Faltan poco más de dos años para el término formal del gobierno de Perú Libre, bajo la casi invisible dirección de Dina Boluarte, sin embargo, la prensa y los actores políticos del Perú actúan como si las elecciones fueran a producirse entre noviembre y enero próximos.
En efecto, aun cuando la campaña debería formalmente empezar como mucho en abril 2025, para así permitir que electores puedan tener algún periodo de recordación razonable de sus candidatos, y que asimismo las campañas se correspondan con los supuestos costos a declarar ante las autoridades electorales, todos los partidos -que en principio solo se encuentran en fase de reclutamiento de talentos políticos-, están lanzando sus planchas presidenciales.
Quisiera pensar que están haciendo un estudio de mercado o algo parecido, pero con los ímpetus que se presentan, da la impresión de que además tenemos una “guerra de egos” sin argumentos de fondo, pues aparecen personajes que en su mayoría no traen propuestas o planes, ni mucho menos un histórico trazable de transparencia o respaldo moral. Así las cosas, pareciera que los partidos -cada vez más “partidos”- estuvieran empecinados en generar más personajes límite sobre los cuales deberemos tomar una supuesta decisión libre, pero que en realidad no será más que el resultado de empujarnos a una situación límite parecida a estar entre saltar de nuevo al abismo, o caminar por su borde inestable.
Todos sabemos que el Perú ya no está para eso, el famoso “piloto automático” y sus “puertas giratorias” con la rotación de personajes mediocres, ha dejado de ser una herramienta con la que podamos avanzar desde hace buen tiempo atrás, y peor aún, si seguimos con las propuestas desfasadas de candidatos como Mendoza, Cerrón o Sagasti, que se sabe de antemano no nos llevarán a ningún lado, aun cuando tengan el descaro de acusarse unos a otros de ser corruptos, cuando sabemos que no son más que una versión peruana del “meme del hombre araña”.
Con esto no digo que dictadores como Alberto Fujimori o Martín Vizcarra, estén en mejor nivel, ni mucho menos que pintorescos personajes como Oscorima o Acuña, realmente puedan aportar algo más que dinero, dentro de esta campaña adelantada que no hace más que saltar de manera previa los posibles límites de aportaciones y/o los procesos de declaración de gastos que formalmente deban hacerse cuando llegue la oportunidad de formalizar candidaturas. Tampoco es que deba permitir que se produzcan giras millonarias previas, sin que se aclare el origen del financiamiento de los respectivos personajes.
Probablemente, no sea el único deseando que el periodo 2021-2026, termine de una vez para dejarlo en el olvido – recordando siempre la fila de errores que nos han traído hasta aquí-, sin embargo, seguro hay también otros tantos que buscan aprovecharse de la escasa memoria e irreflexión del “voto con odio” para que, en el momento más tenso del proceso electoral, nos vuelvan a colocar “en el borde del abismo”, listos para recibir los consejos de un guía casi ciego y que apenas conoce la ruta.
Hoy en día tenemos una cantidad de partidos impresionantes, prácticamente existe un partido para cada “iluminado” que desee presentarse a la elección del 2026 -solo nos falta el Partido de Barney y sus amigos-; y no se han entablado aún mecanismos de control suficientes que permitan identificar cuáles son los partidos que verdaderamente corresponden a corriente ideológica con militancia participativa, y cuáles son simplemente un pantallazo para lavar dinero o vender cupos en listas electorales. ¿O es que acaso creen que en todas las provincias del Perú hay los correspondientes comités? ¡Imposible! Apuesto que ni siquiera hay tantas personas interesadas en la política a nivel nacional.
No sé hasta dónde van a dejar llevar esta farsa de la treintena (o más) de partidos políticos, pero lo que sí debería quedar claro es que en las futuras elecciones, se debe crear alguna valla previa que evite tener una sábana como cédula electoral, de manera que, para la verdadera elección, solo queden habilitados para participar como mucho cinco partidos, y siempre que puedan acreditar que hubo fondos lícitos previos para financiar la campaña de los candidatos a los cargos disponibles.
Sé que estas líneas pueden parecer poco democráticas, sin embargo, hay que reconocer que los partidos y la política no viven del aire, lo que debería obligar a dichas entidades a presentar sus balances económicos auditados, donde se muestren valores transparentes y proporcionales a los gastos que vienen realizando incluso desde hace seis meses.
Si bien los peruanos tenemos más de quince años mendigando por una clase política seria, tampoco estamos para que los partidos políticos nos lancen migajas como si fueran la gran cosa, o peor aún: que los movimientos de políticos entre diferentes partidos (Otrora vistos como traición o transfuguismo), se vean promocionados como si fueran los grandes pases o adquisiciones de la “Liga Española”.
Está bien buscar nuevos actores políticos, incluso que se pueda llamar algunos referentes históricos con los ideales y principios perfectamente definidos; pero no nos podemos dar el lujo de llamar a participar a perro pericote y gato, o peor aún, que quién se sabe que es el “pericote” intente presentarse como la santa paloma. No se aprovechen de una nación que busca con desesperación a líderes de verdad.