Nunca imaginó Manolo Romero, pasajero de Iberia de un vuelo proveniente de Madrid (España), que su peor pesadilla estaba por comenzar aquella tarde del domingo 2 de junio. Había planificado su viaje al Perú con mucha antelación e ilusión. Quería ver con sus propios ojos la maravillosa ciudad del Cuzco y el sueño de Machu Picchu. Ya todo estaba coordinado y planificado. Llegaba a Lima y conectaba al día siguiente temprano con su vuelo a la ciudad del Cusco. ¡Su sueño se haría realidad! Era un gran admirador del Perú y la cultura inca. Sin embargo, las cosas no salieron como lo planeado. Cuando ya la aeronave había comenzado su aproximación hacia el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, la voz del piloto se hizo oír en todo el avión. Anunciaba que, por problemas técnicos surgidos en el aeropuerto de Lima, el vuelo se desviaría para aterrizar sólo por unos minutos, en el aeropuerto de Pisco –“¿Pisco? ¿Dónde queda eso? ¿No es un famoso licor peruano?”, pensó Manolo. El inmenso avión de cabina ancha de Iberia aterrizó en el aeropuerto de Pisco. La aeronave con las justas cabía en la pista. Al dar la curva al final de la pista, el extremo de una de sus alas derribó uno de los postes de la pista. ¿Qué hubiera pasado si el ala se quebraba y fluye el combustible? La tensión y el horror habían comenzado. Nunca se imaginaría que, adicionalmente a las doce horas del vuelo de Madrid a Lima, le esperarían trece horas más encerrado en el avión, sin poder estirar las piernas ni bajar a una sala de espera.
A esa misma hora en la ciudad de Cusco, Ricardo Sharpe esperaba la salida de su vuelo a Lima. Había venido al Cusco para celebrar su despedida de soltero con unos amigos. No veía las horas de llegar a Lima pues, al día siguiente a primera hora, tenía una reunión de negocios en su oficina en donde se decidiría el futuro de su empresa, en cuanto a la posibilidad de una importante fusión con una enorme transnacional norteamericana. Habiendo subido a la aeronave, ésta recorrió la pista para proceder a despegar. Sin embargo, la aeronave esperó, esperó, esperó y nunca despegó. Luego de dos horas encerrado y cuando ya las piernas comenzaban a acalambrárseles, el capitán anunció el regreso de los pasajeros a la sala de espera. La aeronave no despegaría por problemas técnicos en el aeropuerto de Lima.
Lo mismo le sucedió a Giacomo Tarusso, famoso barítono cantante de ópera, sentado en un asiento tres filas detrás de Sharpe. Giacomo debía llegar a Lima para conectar con el vuelo de Air France para estar en París el día martes en la noche, para el estreno de la temporada de ópera en el famoso teatro de la Ópera de París, cantando el papel de Fígaro en “El barbero de Sevilla” de Rossini. Cuando el avión se detuvo y lo regresaron a la sala de espera del aeropuerto, su peor pesadilla había comenzado: la posibilidad de no llegar a tiempo a París para el estreno de la temporada de ópera y dejar colgado a todo el elenco y al público parisino.
De otro lado, la señora Juana Domínguez, anciana de 92 años de edad, ubicada en la primera fila, también viajaba a Lima en la misma aeronave con su hija Camila, para ver a su cardiólogo el doctor Killer, el cual le efectuaría varios chequeos y decidiría si la señora Juana debía ser intervenida de urgencia con una operación a corazón abierto, intervención que salvaría su deteriorado corazón. La cita estaba programada en el Hospital Rebagliati para las 11am de la mañana del día siguiente lunes. Las dos mujeres se quedaron pasmadas y angustiadas cuando las regresaron a la sala de espera del aeropuerto del Cusco.
Mientras tanto en el aeropuerto Internacional Jorge Chávez en Lima, ¿Qué había sucedido? Pues simplemente que las luces de borde de la única pista de aterrizaje operativa del aeropuerto, se habían apagado. A la empresa estatal Corpac -a cargo del control de los vuelos del aeropuerto- no le quedó otra cosa que suspender los vuelos de salida y aterrizajes en el aeropuerto. Lógicamente, las aeronaves no podían despegar y menos aterrizar en un aeropuerto con la pista de aterrizaje a oscuras y adicionalmente, con la amenaza de una densa neblina que ya comenzaba a cerrarse en los cielos de Lima.
