la identidad puede llevar a una erosión de las libertades individuales y a un entorno político cada vez más fragmentado y conflictivo.

Frente a este panorama, es esencial recuperar los principios del individualismo y la razón. Celebrar la diversidad es crucial, pero no debe hacerse a expensas de la cohesión social y el desarrollo personal. La lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+ debe centrarse en la igualdad de oportunidades y el reconocimiento del mérito individual, sin caer en la trampa de las etiquetas reduccionistas. Esto requiere una revalorización del mérito y la capacidad individual, reconociendo que cada persona es más que la suma de sus identidades grupales.

En conclusión, mientras el Mes del Orgullo nos invita a celebrar la diversidad y la inclusión, también debemos reflexionar críticamente sobre las políticas identitarias que subyacen en estas celebraciones. Como advierten Peterson, Pinker y Kaiser, la verdadera emancipación reside en trascender las etiquetas y promover una sociedad donde el individuo sea valorado por su carácter y habilidades, no por su pertenencia a un grupo particular. Es un llamado a abrazar la razón, el mérito y la verdadera igualdad, más allá de las simplificaciones identitarias. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente inclusiva y equitativa, donde cada persona tenga la oportunidad de florecer en su máxima expresión individual.

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