“El Perú es desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”. Mientras el general José de San Martín pronunciaba estas sencillas palabras, aquella mañana del 28 de julio de 1821 desde un estrado montado en la Plaza de Armas de Lima, nunca imaginó las importantes y complejas consecuencias que dichas palabras traerían al futuro de esa nueva república llamada Perú. ¿Estaban preparados los peruanos para esta nueva forma de gobierno? A medida que San Martín fue conociendo a los principales personajes, ciudadanos y autoridades limeñas, se fue percatando de que el asunto de la independencia del Perú y el futuro de la nueva república, no sería tan sencillo.
Desde el momento en que asumió, por decreto del 3 de agosto de 1821, el mando político y militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de “Protector”; que luego fuera modificado por el de “Protector de la libertad del Perú”, San Martín se fue percatando que este pueblo peruano -que por el momento lo aclamaba y aplaudía- estaba conformado por personas de formación, educación, razas, orígenes, intereses y creencias muy variadas y complejas, a las cuales sería difícil de gobernar, el día de mañana podrían condenarlo. En su afán de organizar la joven república, convocó por decreto de 27 de diciembre de 1821, por primera vez a los ciudadanos peruanos, a elegir libremente un congreso constituyente, que decidiera bajo qué forma de gobierno se gobernaría el Perú y elaborar una Constitución para esos fines.
San Martin ya percibía el despelote que sería la futura política peruana. De un lado, bandos políticos de variados tintes y colores, pues aún existía gente que apoyaba el antiguo régimen: de otro lado, absolutistas o reaccionarios, y liberales y defensores de la independencia. La situación efectivamente era complicada debido a las diferencias políticas ramificadas entre los patriotas, ambiciones e intereses para todos los gustos, que hasta le reclamaban sueldos atrasados. Así las cosas, para remate, el 11 de julio de 1822Simón Bolívar arriba a Guayaquil con un ejército de dos mil hombres aproximadamente y da un golpe de Estado, desconociendo al gobierno local y proclamándose “dictador”. Sin embargo, San Martín ya había escrito a Bolívar indicando que antes del 18 de julio saldría del Callao para desembarcar en Guayaquil y reunirse en Quito. San Martín llegó a Guayaquil, sólo con sus edecanes y escolta, siendo recibido por Bolívar con toda su autoridad militar. San Martin se reúne con Bolivar los días 26 y 27 de julio.
Desde el principio los dos libertadores estuvieron en desacuerdo sobre el tipo de gobierno que debía regir al Perú independiente. San Martín se quejó mucho del mando y sobre todo de sus compañeros de armas que últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró que iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliego anexo para que lo presenten al Congreso renunciando al Protectorado y que también renunciaría a la reelección que contaba se haría en él; que luego de ganar la primera victoria se retiraría del mando militar sin esperar a ver el término de la guerra; pero añadió que antes de retirarse pensaba dejar bien puestas las bases del gobierno. San Martín le confesó a Bolivar que los peruanos -por decirlo en modo sencillo- eran gente difícil de gobernar y que se requería mucha autoridad y mando, por lo que proponía una monarquía constitucional, con un príncipe español o en todo caso de alguna casa real europea. En resumen, lo que le indicó a Bolívar era que los peruanos requerían de un gobierno fuerte que impusiera su autoridad y la ley a un pueblo de por sí, por naturaleza muy anárquico, acostumbrado a hacer lo que quería, sin un espíritu de obediencia a la autoridad. De allí su propuesta. Bolívar se opuso y dijo que ni a América ni a Colombia le convenía introducir príncipes europeos, que eran ajenos a las masas y que se opondría a ello, salvo que el pueblo decidiera algo así. Finalmente, tras ofrecer toda su ayuda en espera que Colombia hiciera lo mismo con Perú, el Protector dejó en claro que la reunión fue una visita sin carácter oficial y sin ningún objeto político y militar.
Un par de meses después, el Congreso Peruano empezó a funcionar con 79 diputados, el 20 de septiembre de 1822. Luego de la instalación y en la misma fecha, el Congreso ofreció a San Martín poderes dictatoriales, los cuales éste rehusó de inmediato. Luego se le ofreció el de Fundador de la Libertad del Perú y Generalísimo de las Armas, título que fue aceptado, aunque de manera honorífica, pues a San Martín no le interesaba un alto cargo ni el poder en sí, sino dejar al Perú ya encaminado, ordenado y en paz. Esto no lo entendieron, menos Bolivar y su gran ambición. De allí que San Martín, muy decepcionado, se retiró de todos los campos. Escribió una proclama dirigida a todos los peruanos. Luego, acompañado por una pequeña escolta y un ayudante, esa misma noche del 20 de setiembre, el mismo día de la instalación del Primer Congreso Constituyente de la nueva República del Perú, montado a caballo, se dirigió a Ancón. En la madrugada del día 22 de septiembre, San Martín abordó el bergantín “Belgrano”, acompañado de su hija Remedios, para embarcarse rumbo a Valparaíso. Una vez embarcado San Martín, los peruanos conocieron la proclama por él escrita. En ella decía lo siguiente: “…ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo, estaré pronto a ser el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones: los hijos de estos darán el verdadero fallo. Peruanos: os dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo, si no la anarquía os va a devorar”. ¡Qué proféticas suenan hoy estas palabras!
Luego San Martin le comentaría al marino inglés Basil Hall: “No aspiro a la fama de conquistador del Perú. ¿Qué haría yo en Lima si sus habitantes me fuesen contrarios? No quiero dar un paso más allá de donde vaya la opinión pública. La opinión pública es un nuevo resorte introducido en los asuntos de estos países: los españoles, incapaces de dirigirla, la han comprimido. Ha llegado el día en que va a manifestar su fuerza y su importancia”. Como bien señala Basadre: “Después de la retirada del Perú vino la expatriación. Y con ella estuvieron al abandono, la calumnia y el olvido. La bajeza, sobre todo, amargó a San Martín”. Años más tarde, en 1829 San Martín escribiría en una carta lo siguiente: “es necesario tener toda la filosofía de Séneca o la imprudencia de un malvado para ser indiferente a la calumnia”.
¿Algo ha cambiado hoy? Han pasado más de doscientos años de república peruana y seguimos entre el egoísmo y la nefasta ambición de los políticos, la corrupción y la indiferencia por nuestra patria. En un país en donde la calumnia constituye casi una costumbre nacional, y las ambiciones e intereses personales se imponen a los intereses nacionales y al bien común… ¡Qué actual y cómo se comprende la decepción de San Martín!