Parafraseando a Marx y Lenin, “un fantasma recorre al mundo, es el del rechazo al izquierdismo”. En los recientes años, el péndulo electoral en el mundo gira a la derecha, sean en elecciones parlamentarias, presidenciales, locales, el socialismo y sus compañeros de camino del centro son fulminantemente derrotados tanto en América, como en Europa y Asia.
La razón parece ser muy clara: existe una decepción absoluta frente a los cantos de sirena de los socialistas, que captaron el voto mayoritario de las masas, frente a la ineficacia de los gobiernos de derecha. Ante el hartazgo de los electorados ahora ante gobiernos de izquierda que demostraron ser tanto o más ineficaces, corruptos y demagogos que los de la derecha, vuelve el péndulo hacia esta.
Pero esta vez hay un cambio sustancial: los gobiernos de izquierda que llegaron en la “ola rosa” tanto en América como en Europa, no fueron de una izquierda tradicional socialdemócrata sino los de una izquierda del Socialismo del Siglo XXI, que no se contentaba con arribar el poder para mandar en las políticas públicas, sino que vino con una estrategia gramsciana de hegemonía: querían aferrarse al poder y desde este llevar a cabo una guerra cultural que dominase las instituciones de la sociedad civil cooptadas para el socialismo.
Ante este escenario y el peligro de la pérdida de la democracia en la mayoría de países con regímenes socialistas y frente a una timidez o hasta colaboración de la derecha tradicional, surgieron partidos de derecha radical que tienen como objetivo fundamental hacer la guerra cultural al socialismo y denunciar y derribar a las estructuras políticas, sociales y económicas que quieren aprovecharse del estado para imponer su hegemonía.
En Las elecciones europeas y en algunas parlamentarias en Europa se ve nítidamente este fenómeno, la derecha claramente domina el panorama electoral, en las europeas los bloques socialista, liberal y verde retrocedieron fuertemente, la derecha del PPE resiste e incluso aumenta ligeramente, pero es la derecha radical, la de los partidos nacionalistas, las que insurgen como fenómeno electoral en prácticamente todos los países.
En América la opción de la derecha también es clara: desde Norteamérica hasta la Patagonia, hay un rechazo nítido del progresismo y sobre todo del Socialismo del Siglo XXI. Ante el régimen pos keynesiano, pero sobre todo entregado al wokismo de Biden, vuelve Trump con fuerza, como opción casi cierta de triunfo este año, sobre todo después de la debacle de Biden en el primer (¿y último?) debate entre los candidatos demócrata y republicano, lo que el aparato demócrata quiso negar con la tesis de la “fake news” se vio frente a las pantallas como un knockout a las aspiraciones de reelección de Biden: este no está apto cognitivamente para seguir siendo presidente.
Pero aun antes de este debate ya se preveía la derrota de la socialdemocracia gringa, el pueblo norteamericano está harto de las políticas pro woke de Biden: usurpan el poder para imponer una ideología identitaria, de género y ambiental que va en contra del sentir de la mayoría, amén del fracaso de su despilfarro fiscal que ocasiona inflación y por lo tanto penuria en ese país.
En elecciones de diverso nivel o en encuestas se ve en todo el continente la vuelta del péndulo hacia la derecha: qué decir del gran éxito del libertario Milei en Argentina, quien se está convirtiendo en un ícono de la reacción anti socialista en el mundo, o del rechazo al proyecto constituyente wokista de la izquierda chilena, o al rechazo de las pretensiones dictatoriales de Castillo, el Mas y el petrismo en Perú, Bolivia y Colombia, amén de los triunfos de la derecha en Uruguay, Paraguay, Panamá y Ecuador.
En Europa las elecciones europeas fueron un golpe certero a las pretensiones gramscianas de la izquierda y es donde surge con más nitidez un proyecto de derecha radical, en la península ibérica el socialismo fue derrotado electoralmente, otra cosa es que el perdedor Sánchez se aferre al poder en un gobierno minoritario gracias a la entrega de España a los nacionalismos anti sistema, en Francia Le Pen está ad portas de imponer una cohabitación a Macron y en prácticamente toda Europa los partidos de derecha son primeros o segundos, descolló la imagen de Meloni, por su discurso y acción de derecha nacionalista que derrumba el “ coco” del peligro de la extrema derecha.
Estamos en el mundo en un punto de inflexión: o esta derecha cumple sus programas de transformación radical anti progresismo, o se volverá el péndulo hacia la izquierda de nuevo, pero esta vez esta izquierda vendrá con todas a imponer de una su proyecto de hegemonía autoritaria y la democracia estaría perdida.
Varias lecciones para Colombia de este escenario internacional: 1) es fundamental que surja un proyecto de derecha radical que interiorice el sentimiento de derecha del pueblo colombiano y su rechazo a la izquierda del socialismo del siglo XXI, 2) el centro, está demostrado es un programa hueco que sólo sirve a la llegada de programas extremos, particularmente el del socialismo del siglo XXI, es hora de que los Gaviria, Fajardo, etcétera dejen su colaboracionismo con la izquierda y se unan a un proyecto de transformación de derecha democrática del país, que no salgan otra vez con el cuento de apoyar a Claudia, que es la otra cara de la moneda del petrismo, tratando de impedir el triunfo de una verdadera revolución democrática en el país,3) pero antes que nada es imperativo la conformación de un frente democrático unido que impida que Petro con su “poder constituyente” imponga la dictadura del socialismo del siglo XXI e impida la llegada por la vía electoral de un proyecto de verdadera transformación democrática del país.
*Artículo publicado en el diario El Nacional de Venezuela