OpiniónMartes, 23 de julio de 2024
¿Cuándo se jodió la psicología?, por Lucía Meléndez
Lucía Meléndez
Activista política

A pesar de que la investigación psicológica con rigurosidad científica empezó a tomar forma y fuerza hace más de un siglo, la divulgación de esta demoró debido especialmente al gran estigma que acarreaba la psicología. Sin duda, a diferencia de hace cincuenta o veinte años, hoy tenemos una sociedad más abierta a hablar de salud psicológica, quizás demasiado, quizás hasta de manera irresponsable y estúpida.

La divulgación de psicología en los medios es crucial, me atrevería a afirmar que de ninguna otra manera podríamos alcanzar una mejora en la prevención y promoción de la salud integral. Es innegable, las redes tienen un gran poder de influencia en la formación de la opinión de sus consumidores. Lastimosamente, cualquiera puede hablar de salud psicológica en redes: coaches, religiosos, estoicos o freudianos. Incluso existen psicólogos -solo de nombre- que intentan promover una idea de bienestar mental sin hacer o hablar de lo único que debería ser la psicología: ciencia, que nada tiene que ver con “brillar, vibrar y trascender”. Porque psicología no es frases motivadoras, psicología no es consejos generalizados sobre autoestima y superación, psicología no es el estudio del cerebro… aunque así lo promueva un psicólogo. Psicología no es la mitad de lo que muchos creadores de contenido te vendieron que era.

La psicología en la boca de la gente de a pie pasó de ser una burla a ser una burla romantizada. De pronto parece que los adolescentes -y no tan adolescentes- viven en una competencia constante para ver quién tiene más “trastornos mentales”, los coleccionan y los presumen, aunque no los tengan, aunque crean que los tienen, porque alguna vez leyeron en un post de Instagram que cumplían con cuatro criterios diagnósticos del DSM V y ya está. Creen que el diagnóstico es completar checks según una autoevaluación de tres minutos -subjetiva y altamente cargada de sesgo por afirmación-, como si se tratase de un test para ver a qué casa de Hogwarts se pertenece según la mascota que les gustaría tener. Evidentemente, revelar un problema psicológico atrae del entorno social más afecto, comprensión y contención, que pueden satisfacer momentáneamente la autoestima herida de estas personas. Y en este juego por obtener validación, quienes sí padecen estas condiciones se ven ridiculizados.

La divulgación pseudo científica no solo es irrespetuosa con el público -porque se promueve información falsa o a medias-, sino que además es irresponsable, porque generalmente no advierte que el autodiagnóstico no es recomendable, ni explica que no basta cumplir con unos cuantos criterios para ser diagnosticado. Los predispone a autodiagnosticarse. Al principio hacerlo parece inofensivo, solo genera una falsa sensación de control sobre sus conductas y, en la mayoría de casos, una justificación a sus conductas desadaptativas. El problema es que por la frecuencia con la que hablan de “sus diagnósticos”, inevitablemente generan conductas propias de dichas condiciones, se autosugestionan y generan más comportamientos desadaptativos de los que ya se tenía previamente, como si uno fuera entrando en el papel que inventó, hasta que se convierte en el personaje. Esta es una tendencia real que aumenta proporcionalmente con la mala praxis de la divulgación.

Lamentablemente, la divulgación en redes sociales de la salud psicológica está más orientada a la etiqueta de una conducta desadaptativa que a la sola identificación y tratamiento de dicho problema. Como parte de la nueva generación de psicólogos, pienso que resulta más relevante promover formas de intervenir para ayudar a otras personas con dificultades psicológicas. Es decir, menos “5 síntomas del TDAH” y más “5 maneras de apoyar a mi pareja con TDAH”. Porque si algo sabemos los psicólogos científicos es que el contexto hace la conducta, por lo que, si tenemos un contexto más capacitado para socializar mejor, tendremos una menor cantidad de conductas desadaptativas.

Las etiquetas sirven para facilitar identificar un conjunto de conductas, pero no para justificarlas. El diagnóstico es una facultad estudiada y trabajada durante años por los psicólogos por la naturaleza de su complejidad etiológica. Tengamos cuidado con lo que nos venden en redes como psicología, pero que no lo es, o lo es a medias.

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