La tensión entre democracia y autoritarismo origina conflictos geopolíticos en un mundo bipolar. Tras la Guerra Fría, la unipolaridad de Estados Unidos dio paso a una multipolaridad con centros de poder como China, Rusia e Irán, desafiando la hegemonía occidental con modelos alternativos de gobernanza y autoritarismo como constante.
China, con 17% del PBI mundial, frente a Estados Unidos con el 26%, busca contrarrestar el poder de su adversario, pero sus relaciones comerciales actúan como barrera evitando conflictos directos en una "zona gris" con tensiones latentes. En su estrategia de expansión, desarrolla alianzas aparentemente disímiles con Rusia e Irán, que convergen enfrentando a Estados Unidos y el bloque occidental democrático.
La OTAN, con Estados Unidos, Unión Europea y Reino Unido como principales potencias aliadas, reúne el 49% del PIB mundial y 55% con el G7; llevando a China a formar el bloque comercial de los BRICS, con 10 socios, casi el 29% del PIB mundial y tendencias autoritarias.
El bloque autoritario avala la iniciativa China de la "Civilización Universal", modelo donde cada país determina su propia forma de gobierno, enfrentando la democracia, derechos humanos y libertades individuales. Así, China, Rusia e Irán desarrollan coaliciones para extender su influencia global respaldándose mutuamente en temas políticos, económicos, militares y campañas de desinformación.
Estos países desarrollan a su vez ejes como la "media luna chií" en Oriente Medio, alianza informal entre Irán y sus proxy: Hezbollah en Líbano y Siria, hutíes en Yemen, Hamas y el Ejercito proiraní en Irak para ampliar su influencia contra los valores occidentales.
La teoría de la paz democrática plantea que las democracias son menos propensas a iniciar guerras, demostrado con una menor recurrencia a conflictos internos y externos. China aplica estrategias de "soft power", evitando enfrentamientos directos con iniciativas como la Franja y la Ruta, expandiendo su influencia a través del comercio y acuerdos en 60 países. Pero la tendencia de los regímenes autoritarios es a iniciar conflictos como la invasión rusa de Ucrania, guerras proxy de Irán en Oriente Medio, avances de China en el Indo-Pacífico y Taiwán, o maniobras militares de Corea del Norte contra Corea del Sur.
Por ello las coaliciones democráticas refuerzan los sistemas de defensa más allá de la OTAN, con iniciativas como el QUAD en el Indo-Pacífico donde Estados Unidos, Reino Unido, Japón, India y Australia buscan contrarrestar las amenazas chinas y sus aliados autoritarios.
Otra constante del autoritarismo es la corrupción que, a pesar de ser un problema mundial, muestra a países autoritarios ocupando los primeros lugares en los índices. Estos regímenes utilizan la corrupción como herramienta para consolidar su poder, fomentar conflictos, desviar recursos y reprimir la disidencia, desafiando los principios occidentales y afectando negativamente la economía, con bajos niveles de desarrollo humano, pobreza y desigualdad.
Por ello las democracias luchan para promover los derechos humanos y asegurar la paz global en un entorno cada vez más polarizado. Combatir la corrupción y fortalecer las instituciones democráticas es esencial para mejorar las condiciones de vida en el mundo. Los países democráticos no solo muestran mejores niveles de gobernanza, tienen mejores índices de desarrollo humano (IDH), un PIB per cápita cinco veces más alto y mejor calidad de vida que los países autoritarios.
Gobiernos autoritarios en América Latina, como Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, promueven la corrupción y enfrentamientos, avalados por China, Rusia e Irán, perpetuando el totalitarismo. Combatir la corrupción, evitando la polarización y los conflictos sólo será posible luchando contra el autoritarismo, que somete a las poblaciones con más pobreza y ausencia de libertades.