Poco a poco la opinión pública y los medios comenzaron a tomar conocimiento de esto en la noche del domingo, cuando cientos, por no decir miles de pasajeros reclamaban furiosos por la suspensión de sus vuelos, pérdida de conexiones, tanto nacionales como internacionales. En total se suspendieron ¡más de 128 vuelos cancelados! Más de diez mil pasajeros quedaron literalmente varados sin poder tomar sus vuelos, 31 vuelos desviados y unas doce horas de paralización sin poder hacer nada. ¡El aeropuerto más importante del Perú y de la costa oeste de Sudamérica literalmente paralizado! Llegado el día lunes, los medios corrieron a averiguar qué estaba pasando. Al entrevistar al ministro de Transportes y Comunicaciones, éste declaró muy suelto de huesos que “estaba muy cansado” para asistir a la sesión de la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso, para informar de lo sucedido. También señaló que se trataba de un “hecho fortuito”. De otro lado, el gerente general de Corpac declaró a la referida comisión que este acontecimiento ¡podría volver a ocurrir! ¿Qué no vuelva a ocurrir algo así? “Tenemos que ser francos; yo no le puedo garantizar eso”. Señaló que él era un funcionario nuevo, con pocos meses en el cargo. ¡Pero es el gerente general y debe prever todo en la empresa que gerencia y en todo caso, verificar que todo esté operando bien! ¿Y por qué no se utilizó la segunda pista recientemente inaugurada pomposamente por la señora Boluarte? Unos dicen que no estaba operativa y otros que sí. ¡Despelote total!
En resumen, un escándalo nacional e internacional ante la ineptitud e incapacidad de los funcionarios de Corpac, del ministro de Transportes y de la propia presidente Boluarte, que ni se pronunció siquiera. Esta falla por un cortocircuito -tal como muchas horas después se estableció que fue la causa- no fue un hecho fortuito. El artículo 1315 del Código Civil define como hecho fortuito a la “causa no imputable, consistente en un evento extraordinario, imprevisible e irresistible, que impide la ejecución de la obligación o determina su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso”. Este evento se pudo prever. No fue imprevisible. Debió de existir un plan de contingencia, como en toda empresa seria industrial, minera, petrolera, etc. Son eventos que sí pueden suceder y suceden. En una empresa privada a ese gerente general ya lo habrían despedido de inmediato, así como a sus asesores, gerente de logística, etc. amén de los temas penales que pudieren existir, y el ministro debe ser interpelado ya.
¿Qué hubiera pasado si el apagón de la pista hubiera ocurrido a las 8 de la noche, causando una oscuridad absoluta, con neblina adicional, y un avión de cabina ancha en pleno procedimiento de aproximación y aterrizaje se hubiera estrellado contra la pista a oscuras? ¿Quién o quienes hubieran sido responsables por las más de doscientos cincuenta pasajeros muertos y tripulantes? Esto pudo haber sucedido. Gracias a Dios no sucedió. En definitiva: urge la revisión total de los equipos con los que opera Corpac para cumplir con sus funciones en el aeropuerto Jorge Chávez. No quiero ni imaginarme… ¿Cuál será el estado del radar del aeropuerto, qué alcances tendrá, funcionará bien? ¿En qué estado se encontrará el sistema ADS-B uno de los sistemas de vigilancia aérea que algunos han declarado que actualmente permanece desconectado e inoperativo lo cual puede dar una información errónea sobre la ubicación de dos aeronaves en el aire y causar un horroroso accidente? Una perla más: el Aircon 2.100, sistema que permite a los operadores visualizar el movimiento de cada avión comercial en el espacio aéreo peruano y que fue desarrollado por la empresa española Indra Sistemas, los expertos indican que ¡no tiene garantía desde el 2020! En conclusión, ¡Dios nos coja confesados! Corpac, su gerente general, el ministro de TC, y la presidente son responsables ante Manolo Romero, Ricardo Sharpe, Giacomo Tarusso, la señora Juana Domínguez y cientos de pasajeros, por la pesadilla que vivieron y aún viven en carne propia. ¿Les darán al menos una disculpa? ¡Solo en el Perú suceden estas cosas!