De acuerdo a la Constitución, el presidente dirige la política exterior, ejerciendo esa función por medio del Ministro de Relaciones Exteriores. Durante algún tiempo este cargo fue ejercido por miembros en activo del Servicio Diplomático, el ejemplo más reciente la predecesora inmediata del actual Canciller.
Salvo el caso de personalidades fuertes o notables, esto puede conducir a ministros que tengan una excesiva prudencia en el cargo derivada de su razonable preocupación sobre su empleabilidad futura cuando les toque bajar al llano; y, en ocasiones, conviene abandonar prudencias inmerecidas.
Esto se evitó la semana pasada cuando el Perú, por medio de su Canciller, expresó su desagrado por el activismo de ciertas embajadas sobre un proyecto de ley en trámite en el Congreso de la República, aprovechando su discurso en una recepción brindada por el Embajador de Canadá.
El proyecto de marras versa sobre el financiamiento extranjero de las ONG. Con ese proyecto el Perú emite una señal: No intervengan vía ONG en nuestra política interna que no lo seguiremos permitiendo. Así lo entendieron la mayoría de las embajadas activistas, optando por bajar la temperatura y no insistir en el tema, al menos públicamente.
En este contexto llamó la atención las declaraciones de la nueva Embajadora de Estados Unidos. La embajadora aludió a la importancia de las ONG dentro de la cooperación internacional en un discurso que parecía responder a sus gestiones. La actual embajadora es una respetable funcionaria aunque con un perfil menos interesante que el de su predecesora, la señora Kenna, que dicen tiene experiencia en asuntos vinculados al mundillo de los servicios de inteligencia y que le tocó ejercer funciones durante el desgobierno de Castillo.
Otro hecho llamativo fue la visita de unidades de la Marina de Estados Unidos al Callao, justo cuando está próximo a inaugurarse el mega puerto de Chancay. ¿Es una seña esta visita?
También es interesante el trato dispensado al presidente Boluarte en su visita oficial a China. El gobierno de Xi Jinping emite una clarísima señal: Nos interesa el Perú. No lo hacen por buena gente, lo hacen porque nuestro país encaja de alguna manera en el rompecabezas estratégico que están armando su lucha geopolítica con los Estados Unidos.
Dada la evidente preocupación de Washington por el avance chino en el Perú, pensaría que el discurso de la nueva embajadora gringa fue una movida irreflexiva. Para Estados Unidos es importante que América Latina se mantenga alineada con políticas convergentes a favor de la democracia y en contra de países que desean cambiar el orden internacional.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt dedicó importantes esfuerzos a este cometido, desplegando toda su simpatía y encanto personal para ese efecto. Entre los receptores de su carisma estuvo, por ejemplo, mi abuelo, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco. La diplomacia personal juega a veces roles importantes en las relaciones entre países.
Haría bien EE.UU. en emitir señales positivas de interés en países como el nuestro y no dejar que la agenda bilateral quede secuestrada por los intereses subalternos de algunas ONG ideologizadas. Si tanto se preocupan por el puerto y presencia de empresas estatales chinas, ¿qué ofrecen además de las reprimendas tontas de su embajadora?
El Perú debe jugar sus cartas con cautela, sacando el máximo provecho del interés chino pero sin endeudarse ni hipotecarse, nunca olvidando la visión vertical del mundo que tiene el Imperio Celeste.