OpiniónJueves, 20 de junio de 2024
Miedo, Temor e Injusticia, por Franco Consoli
Franco Consoli
Analista político

Según el filósofo británico Thomas Hobbes, en El Leviatán, es necesario un Estado fuerte que logre que entre los humanos no haya una guerra perpetua entre nosotros, de forma tal que nos garantice paz y seguridad mediante su gobierno. Esto porque, según él, el estado natural del hombre conlleva que sea un lobo para otro, una naturaleza que nos lleva a ser egoístas desde nuestro fundamento. Hobbes manifiesta la necesidad de este Estado para que la sociedad se mantenga estable.

Sin embargo, la ausencia de este Estado fuerte, que nos proteja y nos garantice la paz dentro de nuestra convivencia, genera que el hombre en muchos casos termine remitiéndose a su naturaleza. Un ejemplo de esto es la justicia a mano propia. Una manera de que el individuo pueda protegerse a sí mismo o a terceros por la ausencia de un Estado o por uno incapaz de garantizarle la tranquilidad y la seguridad que merece. Una práctica que en el fondo a muchos puede sonar correcta, pero que en el fondo solo se presta ponernos en una condición de alerta y de lucha frente al resto, propagando el temor. Lamentablemente, aun así, muchas veces los individuos deben ejercer dicha práctica porque no hay nadie, si no es el mismo, que lo proteja.

Hace unos días, en Trujillo, ciudad en la región de La Libertad, que se encuentra en un estado de emergencia desde hace más de 150 días, se demostró, una vez más, que este Estado, este gobierno, no es capaz de garantizarle la seguridad a sus ciudadanos. En lo que va del año, se registra más de una muerte al día en dicha ciudad a manos del crimen organizado. Si bien para muchos limeños ese número no asusta, considerando que en nuestra capital estamos probablemente igual o peor, debemos considerar que mientras en Lima hay más de 11 millones de personas, en Trujillo hay cerca de un millón nomás.

Vecinos trujillanos el martes, tras la incapacidad del Estado de defenderlos, decidieron hacer un proceso inquisitivo contra un criminal. Es decir, fueron juez, parte y verdugo. Tras un asalto a una tienda por parte de 4 criminales, los vecinos lograron capturar a uno, a quien lanzaron una piedra, logrando que se caiga de su motocicleta, siendo abandonado, claramente, por los otros autores del delito. Tras atraparlo, los vecinos, decidieron hacer justicia a mano propia, a falta de verdadera justicia por parte del Estado o de un Batman como vigilante. ¿Qué hicieron? Lo quemaron vivo. Porque están hartos. Porque el crimen en su ciudad, como en el resto del país, solo aumenta, y las autoridades no funcionan. Por lo que los peruanos deciden tomar acción por su propia cuenta, para propagar temor, como dice Hobbes. Para que los criminales comiencen a darse cuenta, que, si las autoridades no hacen nada, el pueblo lo hará.

Es lamentable que lleguemos a este punto. El Estado promueve Estados de emergencia ineficientes, creyendo que algo cambiará, mientras los criminales se burlan en sus caras. Estamos en una condición crítica ¿Qué hace el gobierno?

Tanto se ha hablado que quieren imitar el plan de Bukele en El Salvador. Se dijo en su momento que ya tenían un plan aún más eficaz para combatir el crimen organizado. Esto solo nos demuestra que otra vez más nos encontramos en un desgobierno impresionante.

Si contrastamos con países de la región, como Argentina, donde sí hay gobierno, y por más que su situación es más que complicada en el campo económico, sí se nota como velan por la seguridad de los argentinos. El vocero presidencial, Manuel Adorni, señaló esta semana, que su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se juntó con Nayib Bukele para entender los lineamientos y seguir “el plan Bukele” en su país. No porque los niveles de crimen en Argentina estén similares a los que alguna vez tuvo El Salvador, sino porque eso es lo que quieren evitar.

Esto es una bofetada al gobierno peruano que no reacciona frente a la inseguridad, que no protege a los peruanos, y que indirectamente -o no- beneficia a los criminales. Mientras que en Argentina no quieren ni asemejarse en lo más mínimo a El Salvador, parecería que en el Perú se quisiese todo lo contrario. Nuestros niveles de inseguridad son los más altos desde el terrorismo, si el Estado no lo resuelve, lamentablemente habrá dos caminos: o nos hundimos en la inseguridad y terminamos siendo un Estado tomado por el crimen o la gente reaccionará y cada vez se hará más justicia a mano propia, y que le prendan fuego a los criminales se volverá cada vez más común. Y el miedo y el temor igual primarán.

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