No aprender de los errores, ya sean propios o ajenos, es el camino seguro al fracaso. La historia nos ha brindado numerosos ejemplos de esto, entre ellos la Alemania nazi bajo las ordenes de Hitler, al embarcarse en la Operación Barbarroja en 1941.
El líder alemán ignoró completamente el fracaso de Napoleón en 1812, cuando el ejército francés fue derrotado por el implacable clima ruso y sus soldados. Ciento veintinueve años después, los alemanes intentaron penetrar en la Unión Soviética, subestimando la capacidad y resistencia de los soviéticos y del duro invierno, lo que resultó en su mayor error durante la Segunda Guerra Mundial.
La Unión Soviética tampoco aprendió de la derrota de Estados Unidos en Vietnam, embarcándose en una guerra con Afganistán en un terreno desfavorable y con una geografía complicada, que permitió a los afganos realizar ataques sorpresa y emboscadas contra los soldados soviéticos, al igual que los vietnamitas con los estadounidenses. No aprender de los errores abre las puertas al fracaso, sin embargo, parece que la derecha peruana no lo quiere reconocer.
Guardando las debidas distancias con los ejemplos mencionados, en Perú parece que tampoco existe memoria. Los aires de división y de repartición de egos abundan en el este ideológico una vez más. Es evidente que nada se aprendió de las últimas elecciones, que permitieron a un chotano golpista llegar al poder. Y parece que el mismo error se repetirá en 2026. En las elecciones de 2021, nos enfrentamos a una gran fragmentación del voto de la derecha. Keiko Fujimori, tras dos fracasos consecutivos, se presentó nuevamente; Hernando de Soto apareció como el economista liberal, mientras Rafael López Aliaga surgía como el candidato para los conservadores.
¿El resultado? Un presidente comunista. La fragmentación del voto de la derecha en ese entonces fue fatal, y para las próximas elecciones ya se vislumbra el mismo escenario. Keiko podría abdicar su trono del fracaso para dárselo a su padre, Alberto Fujimori, quien sí ha sido capaz de ganar unas elecciones. Los fujimoristas están dispuestos a hacer lo que sea para retornar al poder, incluso de matar a su líder en una nueva campaña electoral.
Carlos Neuhaus lidera el Partido Popular Cristiano, presentándose como una alternativa supuestamente conservadora, aunque el PPC hoy en día es todo menos popular. El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, pese a sus negaciones, sería el candidato más probable para Renovación Popular. Ni su deplorable gestión en Lima parece desalentar a “Porky”.
Hernando de Soto, apodado “el Biden peruano” por algunos, se perfila en un partido más progre que nunca, ecologista y animalista, pero buscando cautivar los votos de la derecha liberal. A esto se suma Carlos Añaños, el millonario empresario que ya ha marcado distancia con el sector caviar, prometiendo el desarrollo económico que tanto anhelamos. Por último, tenemos a los llamados “radicales”.
El comediante Carlos Álvarez, quien no es, en lo absoluto, un representante de la derecha, debido a sus comentarios estatistas, pero cuyos puntos de vista radicales frente a la corrupción y el crimen pueden atraer a los mismos derechistas que apoyan a Bukele. Volviéndose así un peligro.
Finalmente, Phillip Butters podría ser la nueva cara de Avanza País. El controvertido conductor de Willax podría ser una opción interesante para muchos, siendo enemigo declarado de los caviares y comunistas, anti-CIDH y favorable a la pena de muerte. De esta forma, el voto “de derecha” se estaría dividiendo entre siete candidatos, fomentando un electorado más desunido.
El fracaso de las elecciones pasadas, que dieron la victoria a Pedro Castillo, debería haber sido un evento recordado y del cual aprender. En los últimos años se ha hablado mucho de una coalición de derecha, sin embargo, cuando llega el momento de tomar decisiones, nos encontramos con una carta de candidatos.
Los bastiones de la izquierda serán Antauro o Vizcarra, y mis apuestas están en este último. ¿Podrá tanta división frenarlos? ¿O será esta elección nuestra propia Operación Barbarroja?