OpiniónJueves, 25 de julio de 2024
No nos llamen, por Eduardo Vega Marisca

Durante los últimos años, parece que las televentas y demás promociones por teléfono se hubieran convertido en las técnicas de venta por excelencia, con resultados efectivos por encima de cualquier canal publicitario. Y si bien personalmente no manejo los resultados o estadísticas de efectividad de los canales antes mencionados, no creo que pueda ser de otra manera, puesto que a menos que todo sea siempre una estafa, no entiendo cómo podrían cubrirse los costos de los call center si fuese de otra manera.

¿A quién no lo tienen harto las llamadas de varios números con ofertas para cambiar de proveedor telefónico?, ¿A quién no lo llaman al menos 2 o 3 veces durante el día para ofrecerle una tarjeta de crédito, cambiar el plan telefónico de casa, ofrecerle una promoción turística, o con el cuento de que ha ganado un premio por ser consumidor de una tienda? (que casi nunca pueden indicar cuál es), y que para materializar el premio, ello debe dar sus datos y/o acercarse a un determinado lugar para efectos de recogerlo, y seguramente llegado el momento algo habrá que firmar, habida cuenta que nada es gratis.

¿Cuántas veces uno recibe llamadas de teléfonos que NO conoce, a las que luego de contestar nadie habla, o suena una música de espera tras la cual NO nos comunican no con nadie? ¿A quién no han llamado con un discurso casi terrorista y depresivo para venderle un famoso programa de salud contra el cáncer (Muchas veces lo ofrecen como seguro, pero no tiene respaldo de ninguna empresa regulada por la SBS)? Esto sin contar las llamadas de supuestas instituciones que piden donaciones en representación de organismos internacionales, todo para a los necesitados

Lo más pesado es, que cuando uno solicita amablemente a quienes llaman que NO nos interesa el servicio ofrecido y que tomen nota ello, te dicen que eso es imposible, que el sistema no lo permite; si se les pide no llamar de nuevo, te dicen que ellos no pueden evitarlo; si se les pregunta de dónde sacaron nuestros datos, no pueden precisarlo; en pocas palabras las normas de protección de datos y el registro “Gracias No insista” no tuvieron ningún tipo de resultado.

Así las cosas, las preguntas se caen de maduras ¿Qué necesitamos para que Osiptel, Indecopi y la SBS hagan un trabajo conjunto con el congreso para dictar una Ley que PROHÍBA Y SANCIONE de manera definitiva la venta, promoción y/o cualquier otro tipo de publicidad invasiva sobre las líneas telefónicas de las personas?, es decir ¿Cómo es posible que nadie pueda defender a los consumidores/usuarios de líneas telefónicas, (móviles y fijas), de la hostilización de estas empresas? Si a esto sumamos, que además hay porcentaje importante de estafadores que se aprovechan de esta desprotección para perjudicar a los usuarios; lo único que queda por hacer es cortar el problema de raíz.

¿Cómo se corta el problema de raíz?, pues como ya hemos deslizado en el párrafo anterior; limitando la validez para que cualquier venta o interacción con cualquier tipo canal por vía telefónica, y se requiera como mínimo, que sea el usuario el que llame a los canales oficiales de cada institución o empresa que tenga está clase de servicios. De esta manera, en principio se puede reducir una gran cantidad de molestias -sobre todo a quienes utilizan sus teléfonos como líneas de comunicación para recibir llamadas con fines comerciales-, e incluso impedir una parte importante de las conocidas estafas telefónicas. Imagínese, si le llaman de un número que no conoce para molestarlo con efectos de ventas, basta con que se denuncie al número como llamada spam por una aplicación y se procede directamente a la sanción del titular del número.

La característica principal de estos “números basura”, es que al devolverles la llamada NO funcionan o supuestamente “están fuera de servicio”; así que como consejo para quienes son perturbados, basta con no responder e intentar devolver la llamada luego para verificar si el número “desconocido” es o no un spam; sin embargo, dado que uno no debería perder su tiempo bloqueando a estos acosadores (A veces que creo que he bloqueado más números telefónicos de que existen como contactos en la agenda), lo que corresponde es establecer una regla que ponga fin a estas estrategias de “venta” basadas en el acoso al cliente.

Ojo, que proyectándonos al futuro, lo mismo debe plantearse con aplicaciones como WhatsApp, Messenger y demás sistemas de mensajería por Internet, a las cuales se debe exigir como premisa/requisito de funcionamiento, que los números desde los que se pueda enviar mensajes, siempre deban ser verificados por las correspondientes empresas de teléfono, y si alguien recibe un mensaje de un desconocido, se debería habilitar una opción de verificación de titular para que en caso resulte ser un acosador o un estafador (a nivel mundial) se puedan iniciar las acciones legales correspondientes. Con esto los mensajes y llamadas de terroríficos “Don nadie” seguramente ser verán reducidas.

Seguramente la Inteligencia Artificial o la criminalidad, encontrará alguna alternativa para saltarse la norma o el sistema en mediano plazo; sin embargo, creo que también es importante mostrar que la sociedad y gente decente está en pie de lucha para defender su dignidad e intereses. No nos llamen, ¡Nosotros los llamamos…!

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